domingo, 28 de noviembre de 2021

Antigua sangre

John Connolly
Antigua sangre
Traducción de Vicente Campos
Tusquets, 2021 

"Esto es lo que debes entender: el suelo está contaminado, sucio. Caminamos sobre tierra degradada. Conserva en su interior el registro de la sangre derramada, de pueblos y ciudades que prosperaron en sus tiempos pero que ya no existen, de cuantos han vivido y muerto en esos lugares.
La tierra recuerda.
Y del mismo modo que una semilla adormecida puede ser revivida por la lluvia, las presencias más antiguas, que yacen en un inquieto reposo entre las celdas del panal que es el mundo, pueden ser despertadas de su sueño, sea deliberadamente, por actos maléficos, o accidentalmente, por las indagaciones de descuidados y curiosos.
Casi siempre, lo único que se necesita es un poco de sangre".


La tierra de Northumbria está empapada por la sangre vertida en las guerras del siglo II entre las legiones romanas que defendían los muros de Adriano  y de Antonino y los pictos y escotos que luchaban contra ellas, por las sucesivas invasiones de anglos, vikingos y normandos, en la guerra de las Dos Rosas y en las rebeliones jacobitas: "Excavando a bastante profundidad, exponiendo sus simas, uno casi atisbaría costuras rojas y blancas, como los estratos en la roca: sangre y huesos, capa tras capa, el paisaje que han creado, siempre distinto, siempre cambiante. Porque la matanza nunca se detiene". Antiguos cultos viajaron desde esos páramos hacia Estados Unidos, donde enraizaron y se hicieron fuertes. Cultos ancestrales, muy anteriores a la cristianización, ligados a la naturaleza y sus ciclos amorales de vida y muerte (sobre todo de muerte), poblados de "criaturas metamorfas, entidades sin una apriencia física fija, que atraían a los despistados a zonas pantanosas, donde las raíces y las malas hierbas se enredarían alrededor de sus vientres y piernas para arrastrarlos hacia abajo, donde, como algunos perros muertos a tiros, nunca serían encontrados, dejando a sus seres queridos sin una tumba a la que acudir a llorar".
 
Y desde el Nuevo Mundo, desde Maine, el eco pervertido de estos cultos retornará a su lugar de origen, a la antigua Inglaterra, con cadáveres en los páramos y en antiguas ruinas, a modo de sacrificios propiciatorios que aceleren la caída de la humanidad en una era de oscuridad, sufrimiento y crueldad que ya se anticipa en algunos fenómenos políticos contemporáneos:
 
"Mientras se dirigía a Marylebone Road para buscar un taxi, oyó gritos en las cercanías del ayuntamiento de Old Marylebone, presenció un altercado entre dos hombres mayores, uno que llevaba un turbante sij y el otro un tabardo chillón. Quayle no pudo oír de qué discutían, pero estaba claso que el hombre del tabardo, que era blanco, había confundido al sij con un 'cabrón musulmán', y el posterior intercambio verbal había dado paso a los golpes. [...]
Escenas similares se producían en ciudades y pueblos de todo el país, y la hostilidad se había trasladad incluso al continente, donde los nacionalistas de ultraderecha estaban utilizando los asesinatos de Gran Bretaña para tomar medidas preventivas contra los musulmanes en sus propios países, así como contra otros inmigrantes que tuvieran la desgracia de cruzarse con ellos. [...] Se hacía oídos sordos a la razón y se cerraban los ojos a la bondad. El Atlas, tan cerca de completarse por fin, estaba alterando la topografía del mundo a un ritmo acelerado".

Decimoctava novela de la serie protagonizada por el detective Charlie Parker. Y cuando digo "serie" lo digo en su sentido más literal: como "conjunto de cosas [en este caso de novelas] que se suceden unas a otras y que están relacionadas entre sí". Las historias de Parker conforman un particularísimo y complejo universo cuyo sentido  solo se atisba si las leemos de manera sucesiva. Y así, como indiqué en un comentario anterior, esta novela continua y culmina la trama desarrollada en La mujer del bosque, de manera que Parker, Louis y Angel, acompañados de un entrañable librero especializado en libros prohibidos, volverán a enfrentarse a los siniestros y letales Quayle y Mors en su búsqueda de uno de estos volúmenes, el Atlas Fragmentado, llave para la corrupción total del mundo.

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