Esta mañana han aparecido dos cabezas de lobo en las escaleras que dan acceso al Ayuntamiento de Ponga, en Asturias. En realidad estos macabros restos no "han aparecido", alguien los ha puesto conscientemente coincidiendo con la visita al municipio del presidente de la comunidad, Adrián Barbón y todos sus consejeros. En El Fielato podemos ampliar la noticia, con unas declaraciones de Barbón que... en fin: condena, pero...
Justo hoy leía esto en el libro de la antropóloga Deborah Bird Rose El sueño del perro salvaje (Errata Naturae 2023, traducción de Silvia Moreno Parrado):
“Recordemos aquella aciaga historia: «Había un hombre que disparaba a los perros, y ahora ese hombre está muerto». Esas palabras nos llevan a pensar en el sino y el destino de quienes propagan la muerte de forma indiscriminada. ¿Qué será de los humanos cuando los compañeros de nuestra humanidad ya no estén?”.
Los perros a los que se refiere son los dingos, Canis lupus dingo, el cánido salvaje australiano perseguido con saña hasta llevarlo al borde de la extinción, como en Europa hicimos con el lobo. Tiroteados, envenenados, sus perseguidores no se contentan con eliminar a los animales, sino que alardean de hacerlo, colgando sus cadáveres de vallas y árboles. Sobre esta práctica, escribe Deborah Bird Rose:
“Le pregunté a una amiga que conoce bien a los ganaderos qué creía que quería poder decir aquella persona al exponer así el cuerpo del dingo, y respondió: «Lo hace porque puede». Me parece la mejor explicación. […] En esta nauseabunda perversión, la muerte se ofrece como parte de la historia y la comunidad de quien lo ha matado. En vida, estas criaturas sufrieron el desprecio del ganadero, y ahora su muerte se expone en una narrativa de poder absoluto. […]
Esta exposición es una suerte de trofeo de la guerra contra el mundo salvaje. […] ¿Y acaso no es evidente que esos engaños totalitarios están inclinando la balanza entre crear y destruir hacia sistemas desenfrenados de desconexión y desorden? […]
Los cuerpos son trofeos y, por lo tanto, espejos: nos devuelven nuestra propia imagen: la imagen de cómo somos cuando salimos a torturar y matar y nos enorgullecemos de nuestra obra”.
“Había un hombre que disparaba a los perros, y ahora ese hombre está muerto”. No es una amenaza, es una realidad. Sin dingos, sin lobos, ya estamos muertos.
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