lunes, 11 de noviembre de 2013

Apoyo a la continuidad del Barómetro social

 
 
Colectivo Ioé es una cooperativa de investigación social, que desde la década de 1980 ha mantenido una constante actividad de observación e investigación sobre algunas de las principales transformaciones sociales ocurridas en España, entre ellas el mercado de trabajo, la inmigración, los sistemas de bienestar y protección, las estructuras sociales regionales, las desigualdades de género o la educación e interculturalidad. Toda su producción puede consultarse libremente en su web. Una de sus producciones más relevante es el Barómetro social.

El Barómetro social produce una amplia serie de indicadores estadísticos (190) y de índices sintéticos (más de 35) que permiten valorar la evolución de la sociedad española desde 1994. Analiza once ámbitos de la realidad social (renta, empleo, salud, educación, vivienda, medio ambiente, igualdad de género, protección social, participación ciudadana, seguridad y justicia, y desigualdades internacionales.
Toda la información (incluidas las fuentes y la metodología de cálculo de los índices) es de libre acceso y descarga para el público interesado.
Además, desde 2013 cuenta con un blog en el que se publican las principales novedades relacionadas con datos que permiten entender los cambios sociales en curso.

Uno de los efectos de la actual crisis fue la desaparición de todo apoyo institucional al Barómetro social. Desde 2010 la iniciativa se sostiene en base a trabajo voluntario y a una campaña de crowfounding desarrollada a través de Verkami. Gracias al éxito de la misma (más de 7.000 euros recaudados) se consiguió:
- Garantizar la actualización de la base de datos de indicadores hasta la actualidad
- Realizar dos informes anuales (ver la sección Informes en www.barometrosocial.es)
- Remozar la página web inaugurando un blog con noticias y comentarios respecto a las novedades más importantes.

Sin embargo, los recursos se han agotado y es necesario un nuevo empujón para sostener el proyecto.
Las aportaciones económicas serán destinadas a financiar parcialmente:

  • El trabajo de búsqueda, recogida y elaboración de indicadores
  • La elaboración del Informes Anual de síntesis
  • La actualización periódica del blog barometrosocial.es dando cuenta de las principales novedades
  • La publicación de toda la información en la web, siempre con acceso libre, manteniendo la licencia creative commons
  • Asesorar a grupos, organizaciones o individuos interesados en el mejor aprovechamiento de las herramientas y la metodología utilizada por el Barómetro Social, con el fin de que la información disponible resulte cada vez más accesible a un público amplio.
La filosofía con la que nació, y pretende subsistir, el Barómetro Social consiste en facilitar el acceso a información pública a menudo reservada a “personas expertas”, sistematizar sus resultados de forma transparente, potenciando la formación y “empoderamiento” de sus usarixs, incrementando las posibilidades de análisis y argumentaciones que respondan a los intereses y prioridades de diferentes colectivos sociales, en lugar de potenciar el lenguaje abstruso e interesado difundido habitualmente “desde las alturas”.

Para que este importante trabajo pueda continuar, ¡colabora!.


viernes, 8 de noviembre de 2013

Hallowert

Alice Ann Lynch es una joven descerebrada a la que, según parece, no se le ocurrió un  disfraz de Halloween más 'diver' que el de víctima del atentado de Boston. Recordemos los hechos: hace un año, el quince de abril de 2012, la explosión de dos bombas caseras al paso de las más de cinco mil personas participantes en el maratón de aquella ciudad, la carrera urbana más antigua del mundo, provocó la muerte de tres personas, además de varios cientos de heridos. Y así, ni corta ni perezosa (bueno, un poquito corta sí) ha posado en Twitter convenientemente vestida de corredora, con las correspondientes heridas en piernas y rostro. Para mi gusto la sonrisa que luce es lo que la hace poco creíble, pero es sólo una opinión personal.
[...] José Ignacio Wert es un talludito y descerebrado ministro de Educación del Gobierno de España a la que hace unos días, no sé si imbuido del espíritu de Halloween, se le ocurrió disfrazarse del 'coco de la retroactividad' y salir a asustar erasmus. 
>> Seguir leyendo en eldiarionorte.es

jueves, 7 de noviembre de 2013

Cien años con Camus

En la habitación de casa donde trabajo hay una balda que hace las veces de altarcillo dedicado a mis particulares divinidades menores literario-morales.En este sencillo lararium se encuentran los libros de Simone Weil y de Albert Camus. Mi devoción por estos dos autores es enorme, y nunca me canso de releer sus escritos, encontrando siempre en ellos ocasión para la reflexión.


