La admisión por el Tribunal Supremo de una una querella contra Baltasar Garzón, por una supuesta prevaricación, ha indignado a las víctimas del franquismo. Las asociaciones de víctimas consideran que con esta decisión del Supremo se ofrece apoyo a las tesis de aquellos jueces que se niegan a investigar los crímenes franquistas. La memoria de las víctimas pugna contra la desmemoria y los descendientes de los represores aún se esfuerzan, como señala el historiador Francisco Espinosa, en callar al mensajero.
Por su parte el Juzgado de Granada ha rechazado la causa de las exhumaciones de la fosa en la que supuestamente se encuentran los restos de Federico García Lorca.
El escritor francés George Bernanos se encontraba en Mallorca en julio de 1936. Conservador y católico, a pesar de sus iniciales simpatías por los sublevados la tremenda represión de la que fue testigo le llevó a escribir y publicar en 1938 el ensayo titulado Los grandes cementerios bajo la luna. Hay un fragmento que dice así:
"No vayáis a pensar que la depuración en las cárceles acabó con el trabajo de los equipos de depuración a domicilio, solo la frenó. Los pueblos aislados respiraron aliviados, pues el servicio se concentraba ahora en las inmediaciones de Palma. No por ello se logró el objetivo de la autoridad militar, que era reducir el escándalo. Antes, a los parientes de los ejecutados les bastaban unos pasos para reconocer a sus muertos. Ahora tenían que hacer un viaje costoso y someterse a tediosas formalidades, por el gran número de hombres y mujeres que lo solicitaban, máxime cuando los registros de las cárceles rara vez coincidían con el cuaderno del enterrador, lo que daba lugar a desagradables equivocaciones. En última instancia, como las fosas comunes no revelaban sus secretos, a las familias solo les quedó un recurso. El funcionario benévolo les invitaba a rebuscar en el montón de ropa para tratar de descubrir una camisa o un calzoncillo del muerto".
Qué terrible. Antes y ahora.
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