sábado, 9 de febrero de 2019

14 de julio: el pueblo guiando a la libertad

Éric Vuillard
14 de julio
Traducción de Javier Albiñana
Tusquets, 2018


De aquel histórico 14 de julio de 1789 nos queda la imagen heróica de la libertad guiando al pueblo pintada por Eugène Delacroix. El pueblo por detrás. En realidad, como en tantas otras ocasiones a lo largo de la historia, fue el pueblo el que abrió el camino a la libertad. Un pueblo movilizado desde meses antes contra el precio del trigo, un pueblo hambriento, explotado por empresarios como Jean-Baptiste Réveillon, el rey del papel pintado, que "en un momento de relajación y de pasmosa franqueza afirma que los obreros pueden vivir sobradamente con quince sueldos al mes en vez de con veinte, que algunos tienen los bolsillos llenos y pronto serán más ricos que él". ¡Cuánto Réveillon hay hoy en día, clamando contra cualquier mínima subida de un salario ya de por sí mínimo!

La hambruna azotaba Francia y el pueblo se revolvía, con mujeres a la cabeza que no se llamaban Liberté sino Louise, Marie, Catherine, Pauline, Thérèse, Anne, Geneviève, Élisabeth, Madeleine... Mujeres y hombres trabajadores, pobres, que, impulsados por esa "economía moral de la multitud" sobre la que escribió Edward P. Thompson, se alzaron contra un sistema brutal y frívolo a partes iguales.

"Por supuesto, un nombre no es gran cosa", escribe Vuillard. Pero sí lo es, tal vez no cuando se tiene y se recuerda, pero si cuando se olvida. Y a la reivindicación de los nombres de los verdaderos revolucionarios de aquel 14 de julio dedica su libro:

"Noventa y ocho muertos e innumerables heridos yacen sobre las angarillas improvisadas, las mesas de las tascas aledañas o alrededor de las iglesias. Sólo han quedado algunos nombres, pequeños fragmentos de vida fósil: Begart, Boutillon, Cochet, Foulon, Quentin, Grivallet, Poirier, Falaise, Rousseau, Gourni, Ézard, Desnous, Courança, Blanchard, Levasseur, Sagault, Bertrand, Essaras, Aufrère, Renaud, Gomy, Dusson y Provost. 
En cambio, las muertes de Flessellos, preboste de los comerciantes, que se daba pisto en el Ayuntamiento, y del gobernador de la Bastilla, De Launay, a quien el pueblo linchó esa misma noche, están perfectamente documentadas".

Vuillard hace memoria de todos esos nombres olvidados. Memoria ética, que no épica. Memoria histórica. Lo resumía así en una entrevista: "La Historia nos ha dejado un número y una lista: el número es de 98 muertos entre los asaltantes. La lista oficial de vencedores de la Bastilla tiene 954 nombres. Me ha parecido que la literatura debía volver a dar vida a la acción, devolver el acontecimiento a la multitud y a aquellos hombres sin rostro". Hombres sin rostro ni nombre. Que avanzaron contra el fuego de las armas por las calles de París abriendo paso a la libertad.

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