El mes pasado no quise ni llevarme el primer número de Icon, la "revista masculina" de El País; y ahí se quedó, en la papelería de la universidad, donde suelo comprar los periódicos los días de labor. Hoy he optado por llevarme junto con el diario el segundo número, y mis primeros reparos no han hecho sino confirmarse.
Con la que está cayendo, con la necesidad que hay de un periodismo riguroso y serio, a la altura de las circunstancias, va El País y se descuelga con un lujoso catálogo de publicidad hortera salpimentado de todas las banalidades que cabría imaginar. Ya está en el montón de papeles destinados al contenedor azul.
¿Acaso no tiene El País cosas mejores que ofrecernos a sus lectores? ¿Por qué no recopilar una vez al mes sus artículos de opinión o, ya puestos, por qué no elaborar una vez al mes un dossier sobre alguna de las muchas cuestiones que hoy preocupan a la sociedad?
Pero nada de eso: a vender(se) y a vendernos gilipolleces. Y lo peor es que El País Semanal sigue el mismo camino, con más publicidad por centímetro cuadrado que el catálogo de Navidad de El Corte Inglés.
Ahora que he conseguido poner a Amazon contra las cuerdas, voy a hacer lo mismo con Prisa, así que anuncio: el próximo mes, cuando toque, no sólo no me llevaré Icon sino que ese día tampoco compraré El País. Y así hasta que dejen de publicar esa tontería.
¡Hala, chínchate!
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