Por lo visto llevaba demasiado tiempo sin dirigir mis pasos hacia Malasaña.
El lunes, de manera inesperada, di con uno de esos maravillosos refugios que Madrid, ella misma ciudad-refugio, nos ofrece a los librívoros que la habitamos a tiempo parcial.
Se trata de la libreria TIPOS INFAMES, subtitulada "Libros y vinos".
Y eso es lo que nos encontramos al cruzar sus puertas: libros, bastantes y buenos, vinos -que aún no he catado-, cafés y, sobre todo, un espacio acogedor que invita a demorarse.
Inaugurada el pasado octubre, ya se ha convertido en una de las referencias de mi particular cartografía de la ciudad.
Se añade a otras, como LA BUENA VIDA, "Café del libro", en la que, sí, bastantes libros y alguna cerveza han caído ya.
El librívoro encuentra en esos lugares refugio y alimento. Cuerpo y espíritu se hermanan como si este fuera su estado natural. Se encuentra en ellos como en casa.
El lunes compré en Tipos infames el último libro de Tony Judt, titulado precisamente El refugio de la memoria. Judt forma parte de otra cartografía, de mi cartografía ética y política. En ese libro encuentro esta luminosa reflexión sobre la política y los políticos de la Europa de la posguerra, de quienes destaca su virtud de la austeridad, y su contraste con nuestros días:
La austeridad no era solo una circunstancia económica: aspiraba a fomentar una ética pública [...]. La seriedad moral en la vida pública es como la pornografía: aunque difícil de definir, sabes que lo es cuando la ves. Describe una coherencia entre intención y acción, una ética de responsabilidad política. Toda política es el arte de lo posible. Pero el arte también tiene su ética [...].
Lo contrario de la austeridad no es prosperidad sino luxe et volupté. Hemos sustituido utilidad pública por comercio sin límites, y no esperamos de nuestros líderes aspiraciones mayores. Sesenta años después de que Churchill solo pudiera ofrecer "sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor", nuestro muy señor presidente de la guerra -a pesar del hiperventilado moralismo de su retórica- no podía pensar en nada mejor en el despertar del 11 de septiembre de 2001 que en pedirnos seguir de compras. Esta visión empobrecida de la comunidad -"unidos en el consumo"- es todo lo que nos merecemos de los que ahora nos gobiernan. Si queremos mejores gobernantes tendremos que aprender a pedir más de ellos y menos para nosotros. Un poco de austeridad estaría bien.
Pedir más de ellos y menos para nosotros.
La exigencia del ciudadano, no la del cliente, la del consumidor.
La austeridad como refugio para una política distinta. Cuartel de invierno donde recuperar una cierta cordura cívica que alumbre una nueva primavera democrática.
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