M. El hombre la providencia
Traducción de Carlos Gumpert
Alfaguara, 2021
"En aquel entonces, en el crepúsculo de la Guerra Mundial, supo darse cuenta de que, si el clamor socialista de las plazas en el siglo XIX había sido impulsado por la esperanza, el de la pequeña burguesía en el siglo XX se vería abrumado por el miedo. [...] [L]os militantes socialistas manifestaron sus exigencias no reconocidas, sus expectativas incumplidas, expresando una enérgica reclamación con el fin de que sus esperanzas en el progreso, en la mejora de sus condiciones de vida, en la emancipación de los obstáculos o cadenas que lo impedían, pudieran verse por fin cumplidas. Fueron, en definitiva, plazas turbulentas, indudablemente descontentas, pero, en última instancia, confiadas, e incluso jubilosas. [...]
Pero con el nuevo siglo, la esperanza había quedado suplantada por el miedo. Y junto a este, por el desánimo, la desesperación, el desconcierto, la sensación de derrota, de haber sido traicionados, de degradación, hasta llegar al hastío, al resentimiento, a la rabia vengativa. [...] Después de la Gran Guerra, millones de italianos dejaron de confiar en el cambio y empezaron a sentirse amenazados por él. El canto de las plazas se ahogó en un grito".
Tras el espectacular inicio con M. El hijo del siglo Scurati continua con su monumental proyecto de reconstruir la historia de Benito Mussolini, de la Italia fascista y de la Europa y el mundo que contemplaron, primero, y sufrieron, después, el surgimiento del fenómeno político moderno que encarna como ningún otro la maldad política. Este segundo volumen se inicia el 15 de febrero de 1925, con un Mussolini que gobierna desde hace dos años Italia pero que es incapaz de gobernar su propio cuerpo, "hinchado de hipersecreciones ácidas y gases", encerrado en su alcoba entre el hedor de sus vómitos y flatulencias:
"A eso ha quedado reducido Benito Mussolini, el Duce del fascismo, a un tubo digestivo. Nada más que eso. Las purgas y sus consecuencias. Ese es su único pensamiento. Qué equivocado estaba Nuestro Señor Jesucristo: debería habernos hecho de otra manera, olvidándose de las tripas. Debería habernos creado para que nos alimentáramos del aire, o bien apañárselas para que el alimento fuera absorbido sin necesidad de emitirlo después. Por el contrario, ha condenado a los hombres a la perenne lucha por vaciar los intestinos, al vía crucis del estreñimiento. Y de esta forma, ahora él, el Jefe de las legiones de camisas negras, el conquistador de Italia y el italiano más admirado en el mundo, si cena un plato de espaguetis con salsa de tomate luego no evacúa durante tres días. Y cuando lo hace, si lo hace, deposita un bolo de heces alquitranadas, exiguas y afiladas como un hueso de ciruela".
Un inicio fantástico para un libro que nos introduce literalmente en las tripas del fascismo, de manera que si en el primer volumen asistimos a la llegada de Mussolini a la jefatura del Gobierno italiano, en este presenciamos las luchas internas (en el partido fascista) y externas (en el parlamento) para extender su proyecto hasta lograr la completa fascistización de Italia:
"La meta definitiva de la revolución es que el fascismo consiga impregnar no solo el espíritu de los italianos, sino también todos los centros vitales y todos los ganglios nerviosos de la vida nacional. El régimen solo se completará cuando haya en cada puesto del escalafón -desde el del general al del cabo- una camisa negra con la mente y la voluntad bien modeladas por las del Duce. El país ha de quedar sometido a una completa fascistización. En todas las oficinas, en todas las posiciones clave, en todas las cátedras habrá de sentarse un fascista genuino".
El objetivo es superar las confrontaciones y antagonismos sociales convirtiendo a la nación italiana en "una entidad orgánica, viva, que se afana por cooperar, de generación en generación, en aras de su propio crecimiento material y espiritual". Un solo cuerpo nacional ligado al cuerpo del propio Duce, permanentemente expuesto ante el pueblo en poses forzadamente vigorosas (pecho saliente, brazos en jarras, mentón alzado), torso desnudo en la playa o entre los campesinos que trillan el grano ("nunca, antes de ese momento, en la era moderna un jefe de Estado se había mostrado desnudo en medio de su pueblo"); un cuerpo exteriormente atlético, poderoso, en realidad cáscara que oculta un interior hediondo, pútrido, mierdoso.
