martes, 30 de septiembre de 2025

Humus

Gaspar Koenig
Humus
Traducción de Lydia Vázquez
Seix Barral, 2025
 
"La procesión se detuvo a la altura del antiguo seto, cuyos restos estaban recubiertos de hiedra. Kevin cogió la pala, dio unos pasos para elegir el mejor sitio y empezó a cavar. La hoja se hundió fácilmente en el suelo. La tierra estaba negra y brillante. Despedía un penetrante olor a sotobosque. En uno de los terrones que sacó, vio un buen grupo de anécicas, agitándose húmedas, en plena forma. Se volvió hacia sus compañeros. Todos observaban el mismo espectáculo.
-¡Eso era! -murmuró Matthieu-. Todo lo que tenía que hacer era esperar.
-Todo llega a su debido tiempo -añadió Louis".
 
 
En Humus el filósofo francés Gaspard Koenig delimita un campo donde se entrelazan ideas, contradicciones y pasiones de una generación que vive marcada por la ecoansiedad. La novela se lee como una gran metáfora de lo humano: así como el humus nace de la descomposición y genera vida nueva, también los personajes de esta historia atraviesan sus crisis y desgarros para dar forma a una reflexión profunda sobre el lugar y el papel del ser humano en un mundo en colapso.

La narración avanza por capas, como estratos de compost, alternando las voces de los protagonistas principales, Kevin y Arthur, dos jóvenes estudiantes de Agronomía que comparten la angustia por la devastación medioambiental, pero acaban encarnando respuestas opuestas. Hijo de agricultores, Kevin sueña con transformar esa preocupación en una start-up de vermicompostaje y convertirse en pionero del capitalismo verde; Arthur, procedente de una familia burguesa, decide volver a las tierras familiares contaminadas y trabajar desde lo concreto, con el anhelo de regenerarlas y devolverles vida. A través de ellos, Koenig traza un mapa amplio que va desde la Normandía rural hasta Silicon Valley, pasando por colectivos anarquistas y despachos de poder, en un viaje que pone en tensión el campo y la ciudad, la lucha de clases, la movilidad social y las distintas formas de insurrección ecológica. 

La novela se lee con facilidad y gusto como producto literario, pero a ratos incomoda cuando despliega tensiones entre distintas salidas posibles a la crisis ecológica: las soluciones tecnocientíficas y empresariales, ligadas al capital y a una visión de control; las respuestas sociales radicales, que buscan reorganizar la vida colectiva desde proyectos comunitarios o militantes; y la dimensión más íntima, existencial, de la relación cotidiana con la tierra. Su visión ferozmente satírica del movimiento Extinction Rebellion, "tapadera versión Disneylandia de una organización mucho más seria: Extinction Revolution", precursora a su vez de una definitiva "Extinction Extinct", da lugar a los momentos más cinematográficamente enloquecidos del relato.

No parece que el autor pretenda darnos respuestas, sino sembrar dudas. Es verdad que en el centro de la novela laten las lombrices de tierra, humildes protagonistas biológicos de las que depende la fertilidad del planeta. Koenig abre su relato con una extensa referencia a la geodrilología -la ciencia que las estudia- para recordarnos que sin esos seres ciegos e invisibles no habría vida posible. Las lombrices, laboriosas agricultoras del subsuelo, son un símbolo de la regeneración, pero también de nuestra fragilidad. Su presencia, aparentemente secundaria, resuena como un eco que recorre toda la obra: somos tan vulnerables como el suelo que habitamos. Así, la obra nos recuerda que nuestra condición humana está literalmente ligada al humus: a la tierra que nos sostiene, a lo que se descompone y renace, a lo que nos iguala en humildad y fragilidad. De alguna forma la novela nos obliga a mirar hacia abajo, hacia el suelo, hacia lo invisible que nos mantiene con vida, y a reconocernos como parte de ese ciclo en el que todo nace y todo vuelve. 
 
Tal vez la respuesta a la crisis no esté en inventar grandes sistemas (sean neoliberales o revolucionarios), sino en volver a la lentitud y a la humildad de lo vivo. La fertilidad de la tierra se ofrece como una verdad simple: la vida sigue sus ritmos, y lo que hay que aprender es a sintonizar con ellos. De ahí que pueda leerse como una apuesta por la vida simple y localizada, semejante a la de las y los habitantes de Saint-Firmin-sur-Orne, la pequeña localidad de Normandía donde Arthur ensaya su proyecto de vuelta a la tierra (aunque sobre ella se cierne el voto a Rassemblement National como expresión del "odio a la administración, a sus dictados, a sus intromisiones y a su cobardía"). Es verdad que el final no “resuelve” la novela, sino que más bien abre un gesto de renuncia: al control, al heroísmo, a la utopía; no hay un programa político en esa pala que se hunde, sino una sugerencia de reencuentro con lo vivo.

Lo que me ha incomodado de la novela es el papel de los personajes femeninos -Anne, Philippine y Léa,  particularmente-, descritas con roles que contrastan con la complejidad, el dinamismo y las contradicciones de Kevin y Arthur. Mientras los protagonistas masculinos cargan con la trama filosófica, política y existencial del relato, las mujeres ocupan posiciones secundarias o funcionales a sus trayectorias, a veces burdamente estereotipadas. En conjunto, el diseño narrativo parece inclinarse hacia una visión masculino-céntrica, donde los varones son los portadores de la acción, el debate filosófico y la utopía, y las mujeres orbitan como figuras de deseo, de obstáculo o de apoyo emocional. No sé si es un sesgo misógino o una falta de sensibilidad en la construcción de personajes femeninos sólidos, autónomos y dotados de la misma capacidad de agencia que los protagonistas (algo, por otra parte, bastante característico de la tradición literaria francesa masculina).  
 
Humus, que plantea debates de gran calado sobre la ecología, la utopía política y la relación entre teoría y praxis, deja sin revisar un campo crucial, el de la representación de género. Y es una lástima.

No hay comentarios: