sábado, 28 de marzo de 2020

Cocinar un oso

Mikael Niemi
Cocinar un oso
Traducción de Nartin Lexell y Mónica Corral Frías
Seix Barral, 2019

"Fue el pastor quien me enseñó a ver. Me enseñó que el mundo a nuestro alrededor puede cambiar según cómo se miré. Yo había crecido caminando por valles y bosques de abedules, atravesando pinares y chapoteando por bamboleantes terrenos pantanoso. Este paisaje era el mío, lo conocía a fondo, esta árida tierra norteña con sus riberas pedregosas y sus serpenteantes senderos de animales.
Sin embargo, apenas había visto nada".


La historia transcurre en el año 1852 en Kengis, una pequeña comunidad rural perteneciente al municipio de Pajala, en el extremo norte de Suecia, muy cerca de la frontera con Finlandia. Una joven desaparece en el bosque y cuando encuentran su cadáver todo parece indicar que ha sido víctima de un oso. Esta es, desde luego, la explicación que deja satisfecho al inepto y engreido alguacil Brahe, molesto con la intromisión del párroco del pueblo, Lars Levi Læstadius, en sus pesquisas. Sin embargo, este está convencido de que, en realidad, se trata de un asesinato que alguien pretende hacer pasar por el ataque de una fiera.

Cuando, tras una noche de fiesta, otra joven sufre una brutal agresión, el pastor Læstadius (protagonista de la novela a la vez que destacado personaje real), acompañado de su joven pupilo Jussi, se implica plenamente en la tarea de aclarar lo que está ocurriendo en su pequeña comunidad. Recurriendo a sus dotes como botánico, acostumbrado a la observación científica de la naturaleza, el párroco avanzará en sus investigaciones, chocando una y otra vez con el alguacil y con otros vecinos del pueblo.

Porque el relato de esos crímenes y de su investigación se desarrolla en un contexto histórico de profundas tensiones religiosas, puesto que Læstadius es la cabeza visible de un movimiento de renovación espiritual enfrentado a muchos aspectos a la Iglesia de Suecia, y sociales: el pastor es un firme defensor de la educación del pueblo para liberarlo de la ingnorancia y la miseria, especialmente de las comunidades sami, los indígenas de Laponia, despreciados y explotados en la sociedad sueca. De alguna manera Jussi, de origen sami, es la prueba viviente de este empeño personal de Læstadius:

"Si un sencillo chico sami podía lograr esto, también otros podían seguir su camino. Pequeños campesinos y criadores de renos, cazadores y pescadores, criadas y leñadores. Un día también ellos serían capaces de contar sus vidas. En lugar de gastarse el dinero en aguardiente, comprarían libros, se reunirían por las noches para hablar sobre la luz del cielo, sobre las plantas de la tierra, sobre todo lo que significa ser una persona".

Un relato que contiene todos los elementos de una excelente novela de detectives (Læstadius y Jussi son un perfecto trasunto de Holmes y Watson), pero que no se agota en el thriller: por su trasfondo histórico, por la composición de sus personajes (que la convierten también en una novela de formación), por su  ambición ética. Por si fuera poco, hermosamente escrita.

"Esta es mi gente, la gente del norte. Para ellos predico. Son tan pocos, están tan dispersos... Si el habitante de la ciudad se parece  a una plomada, el hombre del norte es el viento. No pesa nada. Se mueve sin dejar huella, sin bullicio ni ruido. Si se coge un puñado de arena para escribir y se tira por la habitación, la arena desparece. Está allí, pero ya no se puede encontrar. Así son los norteños. Se reúnen en gran número sólo cuando las señales son favorables. Cuando los salmones remontan el río. Cuando las bayas silvestres maduran. Cuando los urogallos están en celo en los claros de los viejos bosques y las aves marinas ponen sus huevos. Entonces se juntan para recoger las riquezas hasta que llega la hora de seguir cada uno su camino. [...] Conocen el duelo. Saben que por cada persona viva hay diez desaparecidas, que por cada niño nacido mueren otros veinte, que el crío más flaco es quien suele sobrevivir mientras que el gordito se rinde cuando el pecho se agota. Saben que la felicidad es una red recién izada repleta de peces. Un cubo lleno de bayas silvestres. [...] Saben que el amor es poder yacer junto al fuego con un amigo. Dar la espalda a la oscuridad. Arrimarse uno al otro y pasar el interminable invierno contando historias. La manera más bella que tiene el ser humano de conservar el calor".

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