Peña Redonda se encuentra en una zona en la que antaño abundaron minas y canteras: pueden verse sus restos, entre bosquecillos de encinas.
No es una cumbre complicada, aunque hay que sudar sus empinados senderos. Lo más destacable de esta cumbre, como el resto de cumbres que conforman la sierra de La Peña, es su condición de abrupta frontera entre las llanuras que llevan hasta Tierra de Campos y la Alta Montaña Palentina.
Hay que seguir trepando, bajo un cielo esplendoroso, cuyo azul brillante sólo se ve matizado por las estelas de los aviones y por la luna, que se resiste a esconderse.
A nuestra izquierda, las cimas del Cueto, Peña del Fraile y las Peñas Mayores de Guardo y Velilla.
Collado, al que se llega si la subida se hace por la vertiente norte, desde el llamado Valle Estrecho.
Girando hacia la izquierda, aún nos quedan los últimos 300 metros de ascenso, primero por una pedriza, luego siguiendo un sendero de tierra en zig-zag que nos ayuda a superar los últmos repechos. El llano va quedando abajo. Ya se ve la gran cruz de hierro que corona la cima.
Desde la cima nos asomamos a la vertiente norte, totalmente distinta de la sur. Ahí abajo, diminutos entre los bosques, vemos los pueblos de Rebanal de las Llantas y San Martín de los Herreros. En verano subiremos desde ahí.
Hoy no he visto fauna salvaje, con la excepción de Garbi y de Sama, que son dos bestias subiendo al monte 😁
Una mañana estupenda.
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