Una a una en la oscuridad
Traducción de Regina López Muñoz
Errata naturae, 2025
"Una vez, en una de aquellas salidas, paró a echar gasolina en un pueblo del condado de Fermanagh que la atrajo especialmente. Hacía una mañana luminosa y Cate recordaba flores y un ambiente de discreta prosperidad, negocios impecables, en la puerta de uno de ellos varios manojos de zanahorias con las hojas intactas. Le pareció el clásico lugar al que tantas de las personas que ella conocía en Londres desearían mudarse, y que desmentía la idea que muchos de ellos debían tener sobre la vida en Irlanda del Norte. Sin embargo, más tarde oyó por la radio la noticia de que un varón de veinte años, reservista del RUC, había muerto tiroteado en aquella misma localidad mientras trabajaba en la frutería de su padre. Y aunque no quiso pasar por allí de nuevo para regresar a casa aquella tarde, no le quedó otra. Para entonces el tiempo se había maleado y la cinta de plástico que la policía había atado a varias farolas para acordonar la zona latigueaba y se tensaba por efecto del potente viento y la lluvia. El Ejército había montado un puesto de control y estaban parando a todos los coches: fue una situación horrenda y deprimente. Pensó en el muchacho muerto y se avergonzó de la sensiblería facilona que se había adueñado de ella aquella misma mañana".
Publicada originalmente en 1997, esta es una novela profundamente íntima y, al mismo tiempo, hondamente política. Deirdre Madden sitúa su relato en Irlanda del Norte durante los años más crudos del conflicto sectario, pero evita deliberadamente el tono épico o militante que suele acompañar a las narraciones sobre The Troubles. Por el contrario, la autora elige una perspectiva doméstica, fragmentaria y silenciosa, centrada en la vida de tres hermanas -Cate, Helen y Sally Quinn- cuya historia familiar se ha visto atravesada por la violencia y la pérdida.
La novela se construye a partir de recuerdos, conversaciones y escenas cotidianas que, poco a poco, van revelando la herida central del relato: el asesinato del padre de las protagonistas, un hombre católico moderado, a manos de paramilitares protestantes. Este hecho no se presenta como un momento culminante narrado con dramatismo, sino como una presencia-ausencia constante, un vacío que organiza las vidas de las hermanas y condiciona sus decisiones, sus silencios y su manera de mirar el mundo. Deirdre Madden parece interesada menos en el acto violento en sí que en sus consecuencias a largo plazo, en cómo la violencia política se infiltra en la intimidad y transforma toda la existencia.
"Más de tres mil personas habían muerto asesinadas desde el inicio del conflicto, y todas y cada una de ellas tenían padres, maridos, esposas e hijos a los que les habían arruinado la vida. La prensa hablaba de ellos un par de días, pero en cuanto acababa el funeral era como si aquello fuese el final, cuando no era más que el principio".
La novela huye del maniqueísmo, no busca repartir culpas de forma simplista ni ofrecer una explicación totalizadora del conflicto norirlandés. Por el contrario, insiste en la ambigüedad moral, en la complejidad de las lealtades y en la dificultad de mantener una postura ética clara en un contexto donde la violencia se ha normalizado.
Cada una de las hermanas encarna una respuesta distinta al conflicto y a la herencia familiar. Sally, la menor, permanece en Irlanda del Norte y asume un papel casi maternal, aferrándose a la tierra, a la casa y a una cierta idea de continuidad. Helen, abogada y defensora de los derechos humanos, se convierte en la voz más explícitamente crítica frente a la violencia institucional y paramilitar; su postura ética, sin embargo, no la protege del cansancio ni del desencanto. Cate, ha emigrado a Londres y representa el deseo de escapar, de vivir al margen del conflicto, aunque esa distancia geográfica no logre borrar del todo el peso del pasado. Al centrarse en las experiencias de las mujeres y en el ámbito familiar, la autora amplía el marco habitual de la narrativa política y nos recuerda que los conflictos históricos no se viven solo en las calles o en los titulares, sino en las cocinas, en las relaciones entre hermanas, en los recuerdos que se transmiten -o se callan- de generación en generación.
El estilo de Madden es sobrio, delicado y profundamente contenido. Su prosa evita el exceso emocional, pero logra una intensidad notable a través de la observación precisa y el ritmo pausado. Las escenas familiares, las conversaciones aparentemente triviales y los paisajes rurales del Ulster adquieren un valor simbólico poderoso: son espacios donde la memoria se activa y donde la historia colectiva se filtra de manera casi imperceptible. La fragmentación narrativa, con saltos temporales, recuerdos intercalados y perspectivas que se superponen, refuerza la sensación de que el pasado no es algo cerrado, sino una presencia viva que irrumpe constantemente en el presente.
Un relato que, más que explicar la violencia, se pregunta cómo se sobrevive a ella, día tras día, una por una, en la oscuridad.

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