La república de los soñadores
Traducción de Arnau Figueras Deulofeu
Arpa, 2019
"La fama de Múnich resonó por toda Europa Lo que se había logrado allí después de la guerra era increíble. ¡El hecho de que una noche un crítico teatral melenudo hubiese aprovechado el momento oportuno para hacerse con el asiento de presidente de Baviera y sencillamente hubiese permanecido allí y hubiese gobernado era algo fantástico! ¡Un poeta! ¡Un soñador! ¡Un revolucionario místico! Y había ocurido en Alemania, ese país fanfarrón repleto de armas que el los últimos años había amedrentado a sus vecinos.
Noviembre de 1918. Una Alemania desangrada tras cuatro años de cruenta guerra, de la que ha salido derrotada y humillada, vive un clima de agitación social de tintes casi revolucionarios. El descontento social con la Dinastía Wittelsbach, que durante siete siglos ha gobernado Baviera, es creciente. La situación política se polariza, con miles de soldados desmovilizados y resentidos (Freikorps) alentando un espíritu cada vez más nacionalista y anticomunista, y con una creciente radicalización de las fuerzas de izquierda, causa de escisiones del Partido Socialdemócrata (SPD) y que impulsa el crecimiento de los comunistas.
El 7 de noviembre una multitud se manifiesta por las calles inspirada por el primer aniversario de la Revolución rusa. El gobierno confía en que la situación no irá a mayores, puesto que el líder del SPD, Erhard Auer, había garantizado que controlaba la situación y que no estallaría nada parecido a una revolución. Pero la gente no está dispuesta volverse a sus casas sin más ni más y desoye las palabras de Auer, "que sólo quería calmarlos y darles esperanzas pensando en un futuro lejano". No quieren esperanzas sino realidades:
"Del agotamiento de la gente surgió una energía repentina. La maldita guerra había durado más de cuatro años. No iban a dejar que se consumiera sin más y que todo quedara en aquel ocaso. De aquella oscuridad tenía que surgir algo luminoso, algo nuevo".
Quieren que las cosas cambien y quieren ser protagonistas de ese cambio. Es entonces cuando la energía de la gente se ve atraída por otro orador. Se trata de Kurt Eisner, periodista y poeta, judío, pacifista e internacionalista, candidato al parlamento por el Partido Socialdemócrata Independiente (USPD), una escisión del SPD en 1915, contraria a la autorización de nuevos créditos de guerra (y del USPD surgirá, a su vez, la Liga Espartaquista de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en 1918):
"Los oyentes lo percibían: hoy ese es nuestro hombre. Él no nos mandará de vuelta a casa. Ese hombre percibe la energía del día, la rabia, la voluntad de que al final ocurra algo decisivo".
Y así, de manera imprevista, lo que empezó como una algarada acabó con la proclamación en la noche del 7 al 8 de noviembre de la República, fundada sobre el poder autogestionario de los consejos de obreros, de soldados y de campesinos, siguiendo el ejemplo de los sóviets.
“Die Dynastie Wittelsbach ist abgesetzt! Bayern ist fortan ein Freistaat!” (“¡La dinastía Wittelsbach ha sido depuesta! Baviera es en adelante un Estado Libre”). Presidido provisionalmente por Eisner, el nuevo gobierno recibirá el apoyo alborozado de dramaturgos, poetas y todo tipo de visionarios, al servicio de "un Estado de artistas, que cree oportunidades, que transforme posibilidades en realidades". Pero es un gobierno que nace también rodeado de enemigos:
"Los meses que siguieron a la noche de la repentina toma del poder en noviembre fueron un periodo caótico. Eisner fue acosado desde el principio por adversarios de todo el espectro político. No únicamente por los derechistas, los nacionalistas, los monárquicos, los antisemitas y los antidemócratas. No, sus opositores más implacables y peligrosos fueron desde el principio la izquierda moderada -los socialdemócratas mayoritarios,encabezados por Erhard Auer en Baviera, y por Friedrich Ebert y Gustav Noske en Berlín- y la izquierda radical, los anarquistas y los comunistas, en Múnich y en Berlín".
Cuando en enero de 1919 se celebraron elecciones al parlamento la USPD del presidente Eisner recibió un exiguo 2,5% de los votos, frente al 35% del Partido Popular de Baviera y el 33% del SPD. El Partido Comunista (KPD) había boicoteado las elecciones y no presentó candidaturas.
A partir de aquí los acontecimientos se acelerarán sin control: Eisner será asesinado en febrero, un nuevo movimiento popular impulsará la constitución de una "república soviética con la oposición de los comunistas", que se verá combatida y finalmente derrotada por un movimiento nacionalista y derechista liderado por organizaciones como la Sociedad Thule, los Freikorps o el Partido de los Trabajadores Alemanes (más tarde transformado en Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes, NSDAP). La república de los soñadores acabará anegada en un baño de sangre.
Weidermann relata toda esta historia como si de un thriller político se tratara. En sus páginas encontramos a intelectuales tan destacados como Rainer Maria Rilke, Hermann Hesse, Thomas Mann o Max Weber. También aparece un oscuro personaje llamado Adolf Hitler. Una lectura fascinante.
"Aquella historia salió mal, sí, pero no terminó, ni mucho menos. El cansancio no es una opción".
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