El libro se cierra el 29 de octubre de 1932, en el Palacio de Exposiciones de Roma, en la que el Duce inaugura la Mostra della Rivoluzione Fascista con la que se conmemora el décimo aniversario de la marcha sobre Roma que dio inicio (inicio violento) a la era fascista. En la cúspide de su poder, Mussolini visita las salas de la exposición hasta llegar a la dedicada a la memoria de los "mártires" fascistas, donde los nombres de los camaradas caídos se acompañan del grito necrófilo del fascismo grabado en metal: "¡PRESENTE! ¡PRESENTE! ¡PRESENTE!". Es "la llamada de los muertos", la invocación que los vincula con los vivos
"El coro de los muertos, con esa repetición obsesiva suya, salmodiando la mentira del presente, se difumina en el borboteo digestivo del rumiante, al mismo tiempo primordial y futrurible, en un eco que solo en apariencia reverbera el pasado reciente de la revolución fascista en el décimo aniversario de su advenimiento.
Para quien sabe aguzar el oído hacia el lugar de las resonancias -y Benito Mussolini, aunque sea incapaz de otra cosa, eso lo sabe hacer bien- el coro de los muertos llega a la Sala U no desde el pasado, sino desde un porvenir inminente".
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Antonio Scurati
M. Los últimos días de Europa
Traducción de Carlos Gumpert
Alfaguara, 2023
"Mussolini parece divertido con estos excesos de escrúpulos raciales del fundador del nazismo. Su tono, cuando habla del feroz antisemitismo de Hitler, tiende hacia la condescendencia de un hermano mayor ante la desatinada exuberancia del menor. La irónica bonhomía con la que Mussolini desestima la obsesión antijudía de su amigo alemán serviría de alivio, si pudieran asistir a la conversación, a los miles de judíos italianos que viven conteniendo la respiración desde el día en que el régimen fascista se proclamó abiertamente racista. El oírlo hablar así, vestido de jardinero, llevaría a pensar que no les falta razón a los muchos judíos fascistas, aún convencidos de que su ídolo, obligado a su pesar a dar algunos pasos en la dirección indicada por el alemán, no tiene la menor intención de perseguirlos [...].
Mientras e entretiene amablemente con el lúgubre trasfondo de la política europea, Pini observa a su Duce que, de vez en cuando, casi como su fuera un pequeño propietario de tierras, se detiene a podar un árbol, a serrar una rama muerta o una especie silvestre".
Tercera entrega de una tetralogía que, cuando llegue a su culminación, será reconocida como una obra clásica, esencial para comprender no ya el fascismo italiano sino el espíritu de dos épocas: de aquella y de esta. La historia transcurre entre el 3 de mayo de 1938 y el 10 de junio de 1940, el día en que, tras muchas vacilaciones, Mussolini anuncia la entrada de Italia en la guerra como aliada de la Alemania nazi.
Con el mismo rigor histórico y la misma densidad literaria que los dos volúmenes anteriores, en este libro Scurati disecciona la trágica historia de una Italia fascista que, tras haber apoyado a Franco en su rebelión contra la legítima República (“La consigna de los rojos era esta: «¡No pasarán!». Pues hemos pasado y os digo que seguiremos pasando”) acabará uniéndose a Hitler en su criminal pesadilla expansionista. La imagen del Mussolini jardinero nos conecta con la conocida reflexión de Zygmunt Bauman sobre la "mentalidad de jardinero" como marco cosmovisional que hizo posible el Holocausto:
"[El jardinero es] aquel que tiene en mente un proyecto ideal para intervenir sobre la realidad y la naturaleza. El hecho de que antes de actuar ya tenga en mente un proyecto significa que algunas plantas que corren el riesgo de convertirse en maleza son eliminadas, mientras que otras son sembradas y cultivadas con cuidado".
La casi completa "fascistización" de Italia, a la que nos referíamos al comentar el libro anterior, es ya un hecho:
"¡Y pensar que en los días de la marcha sobre Roma este mismo pueblo de obreros y ferroviarios socialistas opuso una notable resistencia armada a las escuadras fascistas! Incluso después de que el rey retirara el estado de asedio y le hubiera encargado ya la formación de su primer gobierno, la columna de escuadristas encabezada por Giuseppe Bottai, hoy ministro de Educación Nacional, tuvo que luchar duramente mientras cruzaba el barrio de San Lorenzo, donde ahora las madres ofrecen a sus hijos al Duce del fascismo para que los bendiga laicamente con una caricia".
Apenas dos décadas después de de la finalización de aquella guerra de debía "acabar con todas las guerras", el continente europeo afronta un nuevo conflicto internacional en el que Mussolini se imagina actor protagonista, cuando no es sino un secundario a la sombra de Hitler.
Espero con ganas el cuarto y último volumen de una saga que nos hace amar la historia y la literatura.
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