Se confiesa cansado de hablar de Euskadi -"En Euskadi tenemos ahora los mismos problemas que el resto de países similares, como el empleo. Eso es lo real. Respeto que haya gente preocupada por cuestiones identitarias, pero tengo que decir sinceramente que no pienso en ello"- y reclama un discurso público que combata la crispación y contribuya a racionalizar la vida ciudadana: "Todo tiende ahora al exceso y la desmesura y el camino más franco para que las dos cosas alcancen relevancia son los sentimientos. Es tan fácil radicalizarlos, generar agresividad, aun sabiendo que todo eso es basura...Una sociedad debería estar bien oxigenada y todos los que pueden expresar su opinión en alto deberían empujar hacia la racionalidad. El ser humano tiene una tendencia hacia la agresividad que es muy fácil de manipular".
La entrevista tiene su origen en la reedición y actualización de uno de los libros, creo, menos conocidos, pero más interesantes de Atxaga: el titulado Horas extras, editado en 1997 por Alianza y que ahora publica la joven editorial Hurtado & Ortega. Recomiendo encarecidamente su compra y lectura.
Entre los textos que se incluyen, destaco especialmente el titulado "De Euzkadi a Euskadi", escrito en 1995, que puede leerse aquí, en la página web del autor. Un texto que todos los años doy a leer y a comentar a mis alumnas y alumnos de la asignatura Estructuras y Procesos Sociales en el País Vasco, que imparto en el 2º curso del Grado de Sociología. Un fragmento del mismo:
"El país oculto que vislumbrábamos en tal o cual manifestación, y que tan de una pieza nos parecía, era más bien un país idealizado, de fantasía; un territorio que debía muchísimo a la imaginación y a la necesidad de creer en algo. Por una parte, la palabra Euzkadi sólo rimaba bien con las ideas de los vascos que habían luchado como gudaris en la guerra o habían estado a favor de su causa, es decir, con la ideología del Partido Nacionalista Vasco, y nada tenía que ver, en cambio, con los vascos de ideología falangista o requeté, también numerosos, o con los que durante la guerra combatieron en las filas socialistas o izquierdistas; por otra parte, la guerra la habían perdido todos los ciudadanos que lucharon por la República, y no sólo los vascos que defendieron Bilbao o fueron bombardeados en Guernica. En resumidas cuentas, Euzkadi no era un territorio ni una gente -como sí lo era el País Vasco, Euskal Herria-, sino el nombre que una determinada opción política, la más vasquista, daba a su utopía.
[...]
Veíamos lo que necesitabamos ver, y no teníamos dudas. De haberlas tenido, de haber hecho preguntas y averiguaciones, enseguida nos habríamos enterado de que el autor de la música de aquel "Cara al sol" que nos hacían cantar en la escuela no era de Toledo, Murcia o Zaragoza, sino del cercano pueblo de Zegama, y que su nombre era, no González o Molina, sino Tellería. O, para mayor evidencia, alguien nos habría hablado del pintor Cabanas Erausquin, nacido en nuestro mismo pueblo, Asteasu, y podría habernos contado la verdad, es decir, que nuestro paisano había sido el pintor oficial del Régimen de Franco, y que los símbolos franquistas más conocidos, el escudo de España o el yugo y las flechas, habían salido de su mano. Pero, como digo, no hubo dudas ni averiguaciones, y nuestra idea -nuestro sentimiento-, de lo que era Euzkadi se mantuvo incólume. En realidad, dadas las circunstancias -dada nuestra edad, dada aquella primera impresión perfectamente guardada por nuestro Músculo Arcaico, dada la situación política de los años sesenta -, no había otra posibilidad".
Todo un ejercicio de eso que Atxaga reivindica en la entrevista de hoy: sosiego, racionalidad, comprensión, apertura de miras... Simplemente para poder convivir. Porque, como el autor advierte en otro de los ensayos incluidos en Horas extras: "Es muy difícil relacionarse con personas que defienden cosas que no son de este mundo".
El peor ejemplo de esa desmesura y ese exceso que denuncia Atxaga lo encontramos en el mismo periódico, en las declaraciones del portavoz de la Generalitat, Jordi Turull, en un acto soberanista en Bilbao: "Si sacan los tanques a la calle es que ya hemos ganado". Frivolidad idiota de quien se sabe a salvo de la calle y de los tanques.
Todo un ejercicio de eso que Atxaga reivindica en la entrevista de hoy: sosiego, racionalidad, comprensión, apertura de miras... Simplemente para poder convivir. Porque, como el autor advierte en otro de los ensayos incluidos en Horas extras: "Es muy difícil relacionarse con personas que defienden cosas que no son de este mundo".
El peor ejemplo de esa desmesura y ese exceso que denuncia Atxaga lo encontramos en el mismo periódico, en las declaraciones del portavoz de la Generalitat, Jordi Turull, en un acto soberanista en Bilbao: "Si sacan los tanques a la calle es que ya hemos ganado". Frivolidad idiota de quien se sabe a salvo de la calle y de los tanques.
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