domingo, 19 de septiembre de 2021

Niadela

Beatriz Montañez
Niadela
Errata naturae, 2021

"He aprendido que la vida es un constante tanteo, no debe haber certidumbre en ella, pues si perdiera su esencia inestable no habría vida, sino hábito.
Rodeada de naturaleza he aprendido a entender su lenguaje. He llegado a conocer cada centímetro de las trescientas hectáreas de montaña que describo como si fuera mi piel; he vivido cada estación como si fuera la última, recalibrado el universo sin medida conocida; he vivido libre de ataduras y me he asido al mundo a través de una onza de chocolate y un vaso de vino".


He leído y disfrutado todos y cada uno de los títulos que conforman la colección "Libros salvajes" publicada por Errata naturae, pero confieso que me costó decidirme a comprar este libro y, una vez comprado, empezar a leerlo. Prejuicios: por la falta de una auténtica tradición de nature writing de calidad en España, pero también por la autora, una "famosa" embarcada en una campaña de promoción a ratos morbosa, en el transcurso de la cual tuve la sensación de que lo menos importante era el contenido del libro. Pero Errata es una editorial seria, una de mis editoriales de referencia y no podría haberse equivocado tanto al publicarlo.
 
No lo ha hecho. Beatriz Montañez ha escrito un libro realmente sugerente, nature writing de gran calidad, en el que las reflexiones personales, casi siempre de interés, se combinan con descripciones de la naturaleza bellamente dibujadas:
 
"Me despiertan los graznidos de los cuervos. Tacaños, caen como mercurio de sus picos, sin desperdiciar una sola gota. Ráfagas cortas y pesadas que hacen eco en la parábola del acantilado. Tres aletas negras, brillantes, sondean el mar grisáceo. Me levanto y miro el cielo. Me siento en uno de los bancos de madera que hay frente a la casa. El bochorno me aplasta y sepulta. Los pájaros no cantan. Solo el río susurra entre bandadas de mosquitos. Las nubes rugen, encrespadas en un horizonte espumoso, metálico, y como azul acero en nebulosas rozan las copas llenas de los pinos. Las hojas parpadean incrédulas. Se acerca una tormenta.
Hasta mis fosas nasales llega ese olor de ozono previo a la lluvia. Olor frígido y turquesa. Nada se mueve. La tierra sedienta se postra ante el agua. Las nubes avanzan con rapidez desde el norte, pero no siento el aire que las empuja. Aquí abajo, ahora, no hay nada, ni aire ni voluntad de vida, nada; solo unas pocas cosas momificadas bajo la gasa constreñida del delirio de agosto".

He disfrutado mucho leyendo este libro, que recomiendo sin duda.

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