lunes, 24 de abril de 2023

Libres para obedecer: El management desde el nazismo hasta hoy

Johann Chapoutot
Libres para obedecer: El management desde el nazismo hasta hoy
Traducción de Elena M. Cano e Íñigo Sánchez-Paños
Alianza Editorial, 2022

"Nuestra intención no es ni esencialista ni genealógica: no se trata de decir que el management tiene orígenes nazis -no es cierto, existía ya desde hacía algunos decenios- ni que se trata en esencia de una actividad criminal.
Proponemos simplemente un estudio de casos que se basa en dos observaciones interesantes para nuestra reflexión sobre el mundo en el que vivimos y trabajamos: jóvenes juristas, universitarios y altos funcionarios del Tercer Reich reflexionaron mucho sobre cuestiones de gestión, puesto que la empresa nazi se enfrentaba a enormes necesidades en términos de movilización de recursos y de organización del trabajo. Paradójicamente, desarrollaron una concepción no autoritaria del trabajo, donde el empleado y el trabajador aceptan su destino y están conformes con su actividad, en un espacio de libertad y autonomía
a priori bastante incompatible con el carácter
iliberal del Tercer Reich, una forma de trabajo «por medio de la alegría» (
durch Freude) que prosperó después de 1945 y que nos resulta familiar hoy en día, en un momento en que se supone que el «compromiso», la «motivación» y la «implicación» derivan del «placer» de trabajar y de la «benevolencia» de la estructura.
El ejecutor, con la garantía de la autonomía de los medios, sin poder participar en la definición y en la fijación de objetivos, se sentía aún más responsable y, por lo tanto, culpable en caso de fracaso de la misión".
 
 
Es probable que todo lo que, de una forma o de otra, se asemeje o parezca emparentarse con el nazismo nos parezca una completa exageración, eliminando nuestro interés por el tema. Es una aplicación más de la conocida como "ley de Godwin", que viene a decir que "a medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno", momento en el que la discusión puede darse por caducada. No se trata de decir que el management tiene orígenes nazis, pero...

Sería un error despreciar de esta manera el libro de Chapoutot, un autor especialista en el estudio del nacional socialismo que, en esta fundamentada investigación, revela inquietantes aunque razonables parecidos entre las prácticas modernas, postayloristas, de gestión de las empresas y el modelo de organización del trabajo y la producción en la Alemania nazi. La multiplicación de territorios conquistados generó un grave problema de gestión y administración, ya que el personal destinado a esas tareas disminuía a medida que cada vez más jóvenes eran reclutados por las fuerzas armadas. La solución consistió en transformar profundamente la función pública:

"¿Cómo hacer más con menos hombres? Simplemente, hay que hacerlo mejor -y esa mejora no es una cuestión que haya que plantearle al Gobierno central, ni es una cuestión de medios-. Hacerlo mejor con menos incumbe a los agentes de la administración alemana, que deben reformar, o incluso transformar, sus prácticas para hacer frente a los retos de hoy y de mañana".
 
A partir de este planteamiento, el libro analiza el paradójico antiestatismo del nazismo, caracterizado por un "feudalismo administrativo" responsable sólo ante el Führer y empeñado en impulsar un sistema de "dirección de los hombres" (Menschenführung) que pusiera fin a la lucha de clases en favor de una "comunidad de trabajadores y jefes en la empresa". La desasosegante historia de Reinhard Höhn ejemplica esta oscura continuidad entre nazismo y management. Jurista ("una especie de Josef Mengele del derecho") y general de las SS, en 1953 ocupa el puesto de director de la Sociedad Alemana de Economía Política y en 1956 funda una Academia para Ejecutivos desde donde publicó decenas de libros y formó a más de medio millón de directivos traduciendo a la economía privada el pensamiento y la práctica de la administración militar prusiana y nazi, basadas en la "táctica de misión" (Auftragstaktik) o la "autonomía de dirección del soldado" (Innere Führung), mediante su blanqueamiento con las fórmulas de "management por delegación" y "delegación de responsabilidad".
 
El libro de Chapoutot, interesantísimo, nos ofrece una nueva luz para entender a personajes como Albert Speer, arquitecto predilecto de Hitler y ministro de Armamento y Producción de Guerra del Reich a partir de febrero de 1942, quien, con intención exculpatoria, reproduce en sus memorias un artículo aparecido en 1944 en el diario británico Observer, en el que se le describe en los siguientes términos:

"Speer no es uno de esos nazis extravagantes y pintorescos. De hecho ni siquiera se sabe si tiene opiniones políticas. Se habría podido adscribir a cualquier otro Partido político, si hacerlo le hubiera servido para conseguir trabajo y una carrera. Es un producto destacado del hombre medio, triunfador, bien vestido, cortés, incorruptible. [...] Más bien simboliza un tipo de hombre que se está volviendo cada día más importante en todos los Estados que participan en la guerra: el técnico, puro, el hombre brillante que no proviene de una clase social ni tiene antepasados gloriosos y cuyo único objetivo es abrirse camino en el mundo, gracias a sus facultades como técnico y organizador. Precisamente su falta de lastre psicológico y anímico y la desenvoltura con que maneja la temible maquinaria técnica y organizativa de nuestro tiempo hace que esta tipología insignificante llegue tan lejos en nuestros días. Este es su tiempo. Puede que nos deshagamos de los Hitler y de los Himmler, pero los Speer, sea lo que fuere que pueda pasarle a este en particular, seguirán mucho tiempo entre nosotros" [Albert Speer, Memorias, El Acantilado, 2001, traducción de Ángel Sabrido].
 
Esta podría ser también la semblanza de Eichmann, aquel hombre "normal" aplicado concienzudamente a la tarea de lograr que los trenes partieran y llegaran a su hora. Dos idiotas morales, especializados en pasar instantáneamente de la idea a la acción, sin que medie deliberación ninguna más allá del cálculo de la eficacia y la eficiencia y por ello inmunes a las contradicciones morales que pudieran derivarse de las consecuencias de sus acciones.
 
¡Qué razón tenía Oskar Lafontaine cuando, frente a la reclamación en 1982 del canciller Helmut Schmidt de que Alemania debía recuperar las viejas virtudes de la puntualidad, el orden o la laboriosidad, le espetó que estas eran meras virtudes secundarias, perfectamente adecuadas para dirigir un campo de concentración!

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