lunes, 10 de diciembre de 2012

Víctimas y comodidad

«Este Gobierno está trabajando para buscar fórmulas de consenso de todas las fuerzas políticas para que todos podamos sentirnos cómodos en un reconocimiento a todas las víctimas».
Juan Karlos Izagirre, alcalde de San Sebastián [Diario Vasco].

¿De eso se trata? ¿De sentirse "cómodos"? Yo siempre me he sentido profundamemte incómodo al pensarme y situarme desde la perspectiva de las víctimas. Lo confieso.
"Todo es según el dolor con que se mira", nos recuerda Benedetti. Mirar la realidad desde la perspectiva de las víctimas duele e incomoda. No puede ser de otra manera.

Hace más de cuatro décadas Irving L. Horowitz señalaba que uno de los principales problemas al estudiar la vida política es la tendencia generalizada a dejarse llevar por los vencedores momentáneos, a analizar los hechos desde la perspectiva de los vencedores; mientras tanto, "los perdedores, como parte de la tradición secundaria, tienden a ser incorporados en alguna nota al pie de la página que relata la tradición primaria" . Él, por el contrario, apostaba por la fecundidad de escribir la historia "desde el punto de vista de quienes ya no tienen historia, desde el punto de vista de quienes son los perdedores o de aquellos que están consignados a los cestos de basura por los bedeles de la sociedad".
La historia todo lo absuelve al “ponerlo en su lugar”, al contextualizarlo, al permitir una lectura de adelante hacia atrás que acabe por encontrar explicable cualquier acto. Pero si algo salva nuestra humanidad, si algo impide que el papel del ser humano y sus sufrimientos quede obscenamente trivializado, es la negativa a someternos al dictado de la historia. Reivindicar tozudamente nuestra capacidad de juzgar la historia: eso es lo único que impide que todos los hechos, hasta los más bárbaros, queden subsumidos y sublimados en la generosa corriente de la historia. La historia no puede convertirse en la teodicea que atempere los sufrimientos y otorgue sentido a los sinsentidos. Todo proceso histórico genera incómodos residuos que nadie puede reciclar: las víctimas. Pretender reducirlas a engranaje del proceso histórico, a combustible necesario para el avance social, político o económico, es volver a asesinarlas. Ninguna mejora, ningún avance, puede hacer justicia a las víctimas ni modifica la injusticia y el absurdo de los sufrimientos provocados.
Las víctimas son la relativización más radical de nuestros proyectos y de nuestras estrategias. Si ante las pirámides de Egipto nos preguntamos cuántas víctimas causó su construcción, sin duda las veremos de otra manera. Lo mismo ocurre con nuestras construcciones políticas y con las estrategias que empleamos para sacarlas adelante: el cálculo del sufrimiento (Peter L. Berger) que las mismas provocan debe relativizar nuestros proyectos.
¿Sentirnos cómodos con las victimas?

No hay comentarios: