En una voz humana
Traducción de Jaime Collyer
Taurus, 2025
"Entonces, desde el ventajoso punto de vista del presente, se me ha vuelto posible clarificar y articular lo que no era muy posible ver o decir cuando publiqué por primera vez mi trabajo: que la «voz diferente» (la voz de la ética del cuidado), aunque inicialmente fue escuchada como una voz «femenina», es, de hecho, una voz humana, que la voz de la que se diferencia es una voz patriarcal (escúchense los reveladores binarismos y jerarquías de género) y que, allí donde el patriarcado está en vigor y se hace cumplir, la voz humana es una voz de resistencia, y la ética del cuidado, una ética de la liberación”.
Desde las primeras páginas de este libro Carol Gilligan nos invita a detenernos, a prestar atención a la manera en que la vida se manifiesta en la palabra, el gesto y el silencio. La autora, pionera en la ética del cuidado, regresa décadas después de su obra seminal In a Different Voice: Psycological Theory and Women´s Development (1982; publicada en español en 1985 por Fondo de Cultura Económica con el título La moral y la teoría: Psicología del desarrollo femenino) para ampliar y clarificar su reflexión: reconociendo que su trabajo anterior "llegó a ser visto a través del prisma de las mismas comparaciones binarias y jerarquías que en principio [se] había propuesto desafiar", en este libro busca hacernos reconocer que esa voz “otra” o "diferente", históricamente silenciada, es en realidad una voz humana.
"El motivo inmediato de este libro es que se cumplen cuarenta años de la publicación de En una voz diferente, así como el aniversario cuadragésimo quinto de la aparición del ensayo original, aparecido en 1977, con el mismo título de «En una voz diferente», en la Harvard Educational Review. Sin embargo, el elemento gatillador más de fondo fue, en rigor, la intuición que me ha llevado a cambiar el título original.
Había estado rondando esa intuición durante años, presionada por las nuevas investigaciones y por los cambios producidos en el clima sociopolítico imperante. Lo sorprendente para mí es que me haya tomado tanto tiempo vislumbrar lo que, visto en retrospectiva, parece evidente: la voz asociada a la ética del cuidado es una voz simplemente humana y adjudicarle a una voz humana el rótulo de lo «femenino» es problemático. En la aproximación a esta novedosa claridad, tuve a menudo la sensación de estar intentando abrirme paso en un terreno enmarañado. Escuchar la «voz diferente» como una voz humana implicaba sortear una serie de impedimentos que surgían en el camino a la conclusión de que la división binaria del género -la construcción de las capacidades humanas como «masculinas» o «femeninas»- no es solo una distorsión de la realidad, sino una piedra angular del patriarcado. Este libro cobró ímpetu a partir de todo lo que se deriva de esa toma de conciencia y queda clarificado por ella".
Había estado rondando esa intuición durante años, presionada por las nuevas investigaciones y por los cambios producidos en el clima sociopolítico imperante. Lo sorprendente para mí es que me haya tomado tanto tiempo vislumbrar lo que, visto en retrospectiva, parece evidente: la voz asociada a la ética del cuidado es una voz simplemente humana y adjudicarle a una voz humana el rótulo de lo «femenino» es problemático. En la aproximación a esta novedosa claridad, tuve a menudo la sensación de estar intentando abrirme paso en un terreno enmarañado. Escuchar la «voz diferente» como una voz humana implicaba sortear una serie de impedimentos que surgían en el camino a la conclusión de que la división binaria del género -la construcción de las capacidades humanas como «masculinas» o «femeninas»- no es solo una distorsión de la realidad, sino una piedra angular del patriarcado. Este libro cobró ímpetu a partir de todo lo que se deriva de esa toma de conciencia y queda clarificado por ella".
Lejos de concebir la “voz diferente” como esencialmente femenina, Carol Gilligan plantea que esa voz es, en realidad, una voz humana que ha sido históricamente desautorizada bajo el patriarcado. Su análisis muestra cómo la socialización de género implica un “cambio de voz”: las niñas aprenden a domesticar su “voz salvaje”, ligada a la espontaneidad y a la relación, mientras que los niños se ven forzados a reprimir su expresión emocional para ajustarse a normas de masculinidad. De este modo, el orden patriarcal se sostiene no solo sobre la imposición de jerarquías, sino también sobre el silenciamiento sistemático de las mujeres, cuyas voces se dejan de escuchar, se tergiversan o se privan de credibilidad, con lo cual se restringe la posibilidad de un diálogo auténticamente humano.
Carol Gilligan desarrolla una tesis central: escuchar, en su sentido más profundo, constituye una forma de ética (yo diría que es la esencia de la ética: mirar y pensar con atención). La atención plena a los relatos de vida de quienes nos rodean, a sus temores y alegrías, no es solo un gesto moral, sino una forma de conocimiento. A lo largo del ensayo, la autora recurre a ejemplos de la vida cotidiana, de entornos educativos, clínicos y comunitarios, mostrando cómo la empatía, el cuidado y la responsabilidad compartida conforman una experiencia moral que trasciende diferencias de género. La ética del cuidado, subraya, no es una característica femenina sino el auténtico lenguaje de la humanidad.
Es imposible abordar este libro sin ponerlo en díálogo con In a Different Voice. En 1982, Gilligan propuso que la perspectiva femenina ofrecía una ética distinta, orientada al cuidado, frente a la ética de la justicia dominante, centrada en principios abstractos y jerárquicos. Su investigación demostró que las mujeres tienden a priorizar relaciones, empatía y responsabilidad contextual, desafiando una visión unilateral de la moral. Ahora trasciende la distinción de género y la voz que antes parecía “otra-femenina” ahora se afirma como humana, universal. La autora subraya que todas y todos -mujeres y hombres- podemos aprender a escuchar, a cuidar, a responder con atención a la vulnerabilidad de la otra y el otro. Como señala Joan C. Tronto en ¿Quién lo cuida?:
"Las mujeres y los empleados domésticos parecen tener una habilidad «natural» para el cuidado porque ese es el papel que se espera que desempeñen. Sin embargo, la verdad es que el cuidado requiere práctica. Quienes no sean muy duchos en ello en el presente pueden mejorar a base de práctica. [...] Y el mejor modo de conseguirlo es cuidar más [...]".
La diferencia ya no reside en quién habla, sino en cómo nos enseñamos a escuchar y a atender, reconociendo que la moralidad se construye en la relación, no solo en principios abstractos.
El cambio de enfoque también se refleja en el estilo. Mientras que In a Different Voice se apoyaba en entrevistas clínicas y estudios empíricos, este ensayo es más introspectivo y narrativo, y la autora combina la reflexión ética con experiencias personales y observaciones sociales (como los ejemplos de Greta Thunberg con su cartel hecho a mano sentada frente al parlamento sueco, o el Darnella Frazier, la adolescente que grabó con su teléfono móvil la agonía y asesinato de George Floyd) para sostener que que la ética del cuidado no es un ideal abstracto, sino una práctica cotidiana. La autora nos invita a reconocer que cada conversación, cada gesto de atención, es un acto moral que puede transformar la relación entre las personas y la sociedad en su conjunto.
El cambio de enfoque también se refleja en el estilo. Mientras que In a Different Voice se apoyaba en entrevistas clínicas y estudios empíricos, este ensayo es más introspectivo y narrativo, y la autora combina la reflexión ética con experiencias personales y observaciones sociales (como los ejemplos de Greta Thunberg con su cartel hecho a mano sentada frente al parlamento sueco, o el Darnella Frazier, la adolescente que grabó con su teléfono móvil la agonía y asesinato de George Floyd) para sostener que que la ética del cuidado no es un ideal abstracto, sino una práctica cotidiana. La autora nos invita a reconocer que cada conversación, cada gesto de atención, es un acto moral que puede transformar la relación entre las personas y la sociedad en su conjunto.
"[E]l patriarcado está reñido con la democracia, que descansa en la premisa de una voz igual o la igualdad. Pero el patriarcado es, además, contra natura: está reñido con nuestra naturaleza humana. El amor y la empatía amenazan su jerarquía de privilegios y poder, y nuestra capacidad de otorgar voz a nuestra experiencia rompe con sus silencios. Para mantener formas de vida en que algunos humanos son considerados más humanos que otros, es necesario que quienes están en la cúspide no registren los sentimientos de aquellos que están por debajo y que las voces de quienes están en la base no sean escuchadas o tomadas en serio".
Porque los vínculos de confianza y la disposición a abrirse a la otra, al otro, son fundamentales para la construcción de justicia. Más allá de los grandes marcos normativos la ética no va de aplicar reglas abstractas, sino de responder a situaciones concretas con atención, delicadeza y reconocimiento de la humanidad (vulnerabilidad) compartida. Por eso, en un mundo como el actual, fragmentado y jerárquico, tantas veces brutal, escuchar, reconocer y cuidar es una propuesta de transformación cultural: enseñar, practicar y valorar la atención humana como base de la convivencia y la justicia. Frente a la brutalización del mundo moderno, la propuesta de Carol Gilligan resuena como una invitación a recuperar la humanidad empezando por nuestras relaciones cotidianas.
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