Hoy toca dar cuenta, breve cuenta, de algunas lecturas que pueden ser de interés para quienes acostumbran a asomarse a este blog. Desde que ha descubierto las gafas de lectura que venden en las librerías, al librívoro se le acumulan las lecturas hechas y, sobre todo, las por hacer. Son lecturas muy diversas. Allá van.
Empezamos con Capitalismo canalla, de César Rendueles (Seix Barral, 2015). Como el propio autor señala, se trata de "una historia personal del capitalismo a través de algunos textos literarios muy heterogéneos". Y así, a lo largo del libro autoras y autores tan diversos como Georges Perec (con su distopía W o el recuerdo de infancia), Frederick Pohl (Mercaderes del espacio), Mary Shelley (Frankenstein), Daniel Defoe (Robinson Crusoe), Heinrich Von Kleist (Michael Kohlaas), Sue Towsend (El diario secreto de Adrian Mole), Andréi Platónov (Chevengur), Miguel Delibes (El disputado voto del Señor Cayo), Rudyard Kipling (El libro de las tierras vírgenes), Doris Lessing (Diario de una buena vecina), Joseph Conrad (El corazón de las tinieblas), Jack Kerouac (En el camino) o Fiódor Dostoievski (con varias de sus grandes obras), entre otros muchos, le sirven a Rendueles para reflexionar sobre la ruptura del contrato social de posguerra, las revueltas del 68, la cooperación y el cuidado, el libre mercado, la guerra o el trabajo asalariado.
Excelentemente bien escrito, mezclando sabiamente la interpretación literaria, el análisis político y la anécdota autobiográfica, su objetivo es fortalecer nuestra imaginación emancipatoria contra el virus del "no-hay-alternativismo", convencido de que la buena literatura contribuye a construir marcos narrativos performadores de un futuro distinto y mejor:
Las críticas teóricas sofisticadas que nos explican con exactitud las estructuras sociales que subyacen a la la economía de casino y la cleptocracia son insustituibles. Pero resultan inútiles si no nos libramos, además, de esta siniestra docilidad que nos paraliza, si la posibilidad de la emancipación política no se trasluce en nuestros gestos cotidianos, un poco como nos viene a los labios a trompicones un verso aprendido en la infancia mientras nos lavamos los dientes. Y para ello, como sugería Sacks, es legítimo usar las experiencias ficticias como materia prima de la imaginación política desde la que proyectar el futuro que queremos.
El segundo libro es la impresionante novela de Don Winslow El cártel (RBA, 2015), continuación (y culminación) de su no menos impresionante El poder del perro (Random House Mondadoria, 2009). El agente de la DEA, Art Keller, vuelve a perseguir al gran capo de la droga Adán Barrera, trasunto tal vez del Chapo Guzmán. La mayor diferencia de esta novela respecto de su antecesora está en el explícito compromiso (construido desde la admiración, el amor y el dolor) del autor para con las mexicanas y mexicanos de a pie que desde un periódico local, desde una alcaldía o desde una asociación de mujeres plantan cara tanto al narcoterrorismo como al terrorismo de Estado que rompe sus ciudades, sus familias y sus vidas. "Esto no es una Guerra contra la Droga", escribe. "Esto es una guerra contra los pobres. Esto es una guerra contra los pobres y los desposeídos, los sin voz y los invisibles, que no dudaríais en apartar de vuestras calles como la basura que revolotea alrededor de vuestros tobillos y os ensucia los zapatos".
Winslow describe un México que se nos hace invivible por la violencia extrema y la corrupción institucionalizada; pero también una sociedad civil activa, sobre la que descansa la esperanza de otro México posible. A modo de ejemplo, Winslow describe así las manifestaciones de 2006 contra la controvertida elección como presidente de la república del conservador Felipe Calderón:
¿Cuándo fue la última vez, si es que ha ocurrido en alguna ocasión, que medio millón de estadounidenses se congregaron para luchar por la democracia? No sabe si las acusaciones de fraude electoral son ciertas o no, pero está impresionado -o más bien conmovido- porque haya tanta gente a quien le preocupa, porque signifique algo para ellos. Ha visto un robo electoral en Estados Unidos en el que apenas se oyó alguna queja. [...]
"Dos millones y medio de personas", piensa Keller mientras camina junto a Marisol, que canta con la multitud. La Marcha sobre Washington de Martin Luther King congregó a unas doscientas cincuenta mil: a una protesta contra la guerra de Vietnam en 1969 asistían unas seiscientas mil.
Aunque intenta resistirse, a Keller le resulta cautivador. "Quien diga que a los mexicanos no les interesa la democracia debería estar aquí hoy", piensa cuando los manifestantes pasan junto a los monumentos a los Niños Héroes y al Ángel de la Independencia, la embajada de Estados Unidos y la Bolsa de Valores.
Y de una guerra a otra. El tercer libro es Más allá de la contienda, de Romain Rolland (Nórdica y Capitán Swing, 2014). Publicado en 1914, se trata de un vibrante alegato no ya contra la guerra en marcha, sino contra su glorificación, especialmente contra el papel que en su justificación jugaban los intelectuales y pensadores de los países en liza. Sus reflexiones son tan atinadas y necesarias hoy como ayer:
Un gran pueblo asaltado por la guerra no debe defender únicamente sus fronteras, sino también su razón. hay que salvarla de las alucinaciones, de las injusticias y de las estupideces desencadenadas por esta plaga. A cada cual su oficio: el de los ejércitos es proteger el suelo de la patria, pero el de los hombres de pensamiento es, como su nombre indica, defender su pensamiento. No cabe duda de que si el pensamiento se pone al servicio de las pasiones nacionales puede convertirse en un instrumento útil para ellas, pero también se corre el riesgo de traicionar al espíritu, que no es una parte menos importante del patrimonio de dicho pueblo.
Dadle a un intelectual un ideal y una mala pasión cualquiera, y siempre encontrará la forma de combinarlos. [...] Un intelectual hábil es un prestidigitador del pensamiento... Nada por aquí, nada por allá!... Lo glorioso es hacer de una idea su contraria, del Sermón de la Montaña la guerra entre los hombres o, como el profesor Ostwald, del sueño de un internacionalismo intelectual la dictadura militar del káiser. Para estos Houdinis, no es más que un juego de niños.
¡Qué débil es la resistencia del pensamiento crítico cuando suenan las trompetas de la nación! Cuánta admiración siento -precisamente por ser ejemplo de lo contrario, por ser un moderno "rollandiano"- por el escritor israelí Amos Oz. Hoy se publica una entrevista con el corresponsal de Vocento, Mikel Ayestarán: Yo no no creo en los lugares sagrados, en las piedras... Me indigna la gente capaz de matar por unas piedras. De verdad, no me importaría que se llevaran todos los lugares santos a Escandinavia durante cien años y después, cuando la gente se relaje, que los traigan de vuelta.
Un libro más: Identidades, una bomba de relojería, del sociólogo Jean-Claude Kaufmann (Ariel, 2015). Las identidades como fenómeno característicamente moderno. En las sociedades tradicionales las distintas adscripciones o pertenencias que nos constituyen como seres humanos encuentran equilibrio en el seno de una comunidad que las armoniza; no hay "problemas de identidad":
En la sociedad holista, los individuos están atrapados en marcos colectivos, muy a menudo religiosos, que les dan respuestas comunes. Hoy en día, por el contrario, el individuo mismo es el que elige, en todos los dominios, entre mil productos, mil ideas, mil maneras de hacer, mil principios morales o mil personas. cada elección que hace, hasta la más minúscula, debe inscribirla paralelamente en un universo de sentido evidente, de propensión totalizadora.
Pero en las sociedades moderrnas, en buena medida como consecuencia de la "identidad administrativa" como elemento de control, debemos "fabricar, a cada instante, una totalidad significativa". Tarea nada sencilla, especialmente para quienes se encuentran en posiciones sociales precarias o vulnerables:
Las personas cuya posición social garantiza un cierto reconocimiento, y que están inscritas en redes múltiples y diversificadas, tienen la posibilidad de jugar con sus distintas facetas identitarias. A aquellas, por el contrario, que se sienten más bien a la defensiva, amenazadas de estigmatización o más sencillamente de una pérdida de estima de sí mismas, las acecha el riesgo de un repliegue en los capullos protectores que las separan del resto del mundo otorgándoles una respuesta, evidente y única, a las preguntas de la vida, encerrándose en unas totalidades significativas que les fijan una identidad, tan indiscutible como una creencia religiosa.
Por estos espacios circula también el quinto libro: Populismos. Una defensa de lo indefendible, de Chantal Delsol (Ariel, 2015). Una aproximación a los actuales populismos como expresión de la oposición, característica de la Ilustración, entre "el pensamiento del arraigo y el pensamiento de la emancipación". Característico de las élites el primero, más propio de la gente corriente el segundo, la autora considera que "si es verdad que los humanos tienen a la vez necesidad de arraigo y de emancipación, toda democracia bien ordenada debería educar al pueblo en la emancipación y a las élites en el arraigo, llevando a cada uno lo que le falta".
Y termino con El alma de las marionetas. Un breve estudio sobre el ser humano, de John Gray (Sexto Piso, 2015). Liberal escéptico ante las ilusiones del perfeccionismo, Gray reivindica una libertad institucionalmente situada, consciente de los irreformables "defectos del animal humano":
El racionalismo moderno reincorpora el error central del cristianismo: la afirmación de que ha revelado la vida buena para toda la humanidad. [...] A medida que el cristianismo ha declinado, la intolerancia que legó al mundo se ha vuelto más destructiva. Desde el imperialismo hasta el comunismo y las incesantes guerras desatadas en pro de la democracia y los derechos humanos, se han promovido las formas más bárbaras de violencia como medio para alcanzar una civilización superior.
Ahora que lo pienso, son todos libros bastante incómodos, que remueven convicciones y plantean preguntas. Al menos a mí.
Tal vez por eso ahora me estoy dedicando al último de Stephen King, Revival. Necesito compensar un poco el exceso de realidad que en los últimos días me he metido en la retina.
1 comentario:
Muchas gracias Imanol, este tipo de lecturas que comentas nos vienen de maravilla
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