El Hombre que Vive Solo en las Montañas
Traducción de Paz Pruneda
La Esfera de las Libros, 2019
"Oh, ya sé, la gente dirá que aquí no hay voluntad, nada de lucha o resistencia, ni tampoco nada consciente. Dirán que solo es instinto. Dirán que Ala Rota simplemente seguía de forma inconsciente sus instintos, que en realidad ni sabía ni decidió pelear, luchar, resistir. ¿Qué más da? ¡Que lo llamen como quieran! Aún así hizo lo que hizo por cualquiera que fuera la razón o el instinto que le llevó a hacerlo. Sé que no puedo leer la mente de un pájaro, y también que todo el mundo piensa que estas llamadas criaturas inferiores son inconscientes, pero no estoy tan seguro. Conviví con ese pájaro día sí y día también, compartí su lucha por vivir, durante todos esos meses, cada día, y lo único que puedo decirte es esto: podría jurar que vi en sus ojos, en su cuerpo y en su vida, una consciencia -y quiero decir consciencia en la forma en que tú o yo estaríamos conscientes- una lucha consciente para continuar vivo, por sobrevivir, seguir adelante y vivir".
A su muerte, el 25 de septiembre de 2016, David Budbill fue descrito en el obituario que le dedicó The New York Times como "un Thoreau contemporáneo con una pizca de Walt Whitman y Carl Sandburg [que] celebró los placeres simples y la gente común". También se le definía como "un poeta del pueblo, tan accesible como un estacionamiento y tan simple como un par de Levis [...] cuyo trabajo posterior adquirió un matiz místico, oriental, influenciado por el budismo y los sabios chinos".
Se trata de una caracterización póstuma que define a la perfeción la forma y el fondo de este libro publicado originalmente en 2016, el mismo año del fallecimiento de su autor, que no llego a verlo publicado.
Un hombre habita en una pequeña cabaña en una remota región montañosa de inviernos rigurosos. Rodeado de naturaleza salvaje, los pájaros son sus más queridos compañeros: carboneros, petirrojos, cardelinas, camachuelos, pinzones, trepadores, zorzales, pájaros carpinteros, jilgueros, estorninos, reyezuelos... A todos alimenta disponiendo comederos en los árboles del entorno.
Un día aparece un pájaro de una especie desconocida cuya ala derecha parecía atrofiada, lo que le impedía volar con normalidad. Tras consultar sus guías de aves, el protagonista encontrará que se trata de un ejemplar de tordo canadiense, al que llamará Ala Rota.
A la vez que asiste a la lucha de Ala Rota por sobrevivir, el protagonista va enhebrando reflexiones sobre la voluntad de existir, la amistad, la compasión, la soledad, la relación con la naturaleza, la simplicidad...
El resultado es un libro que, como señalaba al principio, contiene toques de espiritualidad o de filosofía oriental, poético, reflexivo, en la línea de obras como El principito de Saint-Exupéry o Juan Salvador Gaviota de Richard Bach. Un libro que se lee a gusto, siempre que nos dejemos empapar por su atmósfera y no seamos demasiado exigentes con algunos momentos excesivamente "blanditos". Pero la realidad ya es lo suficientemente brutal y a veces se agradece la oportunidad de abandonarnos a una lectura que alguien puede tachar de "buenista", pero que yo prefiero reivindicar como humanizadora. Porque, como dice un verso de David Budbill, citado por su hija en una nota introductoria al libro:
"Dado que siempre tendremos un mundo de dolor, debemos tener siempre una canción".
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