jueves, 27 de febrero de 2020

Revolucionarios: una revisión de los años sesenta

Joshua Furst
Revolucionarios
Traducción de Alba Montes Sánchez
Impedimenta, 2019

"O a lo mejor quieres que te hable de toda la cocaína que esnifó encima de la mesa cuando se suponía que tenía que estar cuidándome.
O de la vez en que me aderezó el zumo de naranja con ácido.
También está la vez en que intentó esconderme en su maleta para no tener que pagar mi billete a Nicaragua.
O la vez en que me llevó a la azotea del edificio de la Calle 7 para que los dos meáramos por encima de la cornisa sobre los dos agentes de la secreta que montaban guardia delante de nuestra entrada.
O la vez en que me disfrazó de judío jasidi y me exhibió delante de un desfile del KKK.
¿Quieres más? Tengo millones como estas".


El protagonista de esta novela (con trasfondo histórico más que reconocible) es Freedom "Fred" Snyder, hijo del icónico activista contracultural Lenny Snyder, alter ego de Abbie Hoffman (1936-1989).

¿Qué decir de Hoffman? Activista excéntrico ingeniosamente disruptivo, capaz de convocar a miles de personas para hacer levitar el edificio del Pentágono, fundador del Partido Internacional de la Juventud ("Yippies"), autor de libros esenciales para comprender la contracultura estadounidense como Woodstock NationRoba este libro, Soon To Be a Major Motion PictureYippie! Una pasada de revolución Letters from the Underground (con su compañera Anita), anarquista, firmemente comprometido con las luchas por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam (y más tarde contra la intervención americana en Nicaragua), pero también afectado de trastorno bipolar, drogadicto, acusado y encarcelado por tráfico de drogas, viviendo durante unos años en la clandestinidad, fallecido a los 52 años tras ingerir un centenar de píldoras de Fenobarbital combinadas con alcohol...

En la entrevista que le hizo en 1985 otro icono de los sesenta, Dany Cohn-Bendit, para su libro La revolución y nosotros, que la quisimos tanto (Traducción de Joaquín Jordá, Anagrama, 1987), un Hoffman de cuarenta años se definía así:

"Me he convertido en un militante viejo. Ya sabes, al envejecer uno se vuelve más blando, eso está claro. Ahora tengo niños, soy responsable de su bienestar, de su salud, de su educación... Reparto el tiempo entre mis obligaciones personales y mis deberes hacia la comunidad".

Sorprende leer esto. Porque los alegres, libertarios, floridos, contrahegemónicos y experimentales Sixties se tornan más oscuros y complejos cuando los contemplamos con los ojos de un niño, hijo de una pareja que formaba parte de la aristocracia contracultural de la época. Esta es la perspectiva que adopta Furst en su libro.

"Se erigió en pícaro, en sátiro, en el gran dios Pan que danzaba sobre sus patas de cabra a través de la jungla del Lower East Side. Empleó todas sus habilidades organizativas para crear una sociedad nueva. Decía: Nunca te fíes de nadie mayor de treinta años. Decía: Hoy es el primer día del resto de tu vida. Decía: El Flower Power es el poder del pueblo. Libera tu mente y tu mundo seguirá ese mismo camino. La realidad es aquello que tú hagas de ella. La revolución está en tu mente. Sintonízate, colócate y abandónate. Todo debería ser gratis. Y, atraídos por su mensaje, los jóvenes acudían a él sin cesar".

Este es el Snyder/Hoffman visto desde fuera. Muy distinto del que experimenta un niño abandonado toda la noche en un rincón, "derrumbado en un puf en una esquina, temblando", mientras su madre y su padre prolongan una fiesta tras otra; un niño que se siente permanente juzgado por un padre/icono/referente del que nunca logra estar a la altura, que lo desprecia abiertamente cuando es incapaz de robar unos dulces en una tienda; un padre casi siempre ausente.

"Recuerdo que surgía una nueva clase de esperanza en su presencia, un deseo de jugar con él, una corazonada de que quizá a él le apeteciera jugar conmigo. Puede que aquel día tuviéramos planeada una aventura, una excursión al parque o quizá asistir a la fiesta de cumpleaños de alguno de mis amiguitos, aunque no recuerdo haber tenido amigos. Tal vez fuéramos a coger el metro hasta la playa de Brighton, donde me desnudarían y me dejarían libre para jugar con las olas. Un día de celebración organizado en mi honor. [...] La cosa es que no fuimos a la playa, o al parque, o a la fiesta, o adonde fuera que se suponía íbamos a ir".

Tampoco era todo tan alegre para su madre, Suzy, parte de "un matrimonio abierto -del tipo que solo funciona en una dirección".

Por las páginas del libro aparecen innumerables personajes de la época: Herbert Marcuse, Allen Ginsberg, Saul Alinsky, Noam Chomsky, Norman Mailer, Bob Dylan, Marlon Brando... También el, al principio, inseparable colega de Snyder/Hoffman, Jerry Rubin (como Sy Neuman), luego enfrentados, cuando en los setenta Rubin rompió con el yippismo del que, con su libro Do it! fue tanto o más inspirador que Hoffman, para dedicarse con éxito al mundo de los negocios. Y, sobre todo, Phil Ochs, el más explicitamente antimilitarista de las y los cantautores de la época; un personaje dramáticamente ingenuo y bondadoso, maltratado por Snyder, que sin embargo va a ser el único siempre dispuesto a apoyarle, y que va a servirle a Fred casi como el único (aunque frágil) apoyo o referente adulto, además de su madre, en un mundo absolutamente anómico:

"Todos somos unos cabrones de una forma u otra. Phil era algo menos cabrón que la mayoría. Era buena persona. Se mostraba paciente conmigo. Yo no tenía ni idea de lo que era el alcoholismo, Mis padres eran fumetas. Cuando Phil conseguía mantenerse medio sobrio, me llevaba a museos y me hablaba de poesía".

Una mirada agridulce a una época esencial en la que el mundo cambió más de los que podemos imaginar, tal vez porque los seres humanos normalizamos incluso las transformaciones más radicales. Joshua Furst cierra el libro con un apartado de agradecimientos en los que incluye muy destacadamente a "Abbie Hoffman -provocación, inspiración- por haber existido. Ahora más que nunca, necesitamos tu espíritu en el mundo". Pero por favor -añadiría probablemente algún Freedom-, que esa nueva encarnación de Hoffman no sea mi padre o mi madre.


No hay comentarios: