miércoles, 13 de febrero de 2019

Los osos que bailan: la tragedia de la institucionalización

Witold Szablowski
Los osos que bailan. Historias reales de gente que añora vivir bajo la tiranía
Traducción de Kararyzina Motoniewicz y Abel Murcia
Capitán Swing, 2019


Hace tiem escuché contar un chiste que, según parece, tenía mucho éxito entre la sociedad polaca algunos años después de la caída del bloque del Este:

- ¡Ojalá volviera el socialismo!, le dice un polaco a otro.
- ¡Pero si aquello no era socialismo!, responde este.
- Pues... ¡ojalá volviera lo que había!.

Szablowski, periodista y escritor polaco nacido en 1980, viaja por Georgia, Kosovo, Serbia, Polonia, Estonia, Albania, Cuba o Bulgaria siguiendo el rasto de esa añoranza por un tiempo pasado considerado mejor, con relatos como este:

"Desde que cayó la URSS, todo va peor. Antes los médicos no podían negarle su ayuda a un pobre. Hoy la sanidad es privada y aunque te rompas una pierna tiene que pagar. Los estudios unversitarios, tres cuartos de lo mismo. Antiguamente un jubilado no pagaba el teléfono y tenia un descuento en la electricidad ¿Y ahora? Veinte dólares de jubilación y los precios como en Europa Occidental.
Las mujeres también lo tienen peor. En la Unión Soviética los hombres vivían bien. No había guerras. Y si alguno pegaba a su mujer, esta podía ir al comité del partido y quejarse. El comité informaba a la célula del partido en la empresa y el agresor podía tener serios problemas.
Hoy los hombres no tienen trabajo y se sienten frustrados. Y si alguno llega a pegar a su mujer, no hay quien la defienda".

¿Reconstrucción nostálgica o rememoración fundada sobre la realidad? Lo cierto es que esa nostalgia existe y opera en sociedades que sufrieron evidentes restricciones de libertad, pero que ofrecian un horizonte de garantías socioeconómicas básicas de las que ahora carecen. Son varios los estudios del Pew Research Center que acreditan el desencanto de numerosas personas, sobre todo entre la de más edad, con los cambios producidos tras la desaparición de la Unión Soviética.


Szablowski no escribe un tratado académico, no pretende analizar en profundidad ese fenomeno de desafección nostálgica. Ni siquiera alcanza la hondura de Svetlana Aleksiévich en El fin del "Homo Sovieticus" (El Acantilado, 2017). Su mayor logro es recurrir a una poderosa analogía para interpretar la añoranza de tantas personas por el pasado comunista: la de los osos cautivos entrenados por gitanos búlgaros para hacerlos bailar por los pueblos y ciudades. Una alegoría que conmueve, pero que resulta tan potente que, seguramente, encubre tanta o más realidad que la que explica.

Esta es la temática del libro de Szablowski. Me ha gustado más la parte primera del libro, en la que narra el proceso de liberación y recuperación de los osos cautivos, que su aplicación a las sociedades y a las personas con las que se encuentra en sus viajes.Tampoco acabo de entender su capítulo final, en el que salta de sociedades que fueron comunistas hasta la Grecia actual, para encontrarse en el barrio ateniense de Exarcheia (el conocido barrio de los anarquistas al que Luis Eduardo Aute dedica una de sus más hermosas canciones) con jóvenes anticapitalistas.

Pese a todo, el libro tiene interés y merece la pena.
Precisamente hoy se lo he recomendado a mis alumnas y alumnos de 1º de Sociología y Ciencia Política. Hablábamos de la institucionalización, de la transformación del poder en orden, de la reproducción social y del  consentimiento. El libro de Szablowski refleja muy bien esos procesos. Igual que lo hace la película Cadena Perpetua:

"No hay nada malo con Brooks. Solo está institucionalizado, eso es todo. […] El hombre ha estado aquí cincuenta años Heywwod ¡Cincuenta años! Este lugar es todo lo que conoce. Aquí, él es un hombre importante, un hombre educado. Un bibliotecario. Afuera no es más que un viejo desgastado con artritis en ambas manos. No podría siquiera conseguir un carnet de biblioteca si lo intentara. […] Estos muros son curiosos. Al principio uno los odia, luego se acostumbra a ellos. Entonces el tiempo pasa y terminas dependiendo de ellos. Eso es estar "institucionalizado". […] Ellos te envían aquí de por vida y eso es justo lo que toman de ti. En cualquier caso la parte que cuenta [de la vida]".

Mujeres y hombres institucionalizados. Osos que siguen bailando a pesar de que ya no sufren la tortura del jolka, el aro de metal que los encadenaba por su sensible hocico.

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