sábado, 12 de octubre de 2024

Animales metafísicos

Clare Mac Cumhaill y Rachel Wiseman
Animales metafísicos: Cuatro mujeres que hicieron renacer la filosofía
Traducción de Daniel Najmías
Anagrama, 2024
 
"El ataque de Freddie Ayer a la metafísica y la ética antes de la guerra había dejado a la filosofía moral sin nada que decir ante la nueva realidad. La expresión de desaprobación personal o de una emoción subjetiva no servía en absoluto y a Philippa le repugnaba pensar que si la moral era subjetiva en el sentido que subrayaba Ayer, «no hay manera […] de que uno se imagine diciéndole a un nazi: ‘Pero nosotros estamos en lo cierto, usted no’, con algo de fundamento en la afirmación». En la prensa escrita, [tras conocer las imágenes de los campos de concentración] los periodistas echaron mano de palabras fuertes, gruesas, oscuras: el mal, lo perverso, el infierno, el abismo, depravación, degradación. Aun así, ese vocabulario no alcanzaba a comprender en toda su profundidad el mundo sin valores que Ayer había dejado a los filósofos. Philippa intuyó la pregunta que la inspiraría el resto de su vida: ¿podía haber una filosofía secular capaz de emplear ese lenguaje de la moral y hablar de verdad sobre moral objetiva? Estaba convencida de que el subjetivismo moral de Ayer se basaba en un error; su tarea consistía en averiguar cuál”.

Esta es la historia de cuatro filósofas: Elizabeth Anscombe, Philippa Foot, Mary Midgley e Iris Murdoch, quienes desde Gran Bretaña revolucionaron la filosofía moral del siglo XX, desafiando las corrientes dominantes en la filosofía analítica de la época. El libro está ambientado durante y después de la Segunda Guerra Mundial, un periodo de profundas convulsiones en Europa, tanto a nivel social como filosófico. Durante esos años, la filosofía en Gran Bretaña estaba dominada por el positivismo lógico y el análisis lingüístico, encabezado por figuras como Ludwig Wittgenstein. Esta corriente rechazaba la metafísica, las discusiones sobre moralidad objetiva, y se centraba más en los problemas formales del lenguaje y el conocimiento. Concibiendo a los seres humanos como "máquinas calculadoras eficientes", los positivistas lógicos repudiaban cualquier especulación metafísica (sobre el sentido de la existencia, la moral, la espiritualidad, la verdad o la belleza) como un "sinsentido" (nonsense). Pero en un mundo así, un mundo construido sobre la separación radical entre hecho y valor, un mundo de subjetivismo moral, no habría manera, como advertía Philippa Foot, “de que uno se imagine diciéndole a un nazi: «Pero nosotros estamos en lo cierto, usted no», con algo de fundamento en la afirmación”.

Las cuatro protagonistas, que se conocieron en la Universidad de Oxford en la década de 1940, compartían una inquietud común: la filosofía contemporánea había perdido de vista las preguntas fundamentales sobre lo que significa ser humano, sobre el bien y el mal, sobre cómo debemos vivir nuestras vidas. El libro sigue sus trayectorias individuales y colectivas, mostrando cómo desarrollaron una filosofía que devolvía el enfoque a los aspectos morales y metafísicos de la vida. De ahí el título del libro hace referencia a la idea de que los humanos no son simplemente animales racionales, como insistía la tradición filosófica, sino que son también "animales metafísicos": seres que buscan significado y orientación moral en el mundo:
 
"A la luz de los ojos de esas amigas emerge una nueva imagen. Nuestro mundo familiar se transforma en un suntuoso tapiz con motivos que se entremezclan, tachonado de objetos culturales de poder metafísico y rebosante de vida vegetal, animal y humana. Y a nosotros, los individuos humanos, cuyas vidas ayudan a crear y preservar esos motivos y objetos, se nos vuelve a ver como la clase de animal cuya esencia debe cuestionarse, crearse y amarse. Somos animales metafísicos. Hacemos y compartimos imágenes, historias, teorías, palabras, signos y obras de arte que nos ayudan a gestionar nuestra convivencia. Si esas creaciones son tan potentes es porque nos muestran lo que es y lo que fue correcto y, al mismo tiempo, sugieren nuevas formas de seguir. Nos muestran que lo que se convierte en nuestro pasado común es siempre provisional; el pasado se mantiene vivo dando fe de él y gracias al empeño por conservarlo, y, como tal, es mutable y se debilita o se pierde con facilidad. Aun así, al ser algo vivo, lo que descubramos ahora puede afectar a nuestra historia. Podemos ver nuestro pasado de otra manera y reescribir lo que creemos que ocurrió. Nos esperan pasados distintos".
 
Clare Mac Cumhaill y Rachael Wiseman argumentan vigorosamente que esta cuatro pensadoras y activistas (izquierdistas, comprometidas activamente con organizaciones como Oxfam) contribuyeron a rescatar esta dimensión moral y metafísica de la filosofía, que había sido relegada a un segundo plano en el contexto del desarrollo de la filosofía analítica. Las cuatro  compartían una preocupación común por el rechazo del positivismo lógico, una corriente que sostenía que solo las proposiciones científicas tienen sentido, y que las preguntas sobre moralidad o estética eran irrelevantes o no tenían respuesta. Estaban convencidas de que este enfoque era demasiado limitado y que las cuestiones éticas y metafísicas eran fundamentales para entender la condición humana. Frente a este planteamiento, argumentaban que la moralidad debía entenderse no como una serie de reglas o cálculos utilitarios, sino como una cuestión de carácter y virtud. La vida ética, según ellas, es una vida que se vive bien, de acuerdo con las disposiciones virtuosas que forman parte de la naturaleza humana.
 
El libro muestra cómo estas mujeres desafiaron no solo las corrientes filosóficas predominantes, sino también las estructuras académicas patriarcales de su época. En un mundo académico dominado por hombres ("La historia de la filosofía europea suele ser la historia de las ideas, de las visiones, las esperanzas y los miedos de hombres [...] que -en general- llevaron una vida excepcionalmente aislada, lejos de mujeres y de niños"), supieron encontrar su propio camino, colaborando y apoyándose mutuamente. A lo largo del texto, las autoras enfatizan el papel crucial de las relaciones personales y las conversaciones informales en el desarrollo del pensamiento filosófico de estas cuatro mujeres: "Estábamos aburridas de oír a hombres hablar de libros sobre hombres escritos por hombres, y queríamos filosofar juntas, como amigas". Para estas mujeres la filosofía no era solo una disciplina académica, sino una forma de vida. Se preocupaban por cuestiones que las afectaban directamente: cómo vivir, cómo amar, y cómo ser personas morales en un mundo devastado por la guerra y la violencia. Como el hecho, que abre y cierra el libro, de que la Universidad de Oxford decidiera otorgar en 1956 el doctorado honoris causa al expresidente de Estados Unidos Harry S. Truman. La única miembro del claustro que se opuso públicamente fue Elizabeth Anscombe, con un planteamiento coherente con la perspectiva filosófica que había venido desarrollando en los años anteriores:

"Elizabeth había comprendido que algo le había ocurrido al concepto de asesinato, pues era posible que una sala repleta de teólogos, filósofos e historiadores -hombres y mujeres cultos y comprensivos de la Universidad de Oxford- honrase a un hombre que había ordenado dos de las peores masacres de la historia de la humanidad. Ya podían ponerse por la mañana sus mejores galas y beber chamán con él en el césped de una facultad".
 
Animales metafísicos es tanto una historia de amistad y colaboración intelectual como un relato del impacto de estas cuatro mujeres en la filosofía. A través de sus historias personales y sus contribuciones filosóficas el libro traza una línea de cómo el pensamiento moral moderno fue rescatado y renovado gracias a ellas. Al devolver la atención a cuestiones éticas y metafísicas, Elizabeth Anscombe, Philippa Foot, Mary Midgley e Iris Murdoch abrieron nuevos caminos para la filosofía, que continúan influyendo en la ética contemporánea:
 
"Las posibilidades de actuar bien o mal pueden cambiar e ir en contra de ellas mismas de un modo sorprendente a medida que aparecen nuevas posibilidades para la acción y las antiguas quedan bloqueadas. En el Oxford transformado por la guerra, era posible refugiarse en un cine, ir a la biblioteca a donar sangre, ayudar a gente que pasaba hambre en Grecia llevando un abrigo a una tienda de Broad Street. O ver que metían en la cárcel a una vecina porque alguien se había quejado a las autoridades por las cortinas. En un mundo cambiante o a punto de desintegrarse, es tan fácil perder de vista lo que realmente importa para que la vida humana funcione bien como no distinguir cuáles son los males graves e importantes".

Habitamos en ese mundo. Por eso, como proponen las autoras en el prefacio, de ser posible, este libro "debería leerse en compañía de amigas". Con "a", y en esto me atrevo a enmendar la traducción, que habla de "amigos".

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