Frankenstein en Bagdad
Traducción de Anna Gil Bardají
Libros del Asteroide, 2019
"Las voces de las víctimas y de sus familias se han unido para activar, con su impetuosa energía, el mecanismo secreto que mueve las entrañas de la oscuridad y me ha engendrado. Yo soy la respuesta a la súplica de erradicar la injusticia y castigar a los culpables".
La segunda guerra de Irak ha terminado. En Bagdad, ocupado por las tropas estadounidenses, la población se esfuerza por recuperar una cierta normalidad, desbaratada cada dos por tres por los coches bomba que explotan en cualquier punto de la ciudad. Personas como la anciana Elisua Um Daniel, cristiana, esperando el regreso de su hijo Daniel, desaparecido durante la primera guerra de Irak. Como Faray Dalal, agente inmobiliario que hace negocio con las viviendas que van quedando vacías por la muerte o por la marcha de la ciudad de sus propietarios. O Abú Ammar, propietario de un decrépito hotel. O cómo el joven periodista Mahmud Sauadi, uno de los principales protagonistas del libro.
Un día Hadi "el Antiguallas", un trapero cincuentón, desaseado y aficionado al alcohol, decide empezar a recoger los restos humanos que, tras las explosiones, quedan abandonados en la calle, para componer con ellos un cuerpo íntegro que pueda ser enterrado con el debido respeto. Pero, cuando el cuerpo recosido estaba ya completo desaparece del cobertizo de Hadi, sin que este pueda explicarse lo sucedido.
Lo que había sucedido es que el alma de Hasib Muhámmad Yáfar, un joven vigilante de un hotel, que murió literalmente desintegrado al recibir de lleno la deflagración de un camión de basura cargado de explosivos se quedó sin un cuerpo al que regresar "para convertirse en un habitante del barzai, el estadio intermedio, entre la muerte y la resurrección, del que se habla en el Corán". ¿Qué podía hacer?
"Se sentía atrapado en un círculo vicioso del que no sabía cómo salir. Entonces descubrió a un hombre desnudo durmiendo en una casa del barrio de Batauín. Se acercó y vio que estaba muerto. De hecho, no era exactamente un hombre. Examinó detenidamente su extraña y desagradable fisonomía. Miró al cielo y, al comprobar que mudaba de color según se acercaba el alba, tuvo la certeza de que, al salir el sol, vendría una desgracia, pero no encontró la energía ni el ánimo de volver a deambular por las calles y plazas, ni de regresar a la entrada del hotel. Pasó su mano temblorosa sobre el cuerpo inerte y se vio a sí mismo sumergiéndose en él. Primero hundió los brazos, después la cabeza y luego el resto del cuerpo. Sintió que una inercia tiraba de él. Se había encarnado en un cuerpo que, a todas luces, carecía de alma. Al contrario que él: un alma que carecía de cuerpo".
A partir de ese momento, la criatura -el "Como-se-llame"- comenzará a cometer asesinatos y la policía de Bagdad se movilizará para detenerla. Al principio, la criatura buscará vengar a las víctimas inocentes cuyos trozos componen su cuerpo. A medida que la descomposición le obliga a buscar repuestos para sustituir los fragmentos que van pudriéndose, acabará por utilizar restos de inocentes y de asesinos, de víctimas y de victimarios, y sus crímenes perderán cualquier objetivo de justicia y reivindicación.
Pero este es solo uno de los hilos que tejen esta historia coral, en la que se combinan armónicamente el realismo más duro y la imaginación más desatada. Los personajes de esta curiosa novela entrecruzan sus vidas recosiendo una ciudad destrozada, como si la propia Bagdad fuera una urbe-Frankestein, destrozada por la violencia cotidiana, recompuesta en fragmentos de convivencia igualmente cotidiana. Una convivencia sorprendentemente plural, con mujeres y hombres de procedencias distintas y de creencias diversas.
Habrá quienes, por motivos dispares, acaben abandonando la ciudad. Habrá quienes se queden en ella. Entre quienes se quedarán está la criatura. La última vez que la vemos se encuentra oculta en la casa abandonada de la vieja Um Daniel, con su igualmente viejo y abandonado gato Nabu restregándose contra sus piernas.
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