Interior considerará la resistencia pasiva un atentado a la autoridad - PÚBLICO
No sé si hablamos de lo mismo.
Hay una larga y poderosa tradición de lucha política pacífica a la que debemos algunos de los momentos más decentes de la historia de la Humanidad.
Denominada de distintas maneras -desobediencia civil, noviolencia activa, no colaboración, resistencia noviolenta- esta tradición, profundamente democrática y democratizadora, se ha encarnado en Thoreau y en Gandhi, en Rosa Parks y Luther King, en Lanza del Vasto y en Petra Kelly, en las y los cívicos resistentes de la Primavera de Praga o de la Plaza de Tiananmen...
Ciertamente hay algún autor, como Michael Randle, que limitan la legitimidad de estas formas de lucha a la confrontación con regímenes autoritarios, advirtiendo de la posibilidad de que la desobediencia civil, como modalidad coercitiva de resistencia, pudiera ser una inaceptable amenaza a los gobiernos elegidos democráticamente.
Pero son muchos más los que reclaman para la desobediencia civil el estatuto de herramienta legítima de acción sociopolítica también frente a gobiernos democráticos, contribuyendo a la construcción de una democracia robusta. Como son muchos los juristas que cuestionan la anunciada intención del Gobierno de Rajoy.
Habrá que añadir una nueva estrofa al RESISTIRÉ versionado por El Intermedio: "Resistiré la criminalización de la desobediencia civil".
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