Y lo más sorprendente es que ninguno de ellos protestaba ni oponía resistencia, sino que, como quien ha acatado el veredicto, se iban apretando cada vez más en el camión".
¿A qué nos recuerda esta descripción? Al leerlo yo he pensado inmediatamente en los camiones convertidos en cámaras de gas rodantes que los nazis utilizaron en su bestial proyecto genocida.
En su impresionante estudio titulado Modernidad y Holocausto el sociólogo Zygmunt Bauman se refiere a estos camiones cuando analiza la perversión que anida bajo ese tipo de mentalidad técnica, fría y objetivista, que explica la colaboración de muchísimas personas con el exterminio de los judíos, personas que consiguieron una absoluta distancia psicológica de las víctimas de sus acciones cuando se refiere al caso de Willy Just, encargado de mejorar el funcionamiento de esos vehículos, cuyo informe final decía así:
"Un camión más corto completamente cargado podría funcionar con mucha más rapidez. Acortar el compartimento trasero no afectaría de forma negativa el equilibrio del peso sobrecargando el árbol delantero porque de hecho se produce de forma automática una corrección en la distribución del peso debido al hecho de que el cargamento, en su lucha por alcanzar la puerta trasera durante la operación, siempre se sitúa cerca de ella. Como el conducto de enlace se oxidaba rápidamente debido a los fluidos, se debe introducir el gas por la parte superior, no por la inferior. Para facilitar la limpieza, se debe practicar en el suelo un orificio de 10 a 30 cm con una cubierta que se pueda abrir desde el exterior. El suelo debe estar ligeramente inclinado y la cubierta tiene que tener un pequeño cedazo. De esta manera, todos los fluidos se dirigirán al centro, los fluidos ligeros saldrán durante la operación y los fluidos más densos se pueden limpiar con una manguera después".
Referencias al equilibrio y a la distribución del peso, a conductos de enlace e inclinaciones del suelo, se mezclan con alusiones a un “cargamento” que “lucha por alcanzar la puerta trasera” en el transcurso de la “operación”. El problema, por lo visto, son unos extraños “fluidos” ligeros y densos. ¿De qué está hablando? ¿Qué oculta ese lenguaje calculadamente técnico? Bauman nos aclara sin contemplaciones todo el horror que esta forma de analizar y describir la realidad oculta:
"Just pensó que era inútil utilizar metáforas ni eufemismos y utilizó el lenguaje de la tecnología, directo y práctico. Como experto en la construcción de camiones, intentaba solucionar el problema del cargamento, no de los seres humanos que luchaban por respirar. Se enfrentaba con fluidos ligeros y densos, no con excrementos y vómitos humanos. El hecho de que la carga fueran personas a punto de ser asesinadas que perdían el control de su cuerpo no le restaba valor a la dificultad técnica del problema".
Sin embargo, el texto con el que abro este comentario no procede de ninguna de las muchas obras que recuerdan el Holocausto. No. Ese texto procede del relato titulado Hirbet Hiza. Un pueblo árabe (Editorial Minúscula, 2009), escrito en 1949 por el autor judío S. Yizhar. El autor narra la actuación, a fines de los años cuarenta, de una unidad del ejército israelí que ocupa un pequeño pueblo árabe expulsando a sus habitantes con el fin de que sea ocupado por colonos judíos. Reproduzco unas líneas de la reseña que al respecto proporciona la propia editorial: "El narrador, a medida que avanza la operación militar, siente un fuerte rechazo ante las órdenes recibidas. Tras su publicación en 1949, este libro impactante suscitó un amplio debate en la sociedad israelí acerca de las bases éticas del nuevo Estado, la responsabilidad del individuo, la necesidad o no de obedecer más allá de lo que dicta la propia conciencia".
Un relato excepcional que también sirve para recordar la pujanza de una sociedad civil y de una intelectualidad hebreas capaces de mirarse críticamente, sin complacencias, a pesar de lo complicado de su situación.
"Camiones... ¿qué me recordaban".
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