jueves, 29 de mayo de 2025

Con todas sus fuerzas


Gretchen Wilson
Con todas sus fuerzas: Gertrude Harding, militante sufragista
Traducción de Maite Mujika
Txalaparta, 1999

"Nosotras las mujeres sufragistas tenemos una gran misión, la más grande misión que haya conocido el mundo. Consiste en liberar a la mitad dela raza humana, y a través de esa libertad salvar al resto". 
[Emmeline Pankhurst,1912]
 
 
Esta biografía de Gertrude Harding, escrita por su sobrina-nieta Gretchen Wilson, es uno de los escasos libros en castellano a los que podemos recurrir para conocer el movimiento sufragista. La autora combina en esta obra elementos de biografía y autobiografía, utilizando escritos personales de Gertrude Harding, dibujos, caricaturas políticas y fotografías para ofrecer una visión íntima y detallada de su vida y de sus luchas. 

Gertrude Harding nació en 1889 en Welsford, New Brunswick, Canadá, siendo la menor de siete hermanos. Su infancia transcurrió en una granja, en un entorno rural y tradicional. Debido a una afección cardíaca menor, fue enviada a Honolulu para vivir con su hermana mayor, donde experimentó una vida más acomodada pero también una dependencia económica de sus familiares masculinos. Esta experiencia de dependencia y control sobre su vida la motivó a buscar independencia y justicia social.

En 1912, durante su primer viaje a Londres, Harding presenció una manifestación de mujeres de la Unión Social y Política de Mujeres (Women's Social and Political Union, WSPU) que portaban carteles exigiendo el derecho al voto: "Los transeúntes se paraban a contemplar a aquellas mujeres, y algunos les vociferaban improperios, mientras ellas continuaban su marcha sin prestar atención a lo que sucedía a su alrededor. Aquella escena me hizo sentir molesta por alguna razón, pero curiosa y emocionada al mismo tiempo".


Impactada por la determinación de estas mujeres, se unió rápidamente al movimiento sufragista, comenzando como mensajera para uno de los grupos más militantes. Su compromiso la llevó a participar en acciones directas, como el ataque al invernadero de orquídeas en Kew Gardens, y a enfrentar el rechazo de su familia por su activismo. Con el tiempo Gertrude Harding llego a ser secretaria privada de Christabel Pankhurst y posteriormente se convirtió en editora del periódico del movimiento, The Suffragette. Durante la Primera Guerra Mundial se dedicó al trabajo social con mujeres empleadas en fábricas de municiones en Inglaterra y, más tarde, continuó su labor social en Nueva Jersey, Estados Unidos. Falleció en 1977, dejando un legado de lucha por los derechos de las mujeres y la justicia social.

Ante la creciente violencia contra las sufragistas, estas organizaron una unidad de mujeres entrenadas en jiu-jitsu, cuya misión era proteger a las líderes del movimiento. Armadas con garrotes, estas mujeres estaban preparadas para enfrentarse físicamente a la policía, demostrando una valentía y determinación excepcionales. De esto va el excelente cómic Jiujitsufragistas. Y es esta cuestión del uso de la violencia una de las más destacadas en el libro. 

Su decisión para arrostrar la violencia policial sin reaccionar con más violencia y su disposición a infringir públicamente la ley y exponerse a ser encarceladas las convierte en auténticas pioneras de la desobediencia civil. No obedecieron leyes que consideraban injustas, interrumpían reuniones políticas, se negaban a pagar impuestos o a ser registradas en los censos, se encadenaban a las verjas del Parlamento, desafiando con su presencia los espacios de poder que les estaban vedados. No buscaban el caos, sino el simbolismo: mostraban que el orden establecido era, en realidad, profundamente injusto. 
Su rebeldía no era secreta ni escondida. Al contrario: era pública, consciente y desafiante. Las sufragistas estaban dispuestas a asumir las consecuencias legales de sus actos. Cuando eran encarceladas, muchas comenzaban huelgas de hambre. Y cuando el Estado respondió con alimentación forzada -un acto brutal disfrazado de cuidado-, la imagen de estas mujeres maltratadas por el sistema despertó la indignación social. Sufrían, sí, pero hacían del sufrimiento una herramienta política, una forma de apelar a la conciencia moral del país. Ahí es donde también entra en juego la resistencia no violenta. Aunque el movimiento sufragista, especialmente el ala más radical, adoptó tácticas de destrucción de propiedades privadas, nunca dirigió su violencia hacia las personas. Su objetivo era llamar la atención, sacudir conciencias, romper la indiferencia:

