Hay pinturas que poseen una poderosísima capacidad de atracción. No sé la de veces que he visitado El Prado sólo para detenerme unos minutos ante El Jardín de las Delicias de El Bosco.
Las obras de Friedrich siempre me han resultado sumamente evocadoras. Románticas, misteriosas, decadentes en ocasiones, nunca he podido mirar las pinturas originales, me he conformado con reproducciones de mayor o menor calidad. Pero su poder de atracción es inmenso.
¿Quién no conoce su famoso Caminante sobre un mar de nubes? ¿Quién, al contemplar este cuadro, no siente que es uno mismo el que se asoma al nebuloso abismo de montaña?
Sus paisajes, siempre misteriosos y evocadores, me atraen con fuerza. Y así, sueño con pasear por sus bosques o ascender por sus montañas...
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