sábado, 30 de mayo de 2009

Todo está en los libros; también el horror

El asesino de Víctor Jara dice que "cumplió órdenes".El acusado se ha defendido ante la prensa aduciendo que él era un simple "mandado" y que, si realmente se quiere depurar responsabilidades por aquel crimen, "se debe buscar a los altos mandos" (PÚBLICO).

"El genocidio moderno ... es un proceso segmentado por las exigencias de los procedimientos industriales. De la msma forma que, según Marx, el obrero está alienado en lo referido al producto de su trabajo, en el genocidio o en la guerra total en su forma moderna, el ejecutante está alienado respecto al producto de su acción. Esto es válido incluso para el caso de un hombre que apoye el fusil en la cabeza de otro hombre y apriete el gatillo. Pues a la víctima la trajeron otros hombres y su muerte la decidieron otros diferentes y también el que dispara sabe que no es sino el último eslabón de una cadena larguísima y que no tiene que hacerse más preguntas que las que se hace el miembro de un pelotón que, en la vida civil, ejecuta a un hombre que las leyes han condenado como es debido".
[Jonathan Littell, Las benévolas, pp. 26-27]


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Eran auténticos criminales. Recuerdo que bajamos del tren que nos llevó desde el campo de Francia y en la estación de Mauthausen, al borde del Danubio, vaciaron vagón por vagón a los presos. Separaron a los niños y a las mujeres y preguntaban la edad a gritos. Los oficiales de las SS llevaban un uniforme de negro que imponía miedo. Llevaban una calavera en el gorro y una hebilla en el cinturón que decía: "Dios está con nosotros". Eran auténticos criminales (PÚBLICO).



"He llegado a la conclusión de que un guardia SS no se vuelve violento o sádico porque opine que el preso no es un ser humano; al contrario, la rabia que siente es cada vez mayor y se convierte en sadismo cuando se da cuenta de que el preso es no solo un hombre inferior, como le han dicho, sino, precisamente y a fin de cuentas, un hombre como él, en el fondo, y, mire, lo que al guardia le parece insoportable es esa resistencia, esa persistencia callada del otro, y, en consecuencia, el guardia le da una paliza para intentar que desaparezca esa humanidad común. Por supuesto, no funciona: cuanto más pega el guardia, más se da cuenta de que el preso se niega a considerarse a sí mismo como no humano. Al final, no le queda ya más solución que matarlo, lo cual es admitir el fracaso de forma definitiva" .

[Jonathan Littell, Las benévolas, p. 630]

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