Es verdad que se está hablando de un alto porcentaje de personas “indecisas” que podrían mover el tablero, pero no creo que su efecto modifique cualitativamente el escenario descrito. Las tendencias son consistentes: ciclo ascendente de EHB, estancamiento del PNV, estabilización de PSE y PP y derrumbe catastrófico del espacio Podemos-Sumar. Todas estas tendencias responden a factores bastante evidentes, que ya han sido analizados por diversas fuentes. La única novedad que cabría esperar es que la indecisión se resuelva de tal forma que empuje hacia arriba el voto al PNV reduciendo su distancia o incluso empatando con EHB. Pero esta posibilidad carece de toda relevancia política, más allá de la pugna por la hegemonía entre nacionalistas.
Que EHB supere por primera vez al PNV en escaños y/o en votos es, no cabe duda, una posibilidad que tiene mucho de acontecimiento. La llamada izquierda abertzale surgió con el objetivo explícito de “matar al padre” y ahora parece haber llegado el momento. Este hecho está siendo leído por bastantes analistas en términos de cambio de ciclo político, como el principio del fin de la hegemonía de un partido que parecía atornillado a la institucionalidad vasca, identificándose con esta de tal manera que, recurriendo a la famosa cita atribuida a Friedric Jameson, era más fácil imaginar un fin al mundo que un fin al PNV en Ajuria Enea. No cabe duda de que tiene morbo, pero ¿tiene enjundia?
Volviendo a las tendencias de fondo: ahí están, y empujan con viento favorable las velas de EHB (posmemoria, podemización formal, crisis de los servicios públicos, radicalismo de las clases medias) a la vez que zarandean la nave del PNV, parcialmente desarbolada, que recurre a un remero para reencontrar su rumbo en una operación de sustitución de liderazgos que parece diseñada por sus enemigos. Pero las tendencias son contexto, no destino, deben ser correctamente gobernadas y, en sociedades cada vez más líquidas, lo que hoy empuja en una dirección mañana puede convertirse en fuerza en contra. Por eso, más que en la proyección final de votos y escaños a mí me parece muy relevante reflexionar sobre fidelidades y trasferencias de votos a partir de encuestas como las del CIS o la de 40dB.
Desde esta perspectiva, lo primero que destaca es lo poco que ha tenido que hacer EHB para asegurarse tan excelentes resultados. Con un porcentaje cercano al 90 por ciento, la práctica totalidad de quienes les votaron en el año 2020 muestran su disposición para volver a hacerlo. La comodidad y seguridad que concede este punto de partida es muy grande: se trata de sentarse y ver crecer lo plantado, para lo que resulta idóneo un candidato “musiliano”, reflejo de un momento político dulce para la organización, en lugar de optar por una personalidad con marcados atributos propios. El resto de sus votos, los que le permitirían superar al PNV, los va a recibir de nuevas y nuevos votantes (alrededor del 28 por ciento, es decir, unos 21.000 nuevos apoyos) y de muchas personas que en 2020 votaron a Elkarrekin Podemos: alrededor de 20.000, más de una de cada cuatro que en las anteriores elecciones votaron morado. Lo dicho: sentarse, cuidar lo ya plantado y recoger lo sembrado por otras.
Este último dato nos advierte contra la tentación de leer como ciclo nuevo lo que tiene mucho de eterno retorno, el de la incapacidad del “quinto espacio” para perimetrar un territorio identificable desde el que hacer política alternativa fuera y dentro del parlamento. Si la unidad en este espacio se hubiera concretado la situación sería muy distinta y el supuesto cambio de ciclo no llegaría a “sorpasito”, más simbólico que otra cosa.
Pero las cosas son como son y a partir del próximo domingo tendremos el parlamento más nacionalista y la mayor competencia entre nacionalistas, el menos plural y la mayor necesidad de acuerdos transversales. Y tendremos, porque la tenemos ya ahora, una sociedad cada vez más crítica con el funcionamiento de la política vasca. A ver qué hacemos. Dentro y fuera del parlamento...
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