"Más bien nos estamos haciendo mayores, estamos cómodos y encallados, hemos desconectado del pasado y perdido el optimismo por el futuro, hemos desdeñado la memoria y la ambición mientras esperamos a que alguna innovación o revelación venga a salvarnos, encerrándonos en capullos de los que no es probable que emerja ninguna crisalida, envejeciendo juntos e infelices ante la luz resplandeciente de una pantalla diminuta".
Se trata, ciertamente, de una imagen decadente. Pero como toda imagen o todo concepto con el que se quiere describir unidimensionalmente una sociedad compleja, se trata de una simplificación. No hay sociedad que sea solo decadente, o líquida, o posmoderna.
Douthat describe una sociedad tecnológicamente estancada, economicamente desacelerada, politicamente esclerotizada, culturalmente mediocre, envejecida, que ha renunciado a reproducirse, configurando lo que Megan McArdle llama una Ciudad Crepúsculo (Twilight City), que Douthat caracteriza así:
"[E]s un lugar en el que la gente es más mayor y por lo tanto está emocionalmente muy asentada en sus costumbres, y teme al cambio. De forma que resulta muy fácil imaginar que las políticas orientadas a combatir las decrecientes tasas de natalidad acaben por respaldar una especie de autoritarismo blando, con un estado que hace más para proteger al ciudadano a lo largo del ciclo vital y en la tercera edad, con una economía mucho más regulada, así como una afirmación mucho más vigorosa de la identidad nacional que venga a sustituir a unas identidades familiares atenuadas".
El politólogo de la Universidad de Columbia Mark Lilla ha reseñado el libro de Douthat, y a su rueda me coloco. Pero sí quiero destacar, de entre los potenciales desarrollos o evoluciones de esta sociedad de la decadencia, la posibilidad de hacer de la necesidad virtud, de manera que aprendamos a administrar juiciosamente la estabilidad:
"[E]l estancamiento intelectual y religioso e ideológico significa menos fanatismo y menos disparates utópicos; el descenso demográfico está desactivando la bomba poblacional, y el estancamiento económico podría ser la única fuerza capaz de limitar las emisiones de carbono y mantener el cambio climático bajo control. La tarea crucial de la humanidad del siglo XXI, bajo este punto de vista, sería sacarle el mayor provecho al estancamiento próspero: aprender a moderar nuestras expectativas y a vivir dentro de unos límites; asegurarnos de que los recursos existentes se distribuyan de manera más justa; [...] y hacer todo lo posible para ayudar a los países más pobres en su fructífera transición hacia nuestra posición actual".
¿Decadencia o barbarie?
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