sábado, 9 de octubre de 2021

La tierra invisible

Hubert Mingarelli
La tierra invisible
Traducción de Laura Salas Rodríguez
Siruela, 2020

"Siempre aparecía aquel problema con las lonas con las que no podíamos cubrir correctamente a los muertos, y nos inventábamos la razón de dicho fracaso. Era culpa del viento, de las estacas, que se rompían, siempre pasaba algo, porque nadie se atrevía a decir que eran los muertos, que empujaban con las piernas".


No alcanza la densidad literaria y dramática de Una comida en invierno, pero en esta breve novela Mingarelli vuelve a los escenarios europeos de la Segunda Guerra Mundial, con sus encrucijadas morales. En esta ocasión el protagonista es un fotógrafo de guerra británico que, finalizada la guerra en Europa y a pesar de tener la impresión de "haberlo fotografiado todo", no es capaz de regresar a casa. Varado en Alemania en julio de 1945 tras documentar la liberación de uno de los campos de exterminio, obsesionado por comprender lo que ha visto, se embarca en la tarea de recorrer el país fotografiando a sus habitantes delante de sus casas: 

"-Collins, ¿qué hemos visto allí?
Collins no se movió y no pronunció palabra, como si no hubiese oido o lo estuviese pensando, y al cabo de un momento McFee se giró rápidamente hacia él, movió los labios y vi que una vena le latía en la sien; se produjo de nuevo un largo silencio, aparte de la lluvia, y de repente:
-¿Quiere usted mi opinión, coronel?
-¡A ver!
-Yo creo que lo que hemos visto...
Ni prosiguió; se puso a conducir con atención renovada, echando miradas a la derecha y a la izquierda, mientras Collins y yo esperábamos.
-En realidad, no sé, mi coronel. -Negó con la cabeza y repitió-: No, no sé.
-Como todos nosotros, muchacho. No te preocupes -lo tranquilizó Collins".

Con la soberbia de los vencedores, el protagonista obliga a algunas familias a posar en la puerta de su hogares. Propone, en realidad fuerza (en ocasiones de manera muy explícita) a mujeres y a hombres, a viejos y a jóvenes, a dejarse fotografiar ante sus casas, tal vez en la misma actitud pasiva que mantuvieron mientras el horror se extendía por Alemania. Pretende comprender la barbarie de la que ha sido testigo, captar mediante sus fotografías la personalidad de esas alemanas y esos alemanes "corrientes" que consintieron el Holocausto. Pero en su particular viaje al corazón de las tinieblas no conseguirá aproximarse a esa comprensión; al contrario, él mismo acabará formando parte de esa historia de violencia y seguirá sin saber por qué seguía allí, en Alemania, sin poder regresar a casa...  

"Me dormí y soñé con las lonas con las que habíamos cubierto a los muertos aquella noche, que en mi sueño se levantaban, pensábamos que por el viento, y por mucho que clavábamos estacas volvían a levantarse. Las sujetábamos con las manos, con todas nuestras fuerzas, pero una fuerza aún mayor seguían levantándolas, y todos en nuestro interior sabíamos que eran los muestros, que empujaban con sus piernas grises".

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