jueves, 31 de julio de 2025

Cualquiera puede morir en junio

Alan Parks
Cualquiera puede morir en junio
Traducción de Juan Trejo
Tusquets, 2025
 
"Dejó a Hermana Jimmy con su gin-tonic, observando a los chicos, y salió del bar. Se preguntó exactamente en qué clase de persona se estaba convirtiendo. Se suponía que era un poli, pero estaba haciendo el trabajo sucio a un gángster. Suponía que así funcionaban las cosas: le pides a alguien como Stevie Cooper ciertos favores y, al final, él te pide algo a cambio.
La ciudad estaba vacía, todos los buenos ciudadanos se habían ido a casa a cenar y a pasar la noche frente al televisor. Caminó en dirección al centro de la ciudad, No le interesaban esa clase de personas. Buscaba a los otros. Los que habían perdido su lugar en el mundo, los que habían dejado de fingir. Las almas solitarias".
 
 
En Glasgow, incluso en junio, el sol parece pedir permiso para brillar. Y en la sexta entrega de la serie protagonizada por el detective Harry McCoy, ese permiso nunca llega. En esta novela Alan Parks nos devuelve a su ciudad oscura y sucia, a ese paisaje urbano donde la línea entre la ley y el crimen no es una frontera, sino un terreno pantanoso que todos pisan sin mirar. Su estilo contenido y cortante remite al noir clásico, pero su mirada es más contemporánea, más política. Como el propio McCoy, al leer esta novela avanzamos entre dudas, inconsistencias y el peso de un pasado que siempre vuelve. 

Corre el año 1975 y Harry McCoy, ese detective de salud tambaleante y brújula ética desajustada, se encuentra ante un caso desconcertante: una mujer desesperada llega a comisaría afirmando que su hijo ha desaparecido. El problema es que nadie más parece saber nada de dicho niño. Ni vecinos, ni archivos, ni siquiera su propio marido -un predicador de una congregación religiosa cerrada y opresiva- admiten que ese hijo haya existido. ¿Delirio? ¿Encubrimiento? McCoy, como siempre, no puede evitar mirar bajo la superficie, aunque lo que haya allí lo destroce. A medida que se adentra en esta denuncia fantasma se ve enredado en otro frente igual de turbio: una investigación sobre corrupción policial. Y como es habitual en las novelas de Parks, las tramas no avanzan en paralelo: se cruzan, se contaminan, se retuercen entre sí hasta formar un solo tejido de podredumbre, dolor y secretos mal enterrados.

Más doliente y escéptico que nunca, McCoy sigue siendo un protagonista magnético, no porque sea admirable, sino porque es profundamente humano. Su historia con Stevie Cooper, su amigo de la infancia devenido gánster de la ciudad, sigue marcando esa frontera inestable entre el crimen y la justicia. En esta novela, más que en otras de la saga, la fe aparece como tema central: no sólo la fe religiosa (que aquí se muestra como máscara de represión y abuso), sino la fe en la memoria, en el sistema, incluso en uno mismo. La fuerza de esta historia no está sólo en la intriga, sino en el modo en que Parks disecciona el entramado de una ciudad enferma. Glasgow es un personaje en sí misma, con sus cicatrices industriales, sus bares sombríos, su crimen organizado y su sistema policial atrapado en su propia telaraña de lealtades podridas.
 
Si bien puede leerse como novela independiente, gana mucho más cuando se la entiende como parte de un conjunto. Parks ha construido con su serie una especie de calendario del descenso, donde cada mes es una estación más en el largo invierno del alma; ha creado algo más que una saga policíaca: ha construido un mapa emocional de la descomposición urbana, un fresco sombrío sobre el precio que pagamos cuando dejamos de escuchar, de ver, de creer. Y en esta sexta entrega, ese precio se cobra con el silencio alrededor de un niño que quizás nunca existió, pero cuya ausencia grita más que cualquier cadáver. 

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