"No se asombren entonces si decidimos prepararnos para hacer más de lo que normalmente hacemos, y comprendan que nos esforzamos por hallar una vía que no provoque pérdida de vidas humanas o mutilación de seres humanos, porque las mujeres se preocupan más por la vida humana que los hombres, y creo que es natural que lo hagamos, porque sabemos el precio de la vida humana. Nosotras arriesgamos nuestra propia vida para dar vida a los hombres" [Emmeline Pankhurst].

En este sentido, su lucha se sitúa en una línea intermedia, compleja pero profundamente inspiradora, entre la desobediencia civil teorizada por Thoreau y la resistencia no violenta practicada por Gandhi años después. No fue una copia de esos modelos, sino una versión adaptada a su tiempo y a su causa, impulsada por el coraje de mujeres que sabían que cambiar la historia implicaba, a menudo, desafiarla primero.

Otro de los contenidos más interesantes (y actuales) del libro es el profundo debate planteado en el seno del movimiento sufragista británico sobre la necesidad o no de suspender sus reivindicaciones como medida de apoyo al esfuerzo de guerra de Inglaterra, debate que supuso la división del movimiento (ye de la familia Pankhurst):

"El sorprendente anunció de la señora Pankhurst de la circular del 13 de agosto [de 1914] surgió de la creencia de que no tenía sentido luchar por el voto si el país sucumbía. [...] Durante la primera semana de septiembre Christabel Pankhurst regresó a Inglaterra y manifestó a un periodista del Daily Telegraph que Alemania debía ser derrotada, y que las sufragistas sentían que Gran Bretaña era un país limpio desde el punto de vista moral. Muchas sufragistas comenzaron a sentirse traicionadas por Christabel. Ellas no podía reemplazar el anhelo de lograr el voto por el sentimiento patriótico, y no siquiera todas las que querían contribuir a la guerra querían abandonar simultáneamente la batalla por el sufragio. [...]
La decisión de la señora Pankhurst y Christabel de apoyar plenamente los esfuerzos bélicos resultó decisiva para la WSPU. Una gran facción de feministas apoyaba fuertemente otras tres causas: el socialismo, el pacifismo y, aunque en menor grado, los derechos de la flora y la fauna. [...] Sylvia Pankhurst y la federación de East End habían sido expulsadas de la WSPU en febrero de 1914, en parte por su vínculo continuado con el Partido Laborista. Durante la guerra, Sylvia luchó contra el Gobierno reclamando entre otras cosas el sufragio universal, mejores condiciones de trabajo y mejor salario para las mujeres que formaban parte de la fuerza de trabajo, y clemencia con los enemigos extranjeros y los pacifistas; su madre y su hermana consideraban poco patrióticas tales reclamaciones. Emmeline Pethick-Lawrence, que había sido la segunda en la jerarquía de la WSPU, inició el Movimiento Internacional Femenino por la Paz, que dio lugar a la Conferencia Femenina por la Paz en La Haya, en abril de 1915".


La historia de las sufragistas no solo es la historia de la conquista del voto. Es también la historia de cómo la justicia puede abrirse paso a través del desacato, del coraje y de la resistencia, incluso cuando quienes luchan por ella son vistas como una amenaza al orden y no como las portadoras de un nuevo y más justo futuro. Una lectura esencial para quienes deseen comprender la historia del sufragio femenino, del movimiento feminista y el papel de mujeres valientes como Gertrude Harding en la lucha por la igualdad de derechos.

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