jueves, 24 de septiembre de 2009

Los Derechos Humanos como programa de cambio

Hace unos días leíamos unas declaraciones atribuidas a Julio Anguita según las cuales en el momento actual habría que dejar a un lado las ideologías porque la única vía posible para cambiar el mundo serían los derechos humanos. "Yo, que soy comunista, hace tiempo renuncié a plantear el comunismo como alternativa o el socialismo, porque eso no llega a la gente. A la gente sí le llega un derecho humano", afirmó el ex coordinador general de IU.
Hoy hemos podido leer una aclaración del propio Anguita a estas declaraciones, aparentemente enfadado por las noticias sobre su supuesta renuncia al comunismo en favor del programa de los derechos humanos: "Yo jamás he renunciado al comunismo o al socialismo. Lo que pasa es que hace tiempo que renuncié a plantearlo a través de la simbología, porque es evidente que ya no gozan del prestigio de otros tiempos. Por eso, creo que la mejor forma de hacer llegar el comunismo en la actualidad es a través de los derechos humanos, que nos deben llevar a la Revolución".

Más allá del affaire Anguita, lo cierto es que José Saramago ya planteó hace algún tiempo esta reflexión. Por cierto, sorprende que el antiguo líder de IU no haga ninguna referencia a este hecho. El escritor portugués lo hizo en varios lugares, pero de manera especialmente destacada en el transcurso de una conferencia para clausurar el ciclo "Literatura y compromiso social", en la Escuela Julián Besteiro de UGT, el 29 de junio de 2000:

"Esta tarde me atrevería a proponer a los partidos de izquierdas -no hablo de los partidos de derechas porque no los conozco, no los he frecuentado nunca- algo tan simple como esto: que reúnan sus programas, sus discursos, sus propuestas y los metan en un cajón, cierren el cajón y tiren la llave. Que se olviden de esos papeles y levanten como programa y como bandera la Carta de Derechos Humanos. Nada más. Es cierto que necesitamos ideas, que las ideas con las que nos fuimos manejando a lo largo de nuestra vida se agostaron, que algunas entraron en una especie de atrofia de la que podrán ser rescatadas o no, pero, en este momento, si no me equivoco demasiado, y todo parece indicar que no, hay que apuntarse a lo básico, a lo fundamental, a los principios. El siglo XXI será el siglo donde se gane o se pierda la batalla por los Derechos Humanos".

¿Es realmente posible realizar esta sustitución?
En el transcurso de un coloquio en los años setenta, al calor del Concilio y lejos de la acritud que hoy destilan los debates sobre laicidades y laicismos, dialogaban el filósofo Herbert Marcuse y el teólogo Johann Baptist Metz. El filósofo afirmó que con las Bienaventuranzas no se podía hacer política, a lo que el teólogo respondió que tal vez fuera así en un sentido práctico, pero que sin ellas de ninguna manera podía hacerse una política humana.
Lo mismo ocurre con la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En todo caso, comparto con Saramago y con Anguita su reivindicación y, sobre todo, su llamamiento a llevara a la práctica.

En lo que se equivoca Anguita es en sus valoraciones sobre el nivel y la calida de la conciencia política de la ciudadanía, con declaraciones como estas:
  • "Los ciudadanos votan a ladrones y son plenamente conscientes. Pero se produce una complicidad tácita. Los ciudadanos se conforman con las migajas y aceptan la corrupción, que no es necesariamente robar. La corrupción también es, por ejemplo, incumplir responsabilidades".
  • "La gente ama la simplicidad, y los políticos se limitan a facilitársela. Hacen representaciones para perros mentales, para vagos. Pero cuidado, la pereza de las mentes es la antesala del fascismo. De ahí a levantar el brazo no hay nada".
Al menos, espero que se equivoque. Porque si no, ni comunismo, ni socialismo, no derechos humanos, ni nada que no sea nada más que más de lo mismo, de lo peor, además.
Contrasta su opinión con la expresada por Saramago, igualmente crítica, pero infinitamente más invitadora:

"Creo que la batalla de los Derechos Humanos la tendrá que dar la izquierda, una izquierda nueva y renovada, que habrá guardado sus propuestas para enarbolar la bandera de la Declaración Universal. Y a partir de ahí comenzaremos otra vez, en todos los niveles de la sociedad, empezando por la calle, a dejar oír nuestra voz, que parece que hemos perdido la facultad de indignación. Si el Real Madrid gana al Valencia en París, se reunirán en la Cibeles un millón de madrileños. Imagínense lo que hubiera sucedido en Portugal si hubiéramos vencido a Francia ayer: todos los problemas se olvidarían en aras de la concordia nacional, finalmente obtenida por el hecho de que once chicos ganaran un campeonato de fútbol. Y de acuerdo que todo eso lo necesitamos: alegría, distracción, diversiones... Pero la vida es una cosa tan seria, y las vidas que tenemos son tan cortas, tan breves, que si no hacemos nada por ellas, no hacemos nada por nosotros ni por los demás, por los chicos que no saben quiénes son, que no saben en qué creer, a esos a los que tenemos que pasarles el testigo. Sin embargo, a ellos les podemos decir: "Mirad, tenéis aquí este papel que fue redactado hace cincuenta años, y que, al contrario de lo que ocurre con mucho de lo que se escribe, el tiempo no le ha quitado importancia, ni le ha restado vigencia, es actual. Este papel es la Declaración de los Derechos Humanos, y nos ha sobrevivido". Esta es mi propuesta".

4 comentarios:

Pedro Cubero Villalba dijo...

Los Derechos Humanos son un gran programa, Sr. Zubero. Pero a mí me preocupa que de un tiempo a esta parte se está corriendo el riesgo de vaciarlos de contenido, de tal modo que hay derechos básicos -como el derecho a la vida y el supuesto derecho a aborto- sobre los que las cosas no están nada claras.
Por cierto, felicidades sobre su libro Se busca un trabajo decente, editado en Ediciones HOAC. Me ha aclarado muchas cosas.

kala dijo...

Estoy de acuerdo con Pedro en su temor ante la existencia del riesgo de vaciar de contenido el concepto de derechos humanos.Y esto tiene que ver con la pretension inconsciente y/o oportunista de algunos de blindar con la maxima proteccion la garantia de satisfaccion de sus aspiraciones.Precisamente,la capacidad de imponerse como exigencia etica de la que disponen los derechos humanos deriva del amplisimo consenso que suscita la adhesion al conjunto de derechos que configuran la declaracion de 1948.La obviedad de la exigibilidad del conjunto de derechos humanos reconocidos como tales como algo a blindar por encima de cualquier otra consideracion es lo que provoca la dimension del consenso.Y la pretension tan ampliamente consensuada de blindar superlativamente una serie de garantias a modo de derechos humanos es lo que provoca la inhibicion de cuestionarlos (entera o parcialmente)de aquellos que,sin esa presion,reivindicarian su desacuerdo.
Pero solamente si son pocos y a penas cuestionables mas alla de quienes no respetan lo mas basico y asumen que con su cuestionamiento seran inmediatamente estigmatizados,seguiran los derechos humanos siendo esa referencia etica suprema no supeditable a nada.
Esto no quita para que no pueda ser revisado el acta de derechos humanos de manera inclusiva.Pero siempre partiendo de un muy amplio consenso que blinde el concepto de derechos humanos de su capacidad de erigirse en referencia etica principal e incuestionable.Es la unica manera de garantizarnos el que el blindaje juridico extraordinario de unos minimos y de las garantias de su indiscutibilidad de facto.
Y,si Imanol,estoy de acuerdo con Saramago y Anguita en explotar al maximo la via de la defensa radical de los derechos humanos.Haciendolo decidida,constante e inteligentemente pueden dar un juego mucho mayor del que muchos piensan.Se trata de reivindicarlos siempre que proceda y de aplicar su reivindicacion a lo concreto.
!Son tantas las ocasiones en que la reivindicacion de grandes cambios en materia de derechos economicos,laborales...son reivindicables circunscribiendose a la reivindicacion del cumplimiento del acta de derechos humanos(y de la constitucion española sin ir mas lejos) ¡
Un saludo.
kala

Imanol dijo...

Estimado Pedro, gracias por lo que dices sobre el libro SE BUSCA TRABAJO DECENTE.
En cuanto al tema del aborto, coincido totalmente contigo en su complejidad. Y creo que si debe abordarse en términos de necesidad (porque ciertamente lo es, una dramática necesidad), nunca debería ser planteado en términos de "virtud".

Imanol dijo...

Buenos días, kala. Sólo decir que hago mío tu comentario, compartiendo especialmente tu temor de que la idea misma de "derecho humano fundamental" en un contexto en el que se ha generalizado de tal manera la cultura de los derechos que acab por banalizarse: recordemos ese anuncio de "tienes derecho a Internet".