Billetes de 500 euros que pasan de mano en mano no como la falsa moneda, pero sí como la moneda más sucia. Una sopa de letras -T.O; G; L y J- que supuestamente encubren a personas que han puesto el cazo. Anotaciones millonarias que se corresponden con pasmosa exactitud con el 3% -"el porcentaje del que siempre se ha hablado como el más habitual para comisiones de adjudicaciones"- del valor de determinadas adjudicaciones de obras públicas. Abusadores de lo público mezclados con empresarios de chichinabo.
Y "Luis, el cabrón". Que no es Bárcenas (según él); que es Luis Delso (según Bárcenas: ¡qué cabrón!). Personaje convertido ya en símbolo del complejo corrupto político-empresarial español. Que será, seguro, más de uno. ¿Un 3 por ciento?
Ayer, en el podio de los Campos Eliseos, Alberto Contador celebró su victoria en el Tour escuchando el himno de Dinamarca en lugar del de España. Esperanza Aguirre se enfadó mucho y sufrió una hemorragia de patriotismo.
Qué quieren que les diga.
Hay un interesante estudio promovido por el Forschungsinstitut zur Zukunft der Arbeit (Instituto para el Estudio del Trabajo) de Bonn en el que se analiza qué países podrían implementar el modelo danés de flexicurity teniendo en cuenta su cultura cívica y España no sale bien parada. Nuestro espíritu cívico, nuestra cultura de lo público, dejan muchísimo que desear.
Según el índice de percepción de la corrupción elaborado por la organización Transparency International Dinamarca sería el país menos corrupto del mundo, ocupando España un preocupante 28º puesto.
Este es el patriotismo que necesitamos -el de la honradez en el desempeño de los cargos públicos; el del rigor en el uso de los fondos públicos-, y no el patrioterismo del chunta-chunta.
No estaría mal ser danés en eso.
Porque, al contrario de lo que se lee en Hamlet, algo huele a podrido en España.
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