El consuelo de los espacios abiertos
Traducción de Elisa Lobato
Volcano, 2021
"Acababa de deshelarse el suelo cuando llegué conduciendo a Wyoming en 1976. Era de noche. Lo único que alcanzaba a ver de la región eran cumbres blancas, el cielo negro y los paseos en zigzag de los conejos delante del coche. [...]
Fui allí por la Televisión Pública, para rodar a cuatro pastores de las montañas del Big Horn desde junio a septiembre. Vine sola porque a mi compañero de proyecto -que tambien era el hombre que amaba- le acababan de decir que se estaba muriendo. No tenía ni treinta años".
Gretel Ehrlich llegó a Wyoming para rodar un documental sobre la vida de las y los pastores y acabó convirtiéndose en una de ellas. Un relato que combina la descripción de grandes espacios naturales, la mirada etnográfica y la introspección biográfica.
Gretel Ehrlich cuestiona los mitos del Oeste como un mundo de hombres ("las mujeres que conocí -descendientes de forajidos, colonos, rancheros y pioneros mormones- eran tan duras y capaces como sensibles eran los hombres") radicalmente individualista:
"Una vez completado el canal, los mormones construyeron iglesias, escuelas y casas en comunidad, trabajando al unísono como si se dejaran llevar por el agua que serpenteaba junto a ellos. 'Al principio era una puta práctica socialista', recuerda Frank, 'algo bonito, maldita sea. A estos individualistas del Oeste se les olvida cómo se hacían las cosas por aquí, y no hace tantos años de aquello'".
La autora del prólogo, Amy Liptrot, define el estilo de Ehrlich como place writing o "escritura de los lugares". También podríamos hablar de escritura de los espacios: "El espacio -escribe Ehrlich- tiene un equivalente espiritual y puede sanarnos de lo que nos rompe y nos pesa". Un libro hermoso, a ratos conmovedor, que transmite sosiego y paz.
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