Ya resulta de enorme interés que un debate así pueda celebrarse, y en sede universitaria. No me imagino algo parecido en España, al menos por lo que toca a los representantes más conspicuos de nuestra Iglesia, demasiado acostumbrados a confundir, sin mayor mediación intelectual, sus particulares pájaros en la cabeza con la inspiración del Espíritu Santo.
Como se recordará, Dawkins fue uno de los más destacados impulsores de aquella pintoresca iniciativa de los "autobuses ateos", además de autor de El espejismo de Dios (Espasa Calpe 2007), no exento de interés, aunque muy poco científico en su pretenciosa manera de plantear su objetivo:
"Si este libro funciona tal como yo lo he concebido, los lectores religiosos que lo abran serán ateos cuando lo dejen. ¡Qué presuntuoso optimismo! Por supuesto, quien tiene fe es inmune a toda argumentación; su resistencia ha sido construida durante años de adoctrinamiento infantil, utilizando métodos que han tardado siglos en madurar (ya sea mediante evolución o mediante diseño). Entre los recursos inmnológicos más eficaces figura el cuidado extremo para evitar abrir un libro como este, que seguramente es obra de Satán...".
¡Perfecto autoblindaje! Si tengo razón en lo que escribo cualquier persona religiosa que lea mi libro necesariamente dejará de serlo; pero dado el profundo adoctrinamiento sobre el que se asientan sus creencias, será inmune a mi argumentación. Ergo... tengo razón en el caso de que mi libro provoqué la conversión atea del creyente, pero también la tengo en el caso de que tal coversión no se produzca: al fin y al cabo, tal empecinamiento en el error es característico de la mentalidad religiosa que combato.
No creo que Popper se sintiera muy identificado con esta manera tan poco falibilista de argumentar.
Por lo que he podido leer en la reseña de PÚBLICO, el debate no resultó tan interesante como prometía: "Lo que se anunciaba como un polémico debate se fue transformando poco a poco en un monólogo del biólogo autor de El espejismo de Dios, que ridiculizó con cierta diplomacia alguna afirmaciones de Williams, al que acusó de utilizar 'un lenguaje demasiado poético'". Seguramente el tema propuesto, eso del "origen último del ser humano", no es la manera más apropiada para plantear el debate entre razón y fe.
Precisamente ayer finalizaba la lectura de uno de los libros que más me han interesado en los últimos tiempos. Se trata del ensayo de Terry Eagleton Razón, fe y revolución (Paidós 2012), en el que el autor, catedrático de la Universidad de Manchester, reconocido experto en el campo de los estudios culturales y la crítica literaria y marxista antidogmático, discute los planteamientos antirreligiosos de Dawkins, así como del recientemente fallecido Christopher Hitchens (Dios no es bueno, Debate 2008), a quienes agrupa bajo la denominación de "Ditchkins".
Desde sus primeras páginas Eagleton escoge una aproximación bien distinta a esa de los orígenes sobre la que se organizaba el debate de Oxford. Refiriéndose a la afirmación de Hitchens de que gracias al telescopio y al microscopio la religión ya no ofrece ninguna explicación de nada importante, Eagleton aclara que "el cristianismo jamás pretendió ser una explicación de ninguna cosa. Eso sería como afirmar que, gracias al tostador eléctrico, podemos olvidarnos de Chéjov". Y continua: "La ciencia es y debe ser atea. La ciencia y la teología no hablan casi nunca del mismo tipo de cosas, o, al menos, no más de lo que puedan hacerlo la ortodoncia y la crítica literaria. He ahí uno de los motivos que explican los grotescos malentendidos que surgen entre ambas". Malentendidos que la jerarquía católica alimenta cuando se empeña en repetir, tozudamente, el error galileano de pretender tener, no ya una última palabra, sino la primera palabra sobre cuestiones (como la reproducción, el nacimiento, la enfermedad, la educación, la sexualidad o la muerte) que presentan y exigen la autonomía necesaria como para ser objeto de discusión en el marco de la razón.
"La diferencia entre Ditchkins y los radicales como yo -proclama Eagleton- también gira en torno a si el significante último de la condición humana es el cuerpo torturado y asesinado de un criminal político, y cuáles son las implicaciones de tal hecho para nuestra vida". ¿Por qué? Esta es su respuesta: "La esencia primordial de la fe cristiana, desde mi punto de vista, no estriba en el hecho e adherirse a una proposición afirmando la existencia de un Ser Supremo, sino en adquirir la clase de compromiso manifestado por un ser humano que ya no puede aguantar más, que se hunde en la oscuridad, el dolor y el desconcierto, y que, aun así, se mantiene fiela la promesa de un amor transformador".
En El espejismo de Dios, Dawkins escribía con infantil alborozo: "Imagine, con John Lennon, un mundo sin religión. Imagine que no hay terroristas suicidas envueltos en bombas, que no existe el 11-S o el 7-J, que no hay cruzadas, caza de brujas, ni el Complot de la Pólvora, ni la partición india, ni las guerras árabe-israelíes, ni las masacres serbo-croatas-musulmanas, ni la persecución de los judíos como 'asesinos de Cristo', ni los 'problemas' de Irlanda del Norte, ni las 'muertes de honor', ni telepredicadores con vestidos brillanes y cabello cardado (...). Imagine que no hay talibanes para volar estatuas antiguas, ni decapitaciones, ni blasfemias públicas, ni azotes en la piel de mujeres por enseñar una pulgada de esa misma piel".
Seguiríamos teniendo el Congo de Leopoldo, la masacre de los nativos norteamericanos, Dresde, Hiroshima y Nagasaki, Auschwitz, Vietnam, el Chile de Pinochet y la Argentina de Videla, la eugenesia y el racismo "científico", Wall Street y las agencias de calificación, el neoliberalismo, los yuppies, el calentamiento global y la biopiratería, la precarización de las condiciones de existencia, la degeneración de los servicios publicos... Y no tendríamos a Dietrich Bonhoeffer, ni a Simone Weil, ni a Gandhi, ni a Martin Luther King, ni a Daniel Berrigan, ni a Ernesto Cardenal, ni a Ignacio Ellacuría...
"Probablemente dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida". Esta invitación en autobús no difiere en lo esencial de lo que nos propone el capitalismo neoliberal: probablemente dios no existe, ni el hambre en el mundo, ni la dependenci, ni la vulnerabilidad, ni la codicia, así que déjate de preocupaciones y disfruta de la vida, aunque sea en formato low cost. "El problema para el momento presente -lamenta Eagleton- es que la religión, siendo como es uno de los escasos lugares en los que algunos de los valores espirituales expulsados por el mercado pueden hallar refugio, se vuelve por eso mismo defensiva, paranoica y semipatológica".
En esas estamos.
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