domingo, 29 de agosto de 2021

El río

Rick Bass
El río
Traducción de Esther Cruz Santaella
Volcano, 2019
 
"Continuó bañándose en el río de noche, con la piel oscurecida si no había luna. Cuando se ponía de espaldas y dejaba que el agua fría la llevase río abajo, trocitos de musgo y pececillos le rozaban las piernas. Los pechos, los hombros, todo se volvía brillante, luminoso, si la luna no aparecía. A la deriva en una corriente rápida, miraba las estrellas, la luna, y solo entonces recordaba que quizá hubiese llegado demasiado lejos. Arrancada de su trance, nadaba con trabajo contracorriente, moviéndose como un pez de vuelta al lugar del que había partido, y limpia".


En diciembre de 2018 leí su libro Invierno (Errata naturae, 2018; traducción de Silvia Moreno Parrado), en el que Rick Bass narra su experiencia invernal en el valle del Yaak, en la frontera entre Montana y Canadá. Me encantó. Como me ha encantado este otro libro, compuesto por tres relatos vinculados por los mismos paisajes naturales de Montana y Michigan, por el agua y el río y por el protagonismo de las mujeres.

En el primero de ellos se cruzan las vidas de Leena, una joven recién llegada al remoto valle del Grass con la única compañía de su perro Sam y aficionada a bañarse en las heladas aguas del río cada noche, y las del reverendo Mahatma Joe, que acabó con los días nudistas con los que el valle celebraba el final del invierno ("nadie se ponía nada de ropa nunca, ni siquiera para ir a comprar, ni para pasarse por la taberna"), y su "esposa y criada" inuit, Lily. Los baños de Leena, la obsesiva creación de un huerto por parte del pastor y el vertiginoso patinar sobre el río helado de Lily conforman un asombroso escenario de realismo mágico.

En el segundo relato Lory ("tenía treinta y cuatro años, era profesora y guapa: una mujer menuda de pelo negro, con una risa rápida y sonora, no muy distinta al arrebato de un somormujo") y A.C., un portentoso gigantón de fuerza descomunal ("De nuevo, el hombre iba sin ropa y llevaba una de las vacas cargada a la espalda. Iba corriendo con ella a cuestas por la hierba alta, saltando a veces, haciendo jetés y piruetas extrañas pero muy sentidas, con la vaca combada sobre sus anchos hombros. Tenía unas piernas gruesas que se meneaban con la carrera; y parecía feliz, feliz como nadie que hubieran visto antes") viven una preciosa historia de amor en la que el río juega un papel esencial.

En el tercer relato, que da título al libro, cuatro amigos salen una noche a pescar salmones, aunque la pesca no es más que una disculpa para que Bass nos regale unos personajes potentísimos enfrentados a complejas situaciones personales.

Su lectura me ha traído recuerdos de aquella maravillosa serie titulada Doctor en Alaska, o de la fascinante Big Fish. Un descubrimiento.

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