Una posibilidad es la política que han seguido hasta ahora los países ricos, como la verja en la frontera entre Estados Unidos y México y la prohibición de la UE de acceder a sus costas. Equivale a construir comunidades cerradas en el mundo. Los ejemplos de Europa y Estados Unidos son los más conocidos, pero no son los únicos. Arabia Saudí ha construido una verja para separarse de Yemen, India está construyendo una para aislarse de Bangladesh, las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, en la costa marroquí, están totalmente valladas para impedir la entrada de inmigrantes africanos.Es una estrategia defensiva que, a pesar de sus costes y su dureza, no logra más que una leve reducción del número de inmigrantes y provoca tragedias esporádicas como las de Lampedusa. Además suscita incómodas dudas éticas sobre el derecho a impedir la libre circulación de los trabajadores mientras se permiten los movimientos de capital, bienes, tecnología e ideas.
Una alternativa mejor sería que los países ricos emprendieran una política coordinada para permitir una inmigración mucho más amplia y ordenada de trabajadores, tanto cualificados como no cualificados, mediante programas temporales de empleo. Eso supondría regularizar la potestad de personas procedentes de países pobres para solicitar y obtener empleo en países ricos y aplicar unas políticas de migración más tolerantes y selectivas.Debemos cambiar nuestra concepción del desarrollo y apartarnos del “nacionalismo metodológico”, poco apropiado para la era de la globalización. Desde el punto de vista global, no importa que los ingresos de una persona aumenten mientras está en su país de origen o en otro, porque el desarrollo global tiene en cuenta el aumento de las rentas de las personas, al margen de dónde vivan.Desde la perspectiva política de una nación-Estado, estas dos opciones no son ni mucho menos idénticas. Pero quizá tenemos que empezar a adaptar nuestras instituciones —y nuestra forma de pensar— para estar más en sintonía con la globalización. Si los factores de producción tienen libertad de movimientos, los trabajadores deben tenerla también.
Frente a esta opinión, la investigadora de Elcano considera que la propuesta de Milanovic es incompatible con el sostenimiento de los derechos sociales propios de los respectivos Estados de bienestar nacionales, ya que los derechos cuestan dinero:El llamado “Estado de Bienestar” es el resultado de una larga historia de presiones, tensiones y compromisos entre los diferentes grupos sociales de cada Estado-nación que han dado forma a un conjunto de derechos sociales. ¿Es compatible la existencia de esos derechos con una política de puertas abiertas y por tanto de crecimiento continuo del número y la variedad de individuos que pueden ser titulares de ellos?
[...] Milanović concluye su artículo diciendo: “Si los factores de producción tienen libertad de movimiento, los trabajadores deben tenerla también”. Pero olvida una diferencia clave: ni el capital ni los bienes de producción tienen derechos, sólo los individuos los tienen. Y el ejercicio de esos derechos cuesta dinero al Estado y por tanto a la sociedad en conjunto.
Recordemos que lo que Milanovic plantea no es una apertura total de fronteras, sino "una política coordinada para permitir una inmigración mucho más amplia y ordenada de trabajadores, tanto cualificados como no cualificados, mediante programas temporales de empleo". Pues ni por esas: ¡Viva el nacionalismo metodológico!
He cometido el error de meterme en el debate, pero es que no he podido evitarlo.No voy a seguir con ello, pero sí repito aquí lo que le acabo de decir a Josefina, defensora entusiasta de la posición anti-Milanovic:
Sólo espero, de corazón, que sus hijos tengan la suerte de seguir estando siempre en el "lado bueno" del nacionalismo metodológico.
http://www.change.org/es/peticiones/ministerio-del-interior-retiren-las-concertinas-de-las-vallas-de-ceuta-y-melilla
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