jueves, 23 de abril de 2020

1793

Niklas Natt och Dag
1793
Traducción de Patricia Antón de Vez
Salamandra, 2020

"Ahora he visto el mundo, Winge. Los humanos son sabandijas mentirosas, una manada de lobos sedientos de sangre y de poder. Los esclavos no son mucho mejores que sus señores, sólo más débiles. Los inocente sólo siguen siñendolo porque son unos incapaces. Antes de que París se convirtiera en un río de sangre, todo el mundo hablaba de igualdad, libertad y fraternidad, de derechos humanos, y ahora esas mismas voces se oyen aquí. Pues yo vi la declaración de los derechos del hombre escrita en los pellejos de hombres a los que habían desollado después de que la guillotina les separara la cabeza del cuerpo".

La historia se inicia en el otoño de 1793, en una Estocolmo que nos recuerda que la hoy admirable Suecia (por higiénica, cívica, social y democrática) fue en otros tiempos una sociedad bien distinta. Ya lo comprobamos con la novela de Mikael Niemi Cocinar un oso. Estocolmo, en concreto, es en esa época una ciudad profundamente desigual, sucia, brutal:

"En las orillas de la bahía se acumulan basura y estiercol de las letrinas del barrio de Normalm, por lo que el agua tiene un tono entre amarillo y marrón. [...] En la plaza está instalado el burro español con su lomo en cuña. Encima, sentado a horcajadas y con pesas en los pies, hay un hombre que no para de lloriquear. A juzgar por su atuendo, es el conductor de un coche de caballos al que han pillado cobrando de más. Cerca de allí puede verse a otro hombre, éste atado a la picota. Va medio desnudo y suelta aullidos. La sangre que le mana de la nariz se le mete en la boca. [...] Familias enteras viven apiñadas en esas barracas ruinosas, siempre en riesgo de que el precario techo les caiga encima. Esa gente, más que nadie, tiene buenos motivos para temer la estación que se avecina: el invierno no sólo llena a rebosar los hospicios de indigentes temblorosos, también hace que en los cementerios se acumulen cuerpos insepultos a la espera de que el terreno se deshiele".

El ex soldado y actualmente guardia de la ciudad Mickel Cardell, mutilado de guerra  y acostumbrado a la violencia (a sufrirla y a producirla), recupera del lago Fatburen, ubicado en la isla-barrio de Södermalm, un cadáver horriblemente mutilado, que recibirá el nombre (conmovedor intento de los investigadores por dotar de humanidad al anónimo cuerpo) de "Karl Johan":

"A Karl Johan le faltan ambos brazos y ambas piernas. Todos los miembros se han cercenado lo más cerca posible del cuerpo, tanto como ha permitido el uso sin trabas del cuchillo y la sierra. Al rostro le faltan también los ojos: fueron removidos de sus órbitas. Lo que queda del cuerpo se ve malnutrido, las costillas sobresalen. Aunque el vientre está distendido por los gases, que han vuelto hacia fuera el ombligo, los huesos de la cadera resultan claramente visibles bajo la piel. El pecho es delgado y estrecho, como el de un joven: aún no tiene la amplitud del de un hombre adulto. Las mejillas se ven hundidas. Del joven que una vez fue, lo que queda en mejor estado es el cabello".

Lo más terrible es que todas esas mutilaciones se han realizado en vida, y que la desdichada víctima ha sobrevivido a las mismas durante semanas.

Cardell constituirá una improbable pareja investigadora con el honesto y enfermizo (prácticamente moribundo) Cecil Winge: abogado, seguidor de Rousseau y Descartes, compañero de estudios del jefe de policía de Estocolmo, con quien ha colaborado en muchas ocasiones, empeñado en introducir en la policía criterios científicos de investigación:

"A lo largo de su carrera como abogado se hizo célebre por su absurda insistencia en interrogar a los reos, algo que se suele evitar en la medida de lo posible. Para colmo, su apego a los detalles hacía que sus casos se volvieran insoportablemente largos. Al final, pese a que nadie tenía la menor duda de que aquel al que Winge señalara como culpable o inocente lo era de verdad, los colegas no lo estimaban particularmente, más bien al contrario. La mayoría de quienes trabajan en el sistema judicial sólo quieren que la justicia se imparta lo más deprisa posible, pero con él se las veían y se las deseaban, pues Winge era todo un maestro del razonamiento lógico y una vez lanzado no había forma de detenerlo".

La investigación propiamente dicha del desmembramiento y asesinarto de "Karl Johan" se desarrolla en las parte primera y cuarta del libro. Entre ambas, otras dos partes se construyen al modo de flashbacks en los que conocemos las historias de Kristofer Blix, un joven aprendiz de cirujano que tras la guerra sobrevive en Estocolmo mediante pequeños timos, y de Anna Stina, una joven huérfana, pobre y trabajadora, que ve su vida truncada por una sociedad brutalmente patriarcal, en la que la religión reproduce y refuerza la estigmatización de las mujeres más pobres: "Es la vieja historia de siempre: una hija tan ramera como su madre; generaciones y generaciones que se remontan hasta el mismísimo pecado original". Ambas vidas se cruzarán y enlazarán en un acto de amor y redención, y serán claves en la resolución del caso.

Y todo ello ocurre en un escenario de tensiones políticas, tras el asesinato en marzo de 1792 del rey Gustavo III, sustituído por un príncipe heredero de apenas trece años, con una corte y una aristocracia aterradas ante la posibilidad de que los vientos revolucionarios nacidos en Francia lleguen hasta el corrompido Reino de Suecia. 

Un fascinante thriller histórico y psicológico, duro y explícito, que inaugura una trilogía que habrá que seguir leyendo.

No hay comentarios: