sábado, 28 de junio de 2025

Cuidado y política democrática

Joan C. Tronto
* Democracia y cuidado: Mercados, igualdad y justicia
* ¿Quién lo cuida? Cómo remodelar una política democrática
Traducción de Jean-François Silvente 
Rayo Verde, 2024 (febrero y septiembre)
 
Hace años vengo utilizando como referencia para muchas de mis reflexiones la definición ampliada de cuidado propuesta en 1990 por Joan C. Tronto y Berenice Fisher: “Una actividad de especie que incluye todo aquello que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro «mundo» de tal forma que podamos vivir en él lo mejor posible. Ese mundo incluye nuestros cuerpos, nuestros seres y nuestro entorno, todo lo cual buscamos para entretejerlo en una red compleja que sustenta la vida” (Congreso Internacional Sare 2004: “¿Hacia qué modelo de ciudadanía?”, 2005: 234). 
 
En un mundo donde la democracia como proyecto de vida en común parece perder fuerza y las instituciones públicas se vacían de sentido, Joan C. Tronto se ha convertido en la mejor referencia para reflexionar sobre la necesidad y posibilidad de poner el cuidado en el centro de la política. En su obra Joan Tronto parte de reconocer una verdad incómoda: vivimos una profunda crisis de cuidado. Hay más necesidad que nunca de cuidado (personas, realidades colectivas, recursos culturales) y, sin embargo, los mecanismos para responder a esas necesidades son débiles, precarios o directamente inexistentes. El cuidado, lejos de ser una prioridad pública, se ha confinado a los márgenes, desvalorizado como trabajo informal, casi siempre femenino, casi siempre invisible. Pero la autora no se queda en el diagnóstico social, sobradamente conocido. Su aportación fundamental es el establecimiento de una conexión esencial entre esta crisis de cuidado y una crisis de la democracia misma. ¿Qué sentido tiene una democracia que no se hace cargo de lo más elemental: sostener la vida, proteger la vulnerabilidad, garantizar que todas y todos podamos participar sin estar desbordadas por el agotamiento o la precariedad? 

En Democracia y cuidado redefine lo democrático no como el ejercicio de votar cada cierto tiempo, sino como el proceso colectivo de preguntarnos -y responder- quién cuida, a quién, cómo y con qué apoyo. Para ello, propone una teoría del cuidado dividida en cinco fases: reconocer la necesidad o “preocuparse por” (caring about), asumir la responsabilidad o “cuidar de” (taking care of), actuar o “administrar el cuidado” (caregiving), “recibir el cuidado” (care-receiving) y, en una quinta que incorpora en este libro, cuidar colectivamente con justicia o “concuidar” (caring with). Esta última es clave: solo cuando el cuidado se hace con otras y otros, con estructuras igualitarias y con una mirada política, se convierte en cimiento democrático (op. cit.: 66-67, 86-88, 276). El problema es que el modelo neoliberal, con su énfasis en la autonomía, el rendimiento y el mercado, ha erosionado el valor del cuidado. En lugar de distribuirlo de forma justa, lo ha privatizado, externalizado o simplemente ignorado, creando una ciudadanía idealizada como autosuficiente, cuando en realidad todas y todos, sin excepción, dependemos del cuidado en algún momento de nuestras vidas. Por eso, la verdadera ciudadanía debe construirse desde la interdependencia, no desde la ilusión de independencia. Frente a la “irresponsabilidad privilegiada” (ibid.: 126, 129, 203) y, especialmente, frente a la generización y mercantilización del cuidado que otorga a los varones productivos un “pase” para despreocuparse del cuidado (ibid,: 147, 183), Tronto defiende enfáticamente que la verdadera libertad no estriba en la independencia sino en el compromiso con las y los demás:

"La dependencia marca la condición humana desde el nacimiento hasta la muerte. En realidad, lo que nos hace libres es nuestra capacidad de cuidar y de comprometernos con lo que nos preocupa. Se trata de un tipo de opción, pero no es una opción entendida de forma simplista. Requiere acción más que consumo. Requiere involucrarse con los demás. No se nos suele presentar, o no parece llegar hasta nosotros, como una opción. Cuando la gente se compromete, siendo o no consciente de las constricciones que la rodean, y se mantiene firme ante esos compromisos, entonces se puede elegir una opción con toda libertad. No conozco una forma mejor de concebir la libertad" (ibid.: 187).
 
Dos años después de Democracia y cuidado (la publicación original es de 2013) Joan Tronto vuelve a este mismo terreno, pero ahora con un tono más directo, casi urgente, con un ensayo Breve, casi un manifiesto político en favor del cuidado democrático: ¿Quién lo cuida? Cómo remodelar una política democrática (e.o. 2015). En este texto más breve, Tronto insiste en sus argumentos centrales: que la democracia no puede sobrevivir si no se reforma desde la ética del cuidado, que hay que redistribuir cargas de cuidado, repensar nuestras instituciones para que sean sensibles a las necesidades humanas reales, y crear espacios donde la ciudadanía pueda deliberar sobre cómo queremos cuidarnos mutuamente, que es fundamental ver el cuidado como algo político ya que está impregnado de poder, no como un acto individual, sino como una responsabilidad compartida. En un mundo donde la indiferencia y la desigualdad se normalizan, la autora nos recuerda que cuidar no es una debilidad, sino una forma de poder, y que la pregunta más urgente no es solo quién gobierna, sino quién cuida. Para responderla adecuadamente debemos desnaturalizar el cuidado: “Las mujeres y los empleados domésticos parecen tener una habilidad «natural» para el cuidado porque ese es el papel que se espera que desempeñen. Sin embargo, la verdad es que el cuidado requiere práctica. Quienes no sean muy duchos en ello en el presente pueden mejorar a base de práctica” (op. cit.: 109-110). De ahí su apuesta por “activar la revolución del concuidar” (ibid.: 105).
 
Además de su dimensión político-democrática, Joan Tronto enfatiza la dimensión moral del cuidar: cuidar nos hace ser personas más “atentas”, más “responsables”, más “competentes” y más “responsivas” (ibid.: 65). Combinando las categorías de "respuesta", "receptividad" y "responsabilidad' (Rosa, 2019: 24), la responsividad sería la capacidad de respuesta recíproca entre un sujeto y el mundo; significa estar abiertas a ser afectadas por algo (una persona, una obra, una idea, un paisaje) y ser capaces de responder de manera auténtica, viva, no mecánica. Un mundo responsivo es aquel que "nos habla", y al cual sabemos responder. No se trata solo de escuchar, ni de actuar por reflejo: se trata de establecer una relación vibrante, transformadora, donde algo nos toca, nos mueve, y también podemos transformarlo en el proceso. 

A partir de todo lo expuesto, se vislumbra una vía posible para reconstruir la ciudadanía social desde un nuevo horizonte ético y político, más acorde con nuestra vulnerabilidad constitutiva y con las exigencias de una vida democrática verdaderamente inclusiva. Si asumimos que la vida buena no se define por la independencia absoluta ni por la autosuficiencia, sino por la capacidad de cuidar y dejarnos cuidar, de responder y ser tocadas por el mundo, entonces podemos imaginar una ciudadanía no como estatus jurídico abstracto, sino como una práctica relacional, situada y responsiva. En este sentido, el marco teórico y ético que propone Joan Tronto ofrece herramientas fecundas para repensar los pilares de la convivencia democrática. Es urgente activar una revolución del concuidar: repensar las instituciones desde la fragilidad y la interdependencia, redistribuir de forma justa el trabajo del cuidad, y fomentar formas de vida que valoren más la reciprocidad que el rendimiento. Así entendida, la ciudadanía social ya no sería una ficción legal ni una promesa neoliberal de inclusión condicional, sino un tejido de relaciones vivas, sostenidas colectivamente, donde cada persona cuente, sea escuchada y pueda responder sin miedo ni agotamiento. Esta reconstrucción no es una utopía inalcanzable, sino un punto de partida radicalmente posible si tenemos el coraje político y moral de comenzar por lo más básico: cuidar juntas y juntos el mundo que compartimos.

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