jueves, 24 de diciembre de 2020

Polvo y sombra

Antonio Manzini
Polvo y sombra
Traducción de Irene Oliva Luque
Salamandra, 2020
 
"Caminaba solo hacia el centro histórico, observando a la gente. Loba se cruzó con un bóxer y jugueteó con él unos minutos. Eso era vida. Olisquear para ver quién es de los tuyos, soltar algún que otro zarpazo para tantear el peligro o las ganas de jugar del nuevo amigo, dar un ladrido y luego seguir tu camino, a la espera del nuevo cuenco de comida, de la última meada del día. A Rocco le habría gustado poder pasarse un paño por el cerebro y borrar todo lo que se había acumulado en aquellos días".
 

Sexta entrega de la serie protagonizada por Rocco Schiavone, el inclasificable subjefe de policía en la Brigada Móvil de Aosta, en los Alpes italianos. Indisciplinado, cínico, fumador de porros, permanentemente encabronado, siempre esgrimiendo su lista de "tocadas de cojones", grosero con algunos de sus subalternos, uña y carne con sus poco recomendables pero fidelísimos amigos de infancia, manchado por la sombra de la corrupción...  

Pero todo esto queda compensado por la presencia espectral de su esposa, Marina ("Marina está ahí, sólo la entreveo de pie junto a la ventana, pero sé que está"), por la compañía de su perra, Loba, por su relación cuasipaternal con su vecino Gabriele ("estoy con un adolescente gordo, lleno de granos y con un montón de problemas, que escucha heavy metal, que va a catearlas todas y al que quieren expulsar porque le ha pegado a un capullo llamado Diego"). Aparece entonces otro Schiavone: herido, melancólico, sensible, comprometido hasta el final con las víctimas de la injusticia.  

Desterrado de su amada Roma, aunque sigue viviendo su destino montañés y pueblerino como un penoso destierro, a estas alturas de su historia Schiavone ya empieza a adaptarse (¡salvo en renunciar a sus elegantes pero inútiles zapatos Clarks!) a la vida que le ha tocado en suerte: ya tiene un par de restaurantes apreciables cerca de su piso y ha iniciado una relación con la inspectora Caterina.

En esta sexta novela -que no debería abordarse sin haber leído antes, al menos, la primera entrega, y mejor alguna de las siguientes, para no perderse con las referencias a Enzo Baiocchi-, Schiavone investiga los asesinatos de una mujer transexual, Juana Pérez, cuyo cuerpo ha aparecido en las aguas del río Dora, y de un hombre degollado en una finca a las afueras de la ciudad en cuyo bolsillo lleva a puntado el móvil de Rocco. 

Desde el primer momento la investigación le llevará a chocar con algunas personas influyentes de Aosta ("hay que cabrear a ese tipo de personas, porque es gente que ha vivido siempre entre algodones y es muy fácil hacerles far un paso en falso"), para acabar regresando a su pasado romano, donde el caso de Juana Pérez se estrellará contra la "Razón de Estado" y las luces que empezaban a brillar en la vida de Schiavone se convertirán en decepcionantes fuegos fatuos.

"Ya ajustaremos cuentas al final. A la derecha la columna con el signo más, a la izquierda la del signo menos, y en medio una enorme, vacía, con las intenciones y los remordimientos".

Sin ser el mejor de los personajes protagonistas del actual género negro (no es Gamache, ni Wallander, ni Hole, ni Montalbano), sí es de los buenos. Parte ya de mi familia literaria.

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