viernes, 6 de mayo de 2016

Shakespeare en Siria

En el 400 aniversario de la muerte de Shakespeare (y de Cervantes), sus viejas palabras no han perdido ni un ápice de actualidad. Encuentro en el número 63 de la revista digital CTXT un texto extraído de la obra de teatro Sir Thomas More, escrita entre 1596 y 1601 por varios dramaturgos de la época y revisada en 1603 por otros autores, entre los que se encuentra William Shakespeare. Los investigadores han llegado a la conclusión de que entre las páginas añadidas al texto original hay al menos tres, en total 147 líneas, que pueden ser atribuidas sin ninguna duda a Shakespeare. En estas líneas, el autor pone en boca del protagonista de la obra, Tomás Moro, canciller del rey Enrique VIII, una extraordinaria reflexión contra las protestas que estallaron en las calles de Londres, rechazando dar refugio a los miles de hugonotes que, huyendo de la violenta persecución que el protestantismo sufría en Francia, buscaban refugio en Inglaterra.
La obra completa puede leerse en inglés aquí. Traducido por Víctor Rico, el fragmento al que me refiero merecería ser leído en voz alta y meditado todos los días en todas las reuniones en las que las y los dirigentes políticos de la Unión Europea toman decisiones sobre las personas que buscan refugio en nuestro continente:

Mirad, aquello que os ofende es lo que reclamáis,
es decir, la paz. Ninguno de los presentes,
si hubieran vivido hombres así cuando erais niños,
que hubieran recortado la paz, como pretendéis vosotros ahora,
la paz en la que habéis crecido hasta hoy,
os hubiera sido arrebatada, y los tiempos sangrientos
no os hubieran permitido convertiros en hombres,
ay, pobres infelices, ¿qué es lo que habríais logrado,
aunque os hubiésemos concedido aquello que buscabais?

Conseguid que se los lleven, y conseguiréis que este clamor vuestro
haya arrebatado toda la majestuosidad de Inglaterra;
Imaginad que veis a los desdichados forasteros,
con sus hijos a la espalda y su equipaje humilde,
arrastrándose a los puertos y costas para ser deportados,
y vosotros, sentados como reyes sobre vuestros deseos,
la autoridad silenciada por vuestra trifulca,
y vosotros, ataviados con vuestras opiniones,
¿qué habríais conseguido? Yo os lo diré. Habríais probado
que la insolencia y la mano dura prevalecen,
que el orden es reprimido; y en ese escenario,
ninguno de vosotros llegaría a viejo,
ya que otros rufianes, a su antojo,
con la misma mano, las mismas razones y el mismo derecho,
os depredarían, y los hombres, como peces voraces,
se devorarían los unos a los otros.

Permitidme plantear ante vosotros, amigos,
un supuesto; y si lo tenéis en cuenta,
entenderéis la horrible forma
que ha adquirido vuestra innovación. [...]

[...] Marchaos a Francia
o Flandes, a alguna provincia alemana, a España o Portugal,
a cualquier parte que no esté en alianza con Inglaterra,
donde no podréis ser sino extranjeros. ¿Os agradaría
encontrar una nación con un temperamento tan bárbaro
que, estallando con una violencia espantosa,
no os proporcionase un hogar en sus dominios,
afilase sus abominables cuchillos contra vuestras gargantas,
os desdeñara como a perros, como si Dios
no fuera vuestro dueño ni os hubiera creado, como si los elementos
no fueran en absoluto apropiados para vuestro bienestar,
sino un privilegio reservado a ellos? ¿Qué pensaríais
si se os usara de esa manera? Este es el caso de los extranjeros
y tal es vuestra monumental falta de humanidad.



No hay comentarios: