La revista LETRAS LIBRES publica en su número de mayo un artículo del ensayista alemán Hans Magnus Enzensberger titulado El alfabeto de la crisis, presentado como un "breve diccionario para perplejos" ante el incomprensible argot económio que malexplica la crisis. Entre otros conceptos, Enzensberger define certificado como "un título de valor que garantiza al inversionista un máximo de inseguridad" y nacionalización como "ideal de los partidos comunistas que los grandes bancos anhelan con fervor".
Hace un siglo, en 1906, era el norteamericano Ambrose Bierce quien, en su Diccionario del diablo, definía así al cliente: "Persona que, entre los dos métodos posibles para ser robado, optó por el convencional".
El Diccionario de Bierce, rebosante de ingenio y mala leche -"Aborigenes: Seres insignificantes que obstruyen el suelo de un territorio recientemente descubierto. Pronto dejan de obstruir: fertilizan"-, es el mejor ejemplo de un tipo de literatura crítica que da la vuelta a todo aquello que tendemos a dar por supuesto, ejerciendo el mismo papel que aquel niño del cuento de Andersen: señalar con fresco descaro la desnudez del emperador
Esta es también la vocación del Diccionario del que duda, de John Saul. En él define la economía como "la fantasía de una verdad basada en la medición". Y más cosas.
Diccionetos y alfabarios. Dan vuelta a las ideas dominantes, ponen el mundo patas arriba. O justo lo contrario: vuelven a poner sobre sus pies un mundo que estaba patas arriba.
Por cierto: lo mismo que hace Eduardo Galeano: "Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana".
Buenas lecturas, todos ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario