Viaje relámpago para disfrutar de la berrea en la Montaña Palentina. El primer día me encaminé hacia el valle de Miranda, uno de mis lugares favoritos. Una mañana luminosa, de cielo azul y temperatura elevadísima.
Mi idea era vivaquear en el valle para estar en el terreno al atardecer y al amanecer, que es cuando más posibilidades hay de ver a los venados. Y digo ver porque su brama retumbaba por todo el valle mientras me encaminaba hacia el lugar en el que iba a acampar.
Aprovechando una de las paredes de esta construcción derruida me monté un refugio para pasar cómodamente 😅 la noche.Al atardecer las sombras se iban adueñando del valle y el sol se escondía tras la cumbre del Cueto Palomo. Entre los brezos y las retamas los venados empezaban a dejarse ver.
No solo los ciervos, es también la hora en la que los caballos bajan al valle para beber y pasar la noche.
Durante toda la noche el envolvente sonido de la berrea era impresionante.
Al amanecer recogí el campamento y regresé al lugar en el que había dejado el coche.
Por el camino aún pude ver algún venado y hasta un esquivo corzo.
No lo noté durante la noche, pero según el termómetro del coche debió hacer frío.
Al día siguiente decidí dormir en los altos del valle de Miranda, por lo que dejé el coche en el mirador del Alto de la Varga. Impresiona ver tan seco el embalse de Camporredondo.Como impresionan, en positivo, esas nubes que se asemejan a platillos volantes sobre el Curavacas.
Los frutos del serbal (Sorbus aucuparia) dan fe de que ya estamos en otoño, aunque no lo parezca.
Llegando a los altos del valle de Miranda.
Valle de Miranda, desde sus altos.
Ahí abajo fue donde acampé la noche anterior.
Otra noche de brama y fantasmas.
Toda una experiencia. Recomiendo hacerla a pie y sin mucha gente. Merece la pena.
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