jueves, 16 de abril de 2020

Una clara y gélida mañana de enero a principios del siglo XXI

Roland Schimmelpfennig
Una clara y gélida mañana de enero a principios del siglo XXI
Traducción de Núria Molines Galarza
Editorial Periférica, 2020

"Una clara y gélida mañana de enero a principios del siglo XXI, poco después de que despuntase el alba, un lobo solitario vadeó el río que forma la frontera entre Alemania y Polonia, que estaba totalmente congelado.
El lobo venía del Este. Caminó sobre el Óder helado, llegó a la otra orilla y prosiguió hacia el Oeste. Detrás del río, el sol seguía hundido en el horizonte.
El lobo caminó por vastos campos cubiertos de nieve bajo el cielo sin nubes hasta que llegó a la linde de un bosque y por allí desapareció".

Tomasz, un joven polaco que trabaja en Berlín junto con otros compatriotas reformando edificios es el primero en ver al lobo, consiguiendo además fotografiarlo con su móvil. Su pareja, Agnieszka, se gana la vida limpiando tiendas, oficinas y domicilios. Llevan juntos casi una década, ahora ella tiene veintidós años y Tomasz veinticuatro. Mientras que Agnieszka parece haberse adaptado a su nueva vida, él no deja de pensar en regresar a Polonia: "Cuando llegó con Tomasz a Berlín, ninguno de los dos  hablaba alemán. Ahora ella lo hablaba casi a la perfección, y él seguía sin apenas entender nada. En la obra se relacionaba casi exclusivamente con polacos". Ambos trabajan día y noche, desde primeras horas de la mañana hasta la madrugada, seis días a la semana. Su único respiro es la noche de los sábados, cuando salen a bailar.


Elisabeth es una adolescente de dieciséis años cuyas relaciones familiares son muy complicadas. Su madre y su padre eran artistas, pintores de un cierto éxito, separados al poco de nacer la niña. Con el tiempo, la carrera del padre, que vive en Berlín, continúa progresando, mientras que la de la madre se ha estancado: "Tenía treinta y pocos cuando nació su hija, y le iba muy bien como artista en Berlín. Cinco años después era una madre soltera en un pueblo no muy lejano de la frontera con Polonia. Bebía mucho -eso ya le venía de antes-, era irascible y engreída. Se había peleado con la mayoría de sus conocidos de la época berlinesa". Tras una violenta pelea con su madre, Elisabeth decide escapar de su pueblo y dirigirse a Berlín acompañada de su amigo Micha. Los padres de este son naturales de ese pueblo, siempre han vivido ahí, trabajando en una fábrica local que ha cerrado hace tres años. Desde entonces están en paro.

Agnieszka vende la foto del lobo a una de las mujeres a las que limpia la casa, trabajadora en un periódico, y al día siguiente ya está en todas las portadas y noticiarios: "un lobo de noche en la nieve, iluminado por el flash y, detrás del animal, un cartel que decía que faltaban ochenta kilómetros hasta Berlín".

Semra, una joven periodista de origen turco que intenta hacerse un hueco en el periódico en el que trabaja dice que sabe mucho de lobos y consigue el encargo de cubrir la noticia.

Charly y Jacky son una pareja que ronda la treintena y regentan un modesto quiosco en Berlín, donde venden periódicos, tabaco, loteria, cerveza, snacks y refrescos. Convencido de que su quiosco, por el que pasa en algún momento toda la gente del barrio, los convierte en "el ojo de la ciudad", Charly comienza a obsesionarse por no haber sido ellos quienes han dado la noticia de la presencia del lobo.

El padre de Micha, con problemas de alcoholismo, viaja a Berlín para encontrar a su hijo y se aloja en casa de su hermano mayor, a qien no ha visto hace tiempo, sin trabajo desde hace años por problemas de espalda. También se desplaza a Berlín la madre de Elisabeth, donde se aloja con una antigua amiga con una vida tan complicada como la suya, y se reune con su ex-marido, cuya casa es una de las que limpia Agnieszka...

Con el trasfondo de las heridas sociales y económicas provocadas por la reunificación, esta delicada historia nos ofrece una mirada compasiva y cercana a un ramillete de vidas errantes, en búsqueda, que se entrecruzan en un escenario urbano oscuro y helado. Mujeres y hombres que acumulan una biografía de fracasos, en la deprimida periferia de la sociedad alemana actual, pero que no han dejado de alimentar sueños y esperanzas. Me han llamdo la atención los muchos actos de hospitalidad y ayuda que se van mostrando a lo largo de la historia: el que detiene su coche en la noche para recoger a los jóvenes que deambulan en la noche invernal y les ofrece alojamiento; el que lleva en su coche hasta la estación al padre del chico...

Y siempre, como hilo conductor, el avance del lobo hacia Berlín, atravesando zonas habitadas y siendo visto por cada vez más personas, convertido en metáfora, salvaje y bella, de estas errancias.

Un libro muy recomendable.

Mientras lo leía he vuelto a ver el maravilloso documental Lobos errantes (1ª parte, 2ª parte) que emitió en su momento La 2 de TVE. Y he recordado la suerte que he tenido por haber podido encontrarme, en varias ocasiones, cara a cara con un lobo en plena naturaleza. Tiene razón Charly cuando describe su encuentro con el lobo: "No me quito de la cabeza la mirada. La mirada, Jacky, los ojos, nunca había visto algo así. La mirada era tan fría. No me lo esperaba".


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