lunes, 14 de marzo de 2011

¿Nos perderemos otra revolución?

En El refugio de la memoria Tony Judt cuestiona la realidad revolucionaria protagonizada por quienes, como él mismo, estuvieron "allí" -en las calles de las ciudades de Europa occidental- dando forma a aquel mítico Mayo de 1968, completamente ajenos a lo que en ese mismo momento estaba ocurriendo al otro lado del Muro, en la Europa del Este.

"Volviendo la vista atrás -confiesa Judt- no puedo evitar pensar que perdimos una oportunidad. ¿Marxistas? Entonces, ¿por qué no estábamos en Varsovia debatiendo los últimos restos del revisionismo comunista con el gran Leszek Kolakowski y sus alumnos? ¿Rebeldes? ¿De qué causa? ¿A qué precio? Incluso los pocos valientes conocidos míos que tuvieron la mala suerte de pasar una noche presos estuvieron por lo general de vuelta en casa para la hora de comer. ¿Qué sabíamos nosotros del valor que hacía falta para aguantar semanas de interrogatorios en las cárceles de Varsovia, seguidos de sentencias de prisión de uno, dos o tres años a estudiantes que se habían atrevido a pedir las cosas que nosotros dábamos por descontadas?
A pesar de todas nuestras grandilocuentes teorías sobre la historia, no fuimos capaces de darnos cuenta entonces de que nos hallábamos ante uno de sus momentos cruciales".

La revolución, piensa Judt, no se libraba sobre los adoquines de Paris, sino contra los tanques en Praga. Pero fue el primer mayo el que perdura en nuestra memoria, y no la marchitada primavera centroeuropea.

"Nadie debiera sentirse culpable por haber nacido en el lugar adecuado en el momento oportuno. En Occidente fuimos una generación afortunada. No cambiamos el mundo; más bien el mundo, servicialmente, cambio para nosotros. Todo parecía posible: a diferencia de los jóvenes de hoy, nunca dudamos de que tendríamos un trabajo interesante, así que no sentimos la necesidad de desperdiciar nuestro tiempo en algo tan degradante como una 'escuela de negocios?. Muchos de nosotros acabamos trabajando en la educación o en el servicio público. Dedicamos nuestras energías a hablar de lo que no funcionaba en el mundo y cómo cambiarlo. Protestamos contra las cosas que no nos gustaban, y estuvo bien que lo hiciéramos. Al menos desde nuestro punto de vista fuimos una generación revolucionaria. La lástima es que nos perdimos la revolución".

¿Nos estamos perdiendo de nuevo otra revolución?
Me sorprende el escaso interés práctico que las actuales revoluciones árabes han generado entre los movimientos progresistas y transformadores en Occidente.
No hay manifestaciones de solidaridad con las víctimas de la represión en Libia; no ha habido concentraciones en las plazas de nuestras ciudades en comunión con los concentrados en la plaza Tahrir de El Cairo.
¿Será que no sabemos cómo interpretar la revolución árabe?
¿Será que lo que exigen -democracia representativa, libertad de expresión, monarquía parlamentaria, ciudadanía...- nos parecen cosas que damos por descontadas?

2 comentarios:

mikel dijo...

Hola imanol.Creo que si.Es sintoma de nuestra decadencia como civilizacion.Estamos con la resaca de la salvaje borrachera de estos años de hiperconsumo.Demasiado tiempo mirandonos el ombligo.Demasiado ruido en el ambiente como para escuchar los gritos de nuestros vecinos.Demasiado preocupados por nosotros mismos.Demasiado desorientados como para ayudar a otros.Demasiada velocidad,pueden pasr por nuestro lado mil revoluciones que solo oiremos un ligero zumbido.Necesitamos bajar del carrusel donde nos han/hemos metido,parar y pensar de nuevo las cosas importantes de la vida.Creo que podemos vivir mejor repartiendo recursos y democracia con todos.

salud

mikel

Imanol dijo...

Hola Mikel.
Comparto tu diagnóstico y, sobre todo, comparto tu esperanza.
¿Pero cómo ir saliendo de ese bucle de decadencia-desorientación-insolidaridad que tan acertadamente describes?