lunes, 13 de agosto de 2012

Montañas desmigajadas

"Desde lejos, desde el valle, parecen eternas, inmóviles; por el contrario, las montañas tiemblan descargando avalanchas, y puede bastar la onda sonora de los ecos de una voz, el golpe de ala de un halcón, el casco ligero de una gamuza, para arrastrar una ladera al precipicio. Las montañas envejecen, las graveras en la base de las paredes son los añicos de un cuerpo que se despelleja y se desmigaja. Cuando las subimos con esfuerzo, cuando nos lanzamos sobre ellas en el descenso, pasamos sobre su tiempo caduco, despegado. Las graveras son el fondo del reloj de arena".
Erri de Luca, Tras la huella de Nives, Siruela, Madrid 2006

Recordaba la reflexión de Erri de Luca estos días pasados, cuando ascendía Peña Prieta, Espigüete, Curavacas, Peña Santa Lucía y, esta misma mañana, Pico del Fraile.


La Montaña Palentina ofrece en abundancia el espectáculo que describe de Luca.
Las graveras, aquí llamadas pedreras o pedrizas, dominan la base de las montañas. Empinadas e inestables, su ascensión se hace eterna y exige toda nuestra resistencia.
Pero el descenso... eso es otra cosa: lanzarse por ellas requiere equilibrio y rodillas, pero nos perimite experimentar sensaciones vertiginosas,

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