No tengo ninguna duda de que el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, se siente igualmente afectado que yo mismo o que la inmensa mayoría de las personas por la tragedia de Haití. Pero sus declaraciones comparando las consecuencias del terremoto con nuestra "pobreza espiritual" fueron absolutamente desafortunadas.
Como fue desafortunada su explicación de que los medios había distorsionado su respuesta en clave teológica a una pregunta también de índole teológica. ¿Preguntas de orden teológico en la SER? Ni tampoco en la COPE. El lenguaje de los medios de comunicación es otro. Debería saberlo.
Tampoco dudo de que el presidente de los empresarios alaveses siente profundamente el drama que sufre la población haitiana. Pero la ha cagado plenamente al declarar que la crisis en Álava dejará secuelas «como las del terremoto de Haití».
Sin embargo, estoy seguro de que sus declaraciones no van a tener el mismo eco ni van a generar las mismas críticas que las igualmente cuestionables de monseñor Munilla. "Es una falta de sensibilidad y respeto hacia los que sufren ahora mismo", ha criticado con razón el responsable de UGT en Álava. Pero la cosa no irá mucho más allá.
La secularización no afecta al dios Mammon. Se convocan consultas contra los minaretes, pero las nuevas torres del orgullo capitalista se alzan en nuestras ciudades como edificios emblemáticos.
Somos capitalistas sociológicos.
Es lo que hay.
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