En el caso de Camus, aquí se encuentran sólo sus ensayos y su obra periodística; sus novelas y sus obras de teatro están en la biblioteca, en el lugar que le corresponde en cuanto que autor francés (sí, para las novelas tengo un principio de clasificación  nacionalista, lo que para un etranger radical como Camus debe resultar insufrible).
Lo primero que leí de Camus fue La peste, en la edición de bolsillo de Edhasa de 1978. Sería por entonces, aquel año, cuando la lectura de este libro me convirtió en fervoroso camusiano. En aquella época, las apasionadas conversaciones entre Rambert y Tarrou ("Estoy harto de la gente que muere por una idea. Yo no creo en el heroismo ... en el fondo es criminal") o entre Paneloux y Rieux ("Yo tengo otra idea del amor y estoy dispuesto a negarme hasta la muerte a amar esta creación donde los niños son torturados") fueron esenciales para la construcción de mi personal conciencia moral.
Luego, claro, vino El extranjero, El estado de sitio ("Se trata de saber, buen hombre, si usted es de los que respetan el orden existente por la única razón de que existe"), Calígula, El exilio y el reino, Los justos (debería ser lectura obligada: "No matar bastante, a veces, es matar por nada"), El primer hombre...
Y entre novela, relato y drama aparecieron, poderosísimos, ensayos que tal vez me existencializaron demasiado pronto haciendo de mi un joven un tanto raro, pero a cuya influencia no he renunciado: El hombre rebelde ("El revolucionario es al mismo tiempo rebelde o ya no es revolucionario, sino policía y funcionario que se vuelve contra la revolución") en la edición de Losada, El mito de Sísifo y, sobre todo,
la selección de artículos que con el título de Moral y política publicó Alianza en 1984, recogidos de nuevo en 2002 junto con otros artículos más en Crónicas (1944-1953).



Hoy, cuando se cumplen 100 años del nacimiento de Camus, me apetece compartir aquí unos fragmentos de su artículo titulado "Ni víctimas ni verdugos", publicado en el periódico Combat en noviembre de 1946, y que puede leerse en Moral y política (pp. 87-90) o en Crónicas (pp. 94-97).

Democracia y dictadura internacionales
Hoy sabemos que ya no quedan islas y que las fronteras son inútiles. Sabemos que en un mundo en constante aceleración, donde el Atlántico se cruza en menos de un día, donde Moscú habla con Washington en unas horas, estamos obligados a la solidaridad o a la complicidad, según los casos. Durante los años cuarenta aprendimos que el daño causado a un estudiante de Praga afectaba al mismo tiempo al obrero de Clichy, que la sangre derramada en algún lado a orillas de un río de la Europa central llevaría a un campesino de Texas a verter la suya en la tierra de unas Ardenas que veía por primera vez. No había, como ya no hay, un solo sufrimiento, aislado, una sola tortura en este mundo que no repercutiera en nuestra vida de todos los días.
[...] Del mismo modo, ningún problema económico, por secundario que parezca, puede solucionarse hoy en día sin la solidaridad de las naciones. El pan de Europa está en Buenos Aires y las máquinas herramientas de Siberia se fabrican en Detroit. Hoy en día, la tragedia es colectiva. Todos sabemos, pues, sin sombra de duda, que el nuevo orden que buscamos no puede ser sólo nacional ni siquiera continental, ni mucho menos occidental u oriental. Debe ser universal. Ya no es posible esperar soluciones parciales o concesiones [...].
¿Cuáles son hoy en día los medios para alcanzar esa unidad del mundo, para realizar esa revolución internacional que podría redistribuir mejor los recursos humanos, las materias primas, los mercados comerciales y las riquezas espirituales? [...] El acuerdo mutuo entre las partes. No nos preguntaremos si es posible, pues aquí consideramos que cabalmente es el único posible. Nos preguntaremos ante todo qué es.
Ese acuerdo de las partes tiene un nombre, que es la democracia internacional [...].Es una forma de sociedad en la que la ley está por encima de los gobernantes, al ser dicha ley expresión de la voluntad de todos, representada por un cuerpo legislativo. ¿Es eso lo que se intenta fundar hoy? Nos están preparando, en efecto, una ley internacional. Pero son los gobiernos, o sea el ejecutivo, quienes hacen o deshacen esa ley. Nos hallamos, pues, en un régimen de dictadura internacional. La única forma de evadirnos de ella consiste en poner a la ley internacional por encima de los gobiernos, y por lo tanto hacer esa ley, y por lo tanto disponer de un parlamento, y por lo tanto constituir ese parlamento mediante elecciones mundiales en las que participarían todos los pueblos. Y como no tenemos ese parlamento, el único medio es resistir a esa dictadura internacional en un plano internacional y con medios que no contradigan el fin perseguido.
Parece escrito ayer mismo.

sábado, 26 de octubre de 2013

Mediaciones y ruido: editoriales, librerías e Internet


Sociofobia




Acabo de terminar el libro de César Rendueles Sociofobia, publicado por Capitan Swing y que hoy reseña Javier Rodríguez Marcos en Babelia. No encuentro link al suplemento cultural de El País, pero aquí puede encontrarse la reseña (gracias).
Joven filósofo y profesor en la Complutense de Madrid. Rendueles desarrolla una crítica del ciberfetichismo actualmente rampante entre las izquierdas tan intempestiva como imprescindible. En otro momento volveré a este libro y a su cuestionamiento del supuesto (y aplaudido) fin de las mediaciones en el nuevo entorno digital, de la suntuaria efervescencia social digital en la que tan a menudo desemboca la denominada sociedad red, de la estrecha y limitada comunidad comunicativa en que se convierten casi siempre las redes sociales. Por ahora, baste con esta afirmación de Rendueles (que no es, en absoluto, un tecnófobo):

Las tecnologías de la comunicación han generado una realidad social disminuida, no aumentada. [...] Internet no ha mejorado nuestra sociabilidad en un entorno postcomunitario, sencillamente ha rebajado nuestras expectativas respecto al vínculo social. Tampoco ha aumentado nuestra inteligencia colectiva, sencillamente nos induce a rebajar el listón de lo que consideramos un comentario inteligente.

Como digo, otro día volveremos a las reflexiones de Rendueles. Por hoy, coincidiendo con la publicación en Territorios, el suplemento cultural de Vocento, de un artículo sobre la función de prescriptores literarios que hoy cumplen las redes sociales, me quedo con una reflexión de Rendueles al respecto:

Volviendo al mundo del libro, la mediación especializada desempeña un papel crucial y difícilmente sustituible.Escuchar una canción pop y decidir si merece la pena es un proceso relativamente rápido. A menudo bastan unos segundos para decidir si un contenido es interesante para nosotros o no.Por eso es factible que mediadores no profesionales puedan sustituir a las discográficas, al menos en algunas de sus funciones. La evaluación de novelas o ensayos es un proceso mucho más lento y complejo. Si cada uno de nosotros como lectores tuviera que elegir qué libros son valiosos de entre toda la oferta potencial de escritores que creen que sus textos deben ser difundidos (algo técnicamente posible), desaparecería la cultura escrita tal y como la conocemos. Las editoriales reducen el ruido, algo para lo que Internet no es precisamente una herramienta muy eficaz.
Los comentarios de los usuarios en Internet han empezado a sustituir a la crítica especializada y a la publicidad como elementos básicos en la construcción del gusto literario. Inicialmente pareció un giro democrático que iba a permitir acabar con la dictadura del mercado y los expertos. Pero la realidad pronto ha arruinado esas expectativas: "desde hace tiempo, la presencia de escritores (o aspirantes a escritor) que emplean seudónimo para elogiar sus propias obras ha sido una costumbre cada vez más extendida en los foros, facilitada por el anonimato de Internet (...) En el lado opuesto, también surgieron los usuarios que, de forma anónima, realizaban críticas despiadadas a libros escritos por gente hacia la que demostraban una obvia animadversión (...) Tanto las reseñas como los puestos en los rankings de Amazon.es o Casadellibro.com se han convertido en parámetros que condicionan el éxito de ventas de los e-books y, por ello, tanto las editoriales como, sobre todo, los escritores auto-editados, han elaborado toda clase de estrategias para hacer que sus libros escalen puestos en dichos ranking". Internet no ha hecho desaparecer ni el negocio del libro ni la crítica especializada, más bien ha convertido la crítica amateur en un oscuro negocio. Hay empresas que ofrecen reseñas en Amazon a cambio de dinero. Por ejemplo, GettingBookReviews.com ofrecía veinte reseñas favorables por quinientos dólares. John Locke, el primer escritor autoeditado que vendió un millón de e-books, contrató los servicios de esta empresa para conseguir hasta trescientas reseñas en distintas plataformas. 

El texto entrecomillado que aparece en este párrafo de Rendueles procede del artículo de Yayo Balbás "Negocio de reseñas 2.0", publicado en Cultura Libre.

viernes, 25 de octubre de 2013

Recordando el kibutz y el Israel que pudo ser



Hace muchos años que siento una especial devoción por el escritor israelí Amos Oz. Empezó en 1994, por razones extraliterarias, cuando leí su artículo titulado Oriente Medio: la conjura de los extremistas, al que ya me he referido aquí en otro contexto. Me impresionaron entonces su valentía y su coherencia; su voluntad de hacer resonar una palabra distinta en un contexto tremendamente crispado, alejada de los lugares comunes transitados por unos y por otros, pero particularmente por quienes le eran más próximos; su capacidad para sostener principios universales también en las coyunturas menos favorables. Desde entonces he leído mucha de su obra ensayística y literaria, siempre con gran satisfacción.Pues bien, creo que su última novela, titulada Entre amigos y editada, como casi toda su obra, por Siruelaes de lo mejor que he leído en los últimos tiempos.
El libro contiene ocho relatos que nos introducen en la cotidianidad de uno de aquellos kibutz que, tras la constitución del Estado de Israel, quisieron construir la utopía del socialismo fundado en el trabajo y la fraternidad de la vida plenamente compartida.Por su páginas transcurre la existencia de Zvi Provizor, que siempre andaba a la caza de mañas noticias que comunicar; de Osnat, consagrada al cuidado de los demás; de Moshé Yashar y de Yotam, dos jóvenes que por razones distintas no acaban de compartir el estilo de vida del kibutz; lo mismo que el cerrajero Roni Shindlin, que no puede soportar separarse por las noches de su hijo Yuval, débil y asustadizo, cuando debe llevarlo a dormir a la casa de los niños. Y con ellos, entrecruzando sus vidas, muchos más: el pionero David Dagan, comprometido plenamente con los principios fundacionales del movimiento kibutzim; la indepencdiente Nina Sirota, que pugna por adaptar aquellos principios a los nuevos tiempos; o al anciano y enfermo Martin Vandenberg, con su confianza en que el esperanto acabaría algún día con la maldición de Babel.
Aunque ellas y ellos son los protagonistas del libro -mientras cultivan las huertas o alimentan a las gallinas, mientras deliberan sobre la marcha de la comunidad, se enamoran y desenamoran- en sus páginas encontramos, también , una aproximación a un sueño que no pudo ser, tal vez imposible, pero que en todo caso produce, al menos a mí, una dulce melancolía.

martes, 22 de octubre de 2013

Goodbye, Amazon

Ya he confesado en muchas ocasiones mi insaciable librivorismo. Impulsado por él, a lo largo de los años he adquirido muchos libros en AMAZON. Me ha encantado moverme por sus estanterías virtuales, ojear (ya que no hojear) sus ofertas Hasta hoy. Goodbye, Amazon.
Empecé a tomar la decisión cuando, a principios de agosto, leí en El País una información titulada: "Amazon España desvía sus ventas a Luxemburgo para no pagar impuestos". La información contaba cosas como estas:
"Amazon, el gigante del comercio electrónico, ha reorganizado su actividad en España tras la compra de Buyvip y la apertura de su tienda online española. La compañía ha transformado Buyvip, su tienda de moda, en una empresa de servicios, la ha rebautizado como Amazon Spain Services y la ha adelgazado para llevarse las ventas a Luxemburgo, desde donde factura también el resto de sus productos. Copia con ello el esquema de su otra sociedad, Amazon Spain Fulfillment, que incluso se acoge al régimen de pymes para tributar menos gracias al reducido tamaño que tiene por no facturar sus ventas en España. La compañía fundada por Jeff Bezos, el magnate que acaba de comprar The Washington Post, admite abiertamente en su informe anual que paga menos impuestos sobre beneficios por sus operaciones europeas gracias a tener su base en Luxemburgo. La estructura que ha elegido para lanzar su tienda online en España responde a ese objetivo. Pese al éxito de su lanzamiento comercial, la filial de Amazon declaró en 2012 pérdidas contables de 54.329,8 euros, según las cuentas depositadas en el Registro Mercantil". 

También lo hacen otras grandes compañías: Apple, Google, Sturbucks. Pero lo de Amazon me enfada especialmente: de Starbucks me quite hace mucho tiempo, con Appel no tengo ninguna relación, y lo de Google... bueno, esto tendré que hacérmelo mirar.Pero lo de Amazon me indigna particularmente.

Ahora acabo de terminar de leer la investigación de Jean-Baptiste Malet titulada En los dominios de Amazon, editada por Trama.  Merece la pena. Hay una afirmación en el libro que no comparto: "Cuando el lector compra sus libros en Amazon, elige, consciente o incoscientemente, ignorar el precioso papel que desempeña la librería como lugar de convivencia, de participación, de descubrimiento, de mestizaje y de encuentro. Pero también los empleos de los libreros cualificados que generan esta actividad comercial de proximidad". En mi caso, no ha sido así. Mi librivorismo sólo puede asemejarse a mi librerivorismo. Esta misma mañana he charlado sobre el problema de Amazon con mi librero de cabecera, y él me decía (mientras a su librería llegaba un paquete con el logo de la compañía) que el problema es que Amazon no cumple las reglas de  juego. Pero el libro de Malet sí me ha servido para conocer la existencia de una campaña en el Reino Unido promovida por la revista The Ethical Consumer, para protestar por la política de evasión fiscal que practica Amazon. Lo que proponen es no comprar en Amazon (hay alternativas) y, sobre todo, enviar a la compañía un mail explicando las razones de nuestro boicot.
Yo ya he decidido no volver a comprar un libro en Amazon. Y hoy mismo voy a escribirles un correo explicándoselo.
¡Tiembla, Amazon! O cambia...

jueves, 17 de octubre de 2013

Canadá, de Richard Ford


Canadá - Portada

Dos breves fragmentos de la última novela de Richard Ford nos permiten, creo, captar el tono de una historia tan sencilla como profunda y hermosa:

"La vida se nos da vacía. Tenemos que inventar la parte feliz".

"No siempre vamos a sitios. A veces acabamos en ellos".

No me extraña que la decisión de abrir a partir del año que viene a narradoras y narradores estadounidenses el Premio Booker, reservado hasta ahora a obras escritas en inglés publicadas en Gran Bretaña por autores con pasaporte británico, irlandés, de algún país de la Commonwealth o de Zimbabue, haya generado inquietud. Como ha dicho John Banville, ganador del Booker en 2005: “Es una tontería que el premio no esté abierto a todos. Pero que Dios nos ayude a nosotros, porque la ficción estadounidense es muy, muy buena”.