1794
Traducción de Pontus Sánchez
Salamandra, 2021
"El bonito discurso de Von Rosenstein para la Academia se publicó finalmente el año pasado: lo pronunció en el año ochenta y nueve, y hacía un elogio de nuestra época definiéndola como el gran momento de la Ilustración. Cuatro años pasaron hasta que el texto quedó listo para la imprenta y, en tan poco tiempo, ¡mirad cuál es el fruto de esa Ilustración! Ahí abajo, en el continente, se han quitado de encima los fantasmas que hasta ahora habían sido los grandes opresores del mundo: le han asestado un golpe mortal a Dios y enseguida han pasado a ocuparse de los monarcas, que reinaban en su nombre, pero la sangre de los humildes inunda las cunetas: culpa e inocencia se ven unidas por el mismo color rojo. Todo el mundo aprovecha la oportunidad para vengarse con las hachas que han estado afilando en silencio desde hace tiempo: bellum omnia contra omnes. No dudo que la intención de quienes se lanzaron a derribar la opresión fuera buena, pero al cabo sólo le han dado al ser humano una nueva excusa para mostrarse tal como siempre ha sido: un ser tan sujeto a las leyes de la naturaleza como los animales del bosque, entre los cuales la violencia reina sin restricción alguna y el fuerte dispone de la vida del débil a su antojo. Mirad lo que está ocurriendo en París: hay verdugos por doquier. ¿Dónde están ahora los enciclopedistas? Corrieron todos a sus tumbas antes de que les diera tiempo de poner a madame Guillotina en el lugar correspondiente de la obra. Visto lo visto, ¿qué placeres no deparará el futuro a quienes, como yo, disfrutamos con la muerte, que parece haberse convertido en un deber en nombre del progreso? ¡Ah! ¡El siglo que llega me recibirá con los brazos abiertos!".
Tras 1793 (ya comentada aquí) llega, parece lógico, 1794, segunda entrega de la conocida como "trilogía de Estocolmo" cuya culminación, 1795, ya lleva casi un año en las librerías. Novela histórica negra, negrísima, que nos arroja sin contemplaciones a los abismos de un mundo de violencias y abusos en los que la inocencia de las personas más vulnerables se ve mancillada continuamente por los poderosos, guiados exclusivamente por la satisfacción de sus deseos e intereses.
Protagonizada de nuevo por el ex soldado Mickel Cardell, acompañado en esta ocasión por Emil, hermano pequeño del malogrado Cecil Winge, con quien colaboró en 1793. Ambos intentarán ofrecer algo de luz en el caso de Erik, un joven aristócrata enviado por su padre a la colonia esclavista de San Bartolomé para romper su relación con una campesina, que, a su regreso a Estocolmo tras años en el infierno de San Bartolomé, será acusado de un horrendo crimen. En la isla conocerá y conoceremos a Tycho Ceton, un hacendado inteligente, culto, cínico y perverso ("Vivo según el dictado de mi naturaleza: ¿qué va a hacer una avispa con su aguijón, sino picar?") cuyo papel en la tragedia de Erik será esencial. También continua la historia de Anna Stina, no menos trágica.
Una historia dura, que huele a basura y a mierda, de cuerpos torturados y esperanzas truncadas. Un relato descorazonador y pesimista que podría haber sido firmado por alguno de los críticos de la Revolución Francesa de 1789, como Edmund Burke, si este se hubiera dedicado a la ficción: "Es imposible estimar la pérdida que resulta de la supresión de las viejas costumbres y reglas de vida. A partir de ese momento no hay brújula que nos oriente, ni tenemos los medios para saber a qué puerto nos dirigimos", lamentaba Burke en sus Reflexiones sobre la revolución en Francia (1790). ¿Queríais una revolución impulsada por los ideales de la Ilustración? ¿Buscabais acabar con cualquier tradición o jerarquía que ahormara la capacidad del individuos para desarrollar su propia vida en libertad? Pues esto es lo que habéis conseguido.
"Yo no soy más que el hombre del mañana llegado antes de hora", proclama Ceton. El terrible final de la novela augura un no menos terrible desenlace de la trilogía